Hoy continúo exponiendo en el blog parte de los trabajos que desarrollé en el proyecto Huebra, que junto a Rafael vargas, logramos llevar a cabo casi milagrosamenrte. Tras algún estudio sobre Delgado, Arcensio hoy le toca turno a Miguel Pizaro, un poeta del 27 olvidado injustamente. Amigo de Lorca y primo de la Zambrano, acabó sus días en el exilio neoyorkino. Espero que estas páginas sirvan a algún estudioso o al menos a algún curioso de la biografía y de la obra del poeta andaluz. A Pizarro le caben algunos méritos tal vez ajenos, pero no por eso menos propios. Él fue quien negoció con Picasso el Guernica y también quien introdujo el flamenco en Japón, con la Argentinita, allá por el año 27, si no recuerdo mal.
RASGOS
BIOGRÁFICOS
“A
mi queridísimo amigo, / Miguel Pizarro, enorme sensual, exquisito
enamorado, espíritu que tiembla ante los cuatro vientos del
espíritu, que tiene un alma inquieta plena de apasionamientos
constantes que se apagan y se encienden como luces nocturnas perdidas
en una vega de ensueños. / Con todo mi corazón, / Federico”,
tal es el retrato-dedicatoria que a su amigo granadino Miguel
Pizarro, escribe Lorca en un ejemplar de su libro Impresiones
y sentires (1918).
Pero ¿quién es Miguel Pizarro?
Miguel
Pizarro Zambrano vio la luz en Alájar el 24 de junio de 18971,
pero a pesar de ello, su vida, errante, sólo tendrá en la localidad
onubense la anécdota de su nacimiento, por más que a lo largo de su
vida sienta un extraño y acaso vicario vínculo a su cuna, a la que
él llega a atribuir su destino errante y su ascendente místico. Su
padre -Miguel Pizarro Zambrano-, nacido en Los Corrales (Sevilla),
residió largo tiempo en Alájar, pero marchó en su temprana
juventud a Granada para hacerse cargo de una correduría de bolsa y,
según su nieta, la también poeta Águeda Pizarro, frecuentó los
predios de la poesía y las ideas liberales, declarando, ya en sus
últimos años, su adhesión a la República salida como consecuencia
de las elecciones del 14 de abril de 1931. La madre de Miguel
Pizarro, natural de Isla Cristina, aunque de madre alajeña, era
hermana del conocido intelectual republicano, adscrito a la
Institución Libre de Enseñanza (la popular ILE), Blas Zambrano, que
profesó gran amistad con Antonio Machado durante los años
segovianos del poeta, como queda demostrado por algún entrañable
artículo a él dedicado. Blas era, además, padre de María
Zambrano, la conocida filósofa española, que a pesar de ser siete
años menor que su primo Miguel, protagonizará con él un
entrecortado e imposible noviazgo. María de los Ángeles Zambrano y
García de Caravantes, que tal era el nombre de la madre del poeta,
vivió en Alájar hasta la fecha de su casamiento. Como consecuencia
del segundo parto fallece (1900), inoculando en el niño una acusada
sensación de orfandad y de inestabilidad, así como un inmenso vacío
que se reflejará en determinadas etapas de su vida.
Miguel
Pizarro pasa su infancia y juventud en la ciudad nazarí, donde
comenzará sus estudios. Es durante el periodo escolar que trabará
conocimiento con el joven Federico García Lorca, al que se unirá en
una amistad sólo rota por la trágica muerte de éste. Con él
comenzará las famosas tertulias granadinas de El
Rinconcillo,
donde se dan cita los jóvenes aspirantes a intelectuales y artistas
de la ciudad, entre ellos Melchor Fernández Almagro, Federico y
Francisco García Lorca, José Fernández Montesinos, Mora Guarnido,
etc... algunos de los cuales conocerán un destino terrible con la
temprana y sangrienta irrupción de los nacionales en la ciudad del
Darro, hechos de sobra conocidos; otros tendrán mejor
suerte y saldrán camino del exilio, como es el caso de Pizarro o del
también intelectual Manuel García Puertas. Esta tertulia será de
una importancia decisiva en el arte granadino del siglo XX, pues de
ella saldrán algunas de las personalidades intelectualmente más
relevantes de la ciudad. En 1917 Pizarro acaba la carrera de
Filosofía y Letras y, ya de vacaciones en Segovia, conoce a su prima
María Zambrano, de tan sólo 14 años, de quien pronto quedará
enamorado. El encuentro entre los primos, tiene una importancia
capital para los dos, pues espolea en ambos la llama del
conocimiento, la pasión por la poesía y una visión nueva de
España2.
En relación a este encuentro, escribe Águeda Pizarro en su valioso
prólogo a POESÍA
Y TEATRO,
“creo,
después de haber leído a María Zambrano, que los dos primos
despertaron el uno en el otro, más que el amor, el pensamiento”.
En carta de la propia pensadora fechada el 27 de lulio de 1935 se
puede leer:
Cuando
tú me conociste la primera vez de todas, en mis trece años casi
vegetales, estaba en el primer momento de mi vida en mi ser dado, mi
ser milagroso llenaba mi cauce, y el problema, el dolor, la
contradicción no asomaba su vacío entre lo lleno de mi ser. Era lo
que era simplemente; vivía detenida, quieta, gozándome en mi
plenitud cósmica sin saber que me gozaba. Creo no haber vivido otro
momento como ese, y para que tú estuvieras incrustado en mi vida
absolutamente, estar en ese momento de milagro como un milagro
también; pura presencia sin problema.
Un
año más tarde, en 1918, junto a Lorca y otros amigos granadinos, MP
pone en escena La
historia del tesoro,
obra teatral ideada por el de Fuentevaqueros y recogida en un
reportaje fotográfico. Pronto marchará a Madrid, donde trabajará
en el Centro de Investigaciones Históricas, mientras continúa la
relación con su prima María. En la capital española, integrado en
su bulliciosa vida cultural, traba conocimiento con algunos de sus
compañeros de generación como Jorge Guillén o Pedro Salinas.
En
1922 Pizarro comenzará su etapa de exilado y Osaka (Japón) será su
primera y fructífera escala. En esa ciudad, pero también en Kobe,
ejercerá de profesor de español durante los próximos e intensos
once años de su vida, impregnándose de su cultura, imprescindible a
la hora de entender su trayectoria vital y artística. En Japón dará
a conocer a los más ilustres representantes de su generación y en
particular a Federico, a quien en uno de sus frecuentes viajes a
España ayuda a organizar su incipiente obra, en concreto, Suites,
Poema
del cante jondo y
Canciones,
cuya sección Andaluzas
le está dedicada. De este periodo “japonés” y de su
circunstancia es el incisivo y certero poema que Lorca dedica al
alajeño:
¡Miguel
Pizarro!
¡Flecha
sin blanco!
¿Dónde
está el agua
para
su cisne blanco?
El
Japón es un barco
de
marinos antipáticos.
Una
luna y mil faroles.
Sueño
de papel pintado.
Entre
la roca y la seda,
¡la
roca! Miguel Pizarro.
La
seda reluce ausente
y
a la roca vienen pájaros.
Olas
de la mar pajiza
no
detengan tu barco.
Aires
oblicuos te besen
en
el siniestro costado.
(Revés
de este biombo)
Sin
blanco,
blanco.
(Crisantemos
blancos)
Sin
blanco,
blanco.
(Cerezos
en los campos.)
Sin
blanco
blanco.
(Ai-Ko
desnuda y temblando.)
¡Ay,
sin blanco
blanco!3
El
11 de marzo de 1927 el Defensor
de Granada
ofrece a sus lectores una noticia que acaso pudiera resultar
pintoresca, si no fuese lo suficientemente estremecedora: Después de
ser devuelto por el mar, que se lo había tragado, Miguel Pizarro
acaba de sobrevivir al gran terremoto de Osaka, en cuya universidad
trabajaba. Tras ser nombrado agregado cultural en Japón (1931),
cargo que ostentará hasta 1933, Miguel Pizarro vuelve a Europa, en
concreto a Bucarest (Rumanía), donde conocerá a su futura esposa
Gratiana Oniçiu, a la sazón estudiante de español en la capital
rumana. En su retorno a Europa, el mítico Transiberiano donde viaja,
es atacado por los sanguinarios bandoleros manchúes y Miguel Pizarro
logra salvar milagrosamente su vida por segunda vez.
La
larga estancia en Japón, ya lo hemos dicho, supone para Miguel
Pizarro uno de los capítulos más relevantes en su interiorización
humana y artística. La cultura nipona le confiere una amplitud de
miras impensable, abriéndole nuevas perspectivas intelectuales y
vitales, como ha estudiado su hija Águeda Pizarro4.
En efecto, la poesía de Pizarro está impregnada de profundas
referencias a la esencialidad japonesa, como puede rastrearse en el
poema Rojos
los arces ya
escrito en la década del 50 en Nueva York, en el que no sólo está
presente el paisaje japonés sino, entroncado con él, su mística de
la contemplación:
Rojos
los arces ya, frías las ondas,
camino
al templo por el vado llano,
el
río a la rodilla mano en mano.
Musgosas
piedras, liquenosas frondas,
nudosos
troncos viejos... En la anchura,
de
aleros grácil, del erguir graciosa
en
agua, en cielo la pagoda posa,
un
humo delicado su hermosura.
Ante
la imagen el incienso arde;
el
cántico de un bonzo grave suena
que
todo muere y sigue lo vivido.
Nieblas
velan los oros de la tarde...
Dulzor
y sueño, a luz de luna llena.
¡La
quejumbre del corzo y su bramido!
Como
señala su hija, será en el drama noh,
Auto de los expatriados,
escrito también en su periodo neoyorquino, donde Pizarro consiga su
mayor y más hondo acercamiento a esta cultura que le enseñó, por
paradójico que resulte, a comprender y a interiorizar mejor la suya
propia, desaguando ambas en un sincretismo espiritual y artístico
que será una de sus señas de identidad personal y creativa. Años
más tarde, el 12 de diciembre de 1953, cuando ya se acerca al final
de su vida, el propio poeta le escribe a Jorge Guillén: “Te
dije en Bucarest, lo habrás olvidado, y te lo repito, que yo no
sabía nada, y de nada, sino lo que aprendí en Japón [...]
¿Budismo?, ¿Nihilismo? Más bien camino de perfección, misticismo,
purificación, refinamiento”5.
En
Japón, sucumbiendo a las muchísimas horas de soledad, arrancado de
su terruño, vuelve su mirada hacia los clásicos españoles, a San
Juan de la Cruz, Teresa de Jesús, Calderón, Tirso, Lope,
Cervantes..., que le hacen reflexionar ese mundo en tensión, ese
equilibrio entre realidad y sueño, entre sombra y luz. En Japón
descubre también a los sufíes, futuros compañeros de viaje, que,
junto a la lección del Oriente Lejano y los místicos españoles
le irán desbrozando un camino que conduce hacia la mirada interior.
Es
interesante referir el decidido apoyo que Miguel Pizarro muestra por
la República apenas ésta retorna a España. Las familias, tanto la
de los Pizarro como la de los Zambranos, de ascendencias nobiliarias,
pero de una clara mentalidad burguesa y liberal, parecen decantarse
decididamente por la República. El tío Blas es una figura
importante del republicanismo español, adscribiéndose en su
juventud al anarquismo (llegó a publicar un periódico libertario
titulado X)
y evolucionando hacia un socialismo militante (dirigió la revista
Castilla
y el diario Segovia,
después de ser presidente de la Asociación Socialista Obrera y
fundador con Antonio Machado de la Universidad Popular). El padre de
Miguel Pizarro, aunque de no tan gran notoriedad intelectual, mostró
siempre sus simpatías por los presupuestos republicanos y el propio
poeta se movió en los ambientes menos conservadores de la ciudad
nazarí mientras residió en España. Transcribimos por entero una
carta reveladora no sólo del carácter político de Pizarro sino
también de sus constantes vitales en un país en el que a pesar, de
sus vivencias interiores, tan reveladoras en su obra, se siente
extraño, alejado de un ambiente más propicio para la amistad y la
obra. La misiva está dirigida a su compañero Federico, y fechada el
3 de septiembre de 1931 desde Yokohama (Japón)6:
Yokohama
3 de setiembre de 1931
Sr.
don Federico García Lorca
Acera
del Casino, 23
Granada.
SPAIN
Federico García Lorca y Miguel Pizarro |
Querido
Federico: En un Crisol he visto un primoroso artículo de Azorín
sobre tu Cante
jondo.
Cumple por estos días el año de que nos vimos la última vez. El
año más inútil de mi vida a pesar de los buenos propósitos. El
mas desaborido y sin gracia que he pasado.
Pero
en España hay una cosa nueva. La República me ha hecho cambiar de
proyectos y afanes. La meta mía está ahí entre vosotros. De no
vivir entera y plenamente en España, nada hay para cobardes más
desmemoriador, sedativo y adormeciente que esta tierra verde y
neblinosa. Sólo el vacío que crea el destierro llama la atención
sobre la propia persona. Se sueña dulcemente y desasido de los
amigos y la patria. El arte y la vida de esta gente enseña a
dulcificar y poetizar la tristeza, tanto que ya casi no da compasión
a fuerza de ser bonita y literaria.
Sin
embargo, desde el 14 de abril estoy que no vivo, leyendo periódicos,
buscando noticias, haciendo cábalas, metiéndome fotografía adentro
de todas las que veo de allá y de ahora. El lirismo vacante mío se
me ha hecho patriótico y tengo unas nostalgias muy grandes, y unos
deseos de palpar con los ojos la carne de España, de recrearme en
toda ella, de nadar en todos los ríos, los más grandes y los
chicos, rodearla navegando por todos los mares, subir a todas las
montañas, andar por todos los caminos y sentarme a la puerta de
todas las casas pobres a tomar el fresco y hablar un ratico con la
gente.
El
viaje de este año se me estropeó. Pensaba irme a California; pero
aún estoy pagando la losa que dejé aquí para irme el otro verano.
Triste cosa esta pereza y más triste todavía no desear placer
mayor. Diez años van ya de estar aquí inactivo y me han confirmado
en que yo no soy nadie sin un ambiente, sin el calor cordial de una
compañería cualquiera. Aquí tengo amigos buenísimos. En alguna
conversación te los he pintado. Su vida es negociar con mil ojos y
tras cada uno un talento. Tengo siempre la suerte de topar con la
mejor gente en cada clase. Coincidimos en buena parte de las cosas de
la vida y de la patria. Cuando conversan, quieren olvidar sus
trabajos y nos entendemos sobre altos negocios, los del mundo y la
vida, la cultura y el trabajo. Si yo tuviera madera de comerciante no
habría mejor escuela. Japoneses, conozco pocos y los frecuento cada
vez menos. Es gente que piensa más en juergas que en conversación y
el estilo de ella va más por lo eutrapélico y anecdótico que por
la beneficiosa comunicación espiritual. El trabajo del sabio y el
poeta es recogido y avariento. Intelectual quiere decir aquí todavía
eremita. Y sin el amor de amistad como vehículo poco puede dar un
alma a otra. Esto pasa cuando con extranjeros especialistas explayo
mis disertaciones, latosas por la seria y asnal atención que me
prestan, ya que me guardo gustos y sabores para mí. Me dicen que es
muy interesante, que escriba libros, artículos. Las ideas resbalan
sobre ellos sin correspondencia, sin que me den una chispa o los
humedezcan siquiera. Y ¿a mí que me importa escribir libros ni
revistas? Las mismas ideas ¿qué son, incompartidas? Como las uñas
o el pelo que nos nacen. No es verdad sino lo muy conversado. Lo
sacro y religioso y santo es la comunicación, la comunión de un
espíritu con otro espíritu, la penetración de la idea de uno en la
inteligencia de otro, la generación ideal en el ardor de la amistad.
El acto sexual es una torpe copia de este arquetipo que no
resplandece en el mundo sino cuando tú y yo y algún otro, o quien
se nos parezca se junta en algún rincón del mundo a conversar con
el amor amistoso primero que tuvo a Granada por paisaje.
Todo
lo que ha sido separarnos y dejar esa comunicación resulta en un
endurecimiento de espíritu. Si algunos aparecen como degenerados, yo
entre ellos, de aquella excelencia casi angélica, es por eso,
Federico. Calculamos mal. No éramos la palmilla real. Estábamos
hechos, y no todos, para navegar juntos por los mismos mares o para
pasear en otra Academia ungiendo el aire de hermosas razones, y
elaborar en la intimidad nuevos diálogos platónicos en el mismo
estilo.
Yo
de mí te digo que tendré el talento que tú dices pero no me luce
sino entre gente congeniable. A solas no puedo hacer sino soñar. El
otro día le escribí a Alfonso Valdecasas con esta idea, que le
brindaba, de promover asociaciones amplias y reducidas en número en
que entrase gente joven y sensible y valiente a vivir con altura y
redimirse, a exaltar el corazón pensando en compañía y en amor de
unos a otros, soñando y realizando los sueños porque así pasa en
los principios de una sociedad nueva que va a ser grande.
Hoy
te escribo a ti y te digo que el programa que me trazasteis en España
no puedo llevarlo a cabo sin tu estímulo y asistencia amistosos.
Necesito que me escribas y me animes hablándome de todo lo que nos
preocupa y encanta a los dos. No faltará materia para escribir.
Quiero tener noticia de tu vida y tus trabajos. ¿Puede ser? Solo
ayudado de tu voz podré yo rebuscar la mía en mi pecho y ensayarla
[sic] a cantar o hablar con sentido. Mi educación no ha terminado y
no son libros los que educan sino el saber en unión y armonía con
otros. Yo aquí en el Japón estoy «fregado» porque no sé decir
«yo» sino «nosotros». Cuéntame tus cosas que quizá tú a mí
también me necesites. No olvides nunca que mi capacidad de
comprensión es superior a la del mayor amigo y que soy de los que
más afecto te tienen y que tengo un don maravilloso, tú lo sabes ,
el del consejo.
Como
pudiste comprobar el año pasado tengo aún el corazón demasiado
nuevo y reservas de entusiasmo y vitalidad que se quedarán sin vivir
si no me doy más prisa. La madurez poquita que haya adquirido no fue
ni con el pensar ni con el trabajo; es solo del paso de los años por
la carne. Estoy vivo y en pie; pero por muy sensible sufro la
pegajosidad y roña de algunas vejeces que siempre estoy tratando de
raerme con las uñas. Mi problema es uno solo: la protección de esa
sensibilidad que nadie respeta y apenas alguien sospecha.
Estoy
escribiendo a los amigos todos. De todos quiero respuesta y de ti más
que de nadie. No creo que te perjudica [sic] la comunicación conmigo
ni mezclar tus luces con las mías en la amistad. Tú sabes más que
yo: enséñame, maestrico, todo lo que he olvidado y lo que hayas
aprendido por ahí. Yo quiero vivir, eso es todo, vivir. Y vivir es
comunicación y entusiasmo y amor. No quiero dirigir ni emocionar ni
asombrar a nadie. Quiero cumplir mi destino que es pensar, sentir
honda y exactamente y entregar con sencillez y purificación mi
persona a algo digno y noble.
Escríbeme
pronto. Mándame tus libros y no olvides tu solemne promesa de que el
primer ejemplar del Poema
del Santísimo sería
para mí.
Te
quiere y abraza
Miguel
Bucarest, años 40 |
En
1933 Miguel Pizarro, como queda dicho, regresa a Europa, más en
concreto a Bucarest, en cuya Universidad sigue desempeñando su labor
de profesor de español. En la capital rumana conoce a la alumna
Gratiana Oniçiu, que más tarde se convertirá en su futura esposa.
1933 y 1934 supondrán la ruptura definitiva en el entrecortado
noviazgo entre Miguel Pizarro y su prima María, así como el
comienzo de su relación con Gratiana. En 1933 están datados los 7
poemas que dedica a María Zambrano, los únicos que se han
conservado de su obra anterior a 1939 y con los que nosotros abrimos
su poesía. Tras pasar por la Universidad de Cluj (Rumanía) en 1935,
el golpe militar del 18 de julio de 1936 lo sorprende en Barcelona y
desde la capital catalana, en carta dirigida a Gratiana7,
declara su definitiva adhesión a la amenazada República y sus
primeras impresiones sobre el golpe militar:
Toda
esta semana hemos estado preocupados por España, dolidos y
acongojados. El mismo día que te escribí la última carta, creo que
fue el sábado pasado, mataron a un ex-ministro de la dictadura baja,
traidora y cobardemente. Las huelgas no tenían fin, había atentados
casi diarios, los obreros, sus sindicatos y organizaciones disputaban
entre sí. No había orden. Esto parece que cargó de razón y de
indignación a los señoritos, a las «derechas», a los fascistas, y
ellos han empujado a los militares a una sublevación que ha
estallado en toda España. Ayer en Barcelona hubo todo el día
cañoneo, descargas innumerables. Las agrupaciones obreras, unidas y
dirigidas y armadas por el gobierno, requisaron los automóviles y en
compañía de la gendarmería y la Guardia Civil, defendieron primero
y atacaron después los cuarteles y la Capitanía General hasta hacer
rendirse al general que mandaba y a todos. Los aeroplanos dejaban
caer bombas. Hoy los obreros armados patrullan y regulan el tránsito,
los abastecimientos. Siguen sonando disparos y se han habilitado
muchas casas particulares para hospitales, pues los oficiales están
llenos de heridos. La lucha sigue sin embargo en el resto de España
y no tenemos más noticias que las que da el Gobierno, ni serían
posibles. En Madrid dicen que han dominado a los militares ya. Pero
hablan de columnas, de desembarco de las tropas moras en Andalucía.
Así que he seguido en Barcelona [...] No sé qué ocurrirá, ni qué
forma tomará mi país, ni si seguirán juzgando necesarios
profesores en Bucarest. [...] Yo te escribo para darte cuenta mía,
para decirte que no me he muerto aún, que te quiero aún [...]
Días
más tarde, contestando una carta de Gratiana donde ésta, desde
Rumanía, le da cuenta de las confusas y sesgadas noticias que le
llegan desde España, Miguel Pizarro escribe8:
...te
advierto que si crees que sólo «los rojos» han asesinado y han
cometido actos de terror estás equivocada o te han engañado. Del
terror de nuestro lado nadie puede hablar mejor que yo. Creo que mi
hermana ha muerto -mi hermana Águeda- y sé los horrores que han
pasado en Andalucía, por eso creo que ha muerto y por eso no puedo
imaginar a manos de quién. [...] esto es algo muy serio, muy serio,
muy serio y aquí hay mucho dolor y mucha rabia. Y si España, la
España de siempre, vive y existe en algún lado es en ese que llamas
«rojo», como siempre cruel y fanática, grande y generosa, hecha de
pueblo solo, incomprendida o abandonada por todos los que se levantan
dos dedos por encima del pueblo o se empinan creyéndose ya
superiores [...] sé rumana, que es muy bonito, y no le pierdas el
amor a la España nuestra, que es la que yo te he mostrado y
enseñado. [...] En tus últimas cartas [...] me decías que comías
con la «legación», y que me fuera allí con «vosotros». Me lo
repetiste anoche llamándome desde una casa donde no sé si me
quieren a mí y donde no sé cómo te habrán utilizado [...] Es muy
probable que dominen, y entonces el destino de los que hemos salido
fuera de España para no volver nunca más es muy triste y doloroso.
Ya lo es. Nos toman por asesinos, los únicos asesinos, como si no
fueran, no fuéramos todos españoles, la gente más individualista y
quizá por ello los más parecidos unos a otros. Yo por ahora estoy
bien, tengo algo que hacer y quiero hacerlo bien y a conciencia.
Cuando termine porque se acabe mi misión o quien me manda, romperé
con todo Estado, no quiero más relaciones con cosas oficiales [...],
huir de España y de Europa y de América. Si no puedo, trataré de
morir lo más dignamente posible.
Quería
casarme contigo porque tu ausencia y tu falta han traspasado con
millones de agujas de soledad. Era en mi miedo, en mi locura, en mi
tristeza donde más quería [...] Yo no sé si te das cuenta de mi
situación: si en Barcelona, sin conocer a nadie [...] viendo que al
horror y al terror de Franco se respondía con más horrores y
terrores, [...] sin poder unirme a mis amigos porque me lo han dicho,
desconfían de mí, y desconfían por amistad con esa gente de
Bucarest y quizá por mi amistad contigo, sin trabajo, sin pan, en la
angustia espiritual tan grande [...] mi hermanita Esperanza estaba
embaraza tenía ya otra niña, no podía salir de casa; yo no podía
hacer lo que deseaba: morir, morir por mi mano en Barcelona, tenía
que irme de allí porque hasta el suicidio es sospechoso y hace
sospechosos a los suyos. [...] Mi amigo pintor y otro amigo, los dos
comunistas, me dieron documentos para no tener que usar el triste
pasaporte de Prat [...] Hasta que ha venido Fernando de los Ríos
dando la cara por mí [...] yo, querida Chubito, aunque maten siete
mil hermanas santas e inocentes los “rojos” no puedo ser de ese
asco de la España de Franco. Hay en ella cosas buenas [...] personas
buenas y bastantes amigos vivos y algunos muertos. Pero no, imposible
[...] Considera todas estas cosas [...] Haces un sacrificio enorme.
Puedes perder la vida o perderme a mí muy pronto y quedarte sola y
viuda lejos de tu tierra. [...] No esperes que si ganan tus amigos,
tus amigos serán misericordiosos conmigo [...] o que si alguno me
conserva el afecto pueda evitar mi desgracia como los amigos
fascistas de Federico no pudieron evitar su muerte [...]
Tras
un breve paso por Valencia, y por mediación de Fernando de los Ríos,
Miguel Pizarro parte para San Francisco con el cargo de cónsul. Su
labor en la ciudad norteamericana consistirá en recaudar fondos de
la población americana para la causa republicana, así como
pronunciar conferencias en favor del gobierno legítimamente
constituido. Será en este breve periodo californiano cuando
contraiga matrimonio con Gratiana. De San Francisco pasará a
Washington, donde entre otras ocupaciones se encargará de las
gestiones para dar acomodo temporal a El
Guernica
de Picasso en suelo americano. Poco después, en enero de 1938,
regresa a España, donde se entera de la muerte de su padre en
Granada. Desde esta fecha hasta el final de la contienda civil,
Pizarro no dejará de viajar por Europa y Estados Unidos con misiones
consulares, pero la caída definitiva de la República española lo
sorprende en Figueras y se suma a los miles de españoles que
debieron cruzar a pie la frontera francesa, en medio de la
resignación de la derrota, del tremendo frío y de los ataques
antiaéreos, todo lo cual le servirían de antesala para las
penalidades futuras. En este amargo viaje el alajeño extravía su
maleta, perdiéndose así, tanto sus escritos como sus documentos
personales. Pero sigamos una vez más al poeta en uno de sus
borradores neoyorkinos9:
Salí
en aquel éxodo de pesadilla -dantesco decían con razón los
periódicos- a través del Ampurdán y hacia Francia. No caí en
ningún campo de concentración; tuve esa suerte. Mi mujer me
aguardaba cerca de la frontera mirando día y noche pasar y pasar por
los caminos tantos y tantos desgraciados con la derrota en el cuerpo
y en el alma. Más tristes que el hambre y el potaje de limosna, más
desoladas que las arenas y el viento del mar estaban en Anglés las
mentes. Los soldados que entraron formados llevaban un silencio que
no vibraba, un silencio de muchos, todos, todos los cuerpos como
sacos arrastrando los pies; ochenta kilómetros a pie; cuatro días
de marcha, de combate, derrota, de bombardeos, de cañones. [...] Y
así volvemos cada uno a estar frente a su destino personal, sin
patria, sin profesión -prisioneros o vagamundos-.
No
ha sido muy mala mi suerte hasta ahora. Mi vida estuve a punto de
perderla en Figueras. Tengo a mi mujer, a quien tampoco dejan ser
rumana. He llegado hasta aquí. No tengo ni trabajo ni dinero.[...]
Junto
con su esposa, que lo espera en Francia, parte hacia Estados Unidos
donde trabajará de profesor en el Brooklyn College de New York y le
nacerá Águeda, su única hija. En esta ciudad intensificará su
relación con los exilados españoles, entre ellos Ángel del Río,
la familia Lorca, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Juan Larrea o José
Manuel Blecua. Allí vivirá el drama de la España Peregrina, pues
si bien la acogida de los intelectuales republicanos en Estados
Unidos fue muy satisfactoria, la imposibilidad de volver a abrazarse
con los suyos, las esperanzas truncadas del regreso una vez acabada
la Segunda Guerra Mundial, en lo que ellos entendieron como una
flagrante traición (la segunda en pocos años) de las potencias
democráticas a España -como nos relatara el paisano Luis Pérez
Infante desde sus artículos uruguayos-, su estatuto de despatriados,
va a pesar en todos ellos de forma obsesiva. En palabras de su hija,
Miguel Pizarro era en el Brooklyn de los cuarenta y de los cincuenta
“un hombre inadaptado”. Refiere Águeda Pizarro la diferencia
existente entre los escritos de su padre en las décadas de los
cuarenta, donde el poeta se aferra todavía a la idea de España,
desde un tono enérgico pero esperanzado en sintonía con el parecer
de que el regreso sería próximo, con respecto a los cuadernos
escritos en la década de los 50 en los que prepondera la idea de la
muerte, que es una manera de asumir el fracaso ante la tozuda
realidad de un franquismo que es instrumentalizado como mal menor por
parte de las potencias ganadoras de la segunda guerra mundial. Toda
esta tensión, todo este estado de ánimo los resuelve Pizarro en su
drama Auto
de los despatriados,
que en la certera observación de su hija, encarna esa bipolaridad
intelectual y espiritual entre el noh japonés y nuestro
autosacramental: “Lo
más original de este noh (quizás el único en castellano) es que
también se puede ver como un autosacramental del Siglo de Oro. La
idea del sino tan aparente en La
vida es sueño y
del deber (como el bushido del samurai, el hybris
del
héroe griego) se funden con la del carma”10.
Entre
1945 y 1952 escribe un diario en el que irá profundizando sobre los
temas que más le preocupan, como son el drama español y la idea de
España, nuestro Siglo de Oro o el budismo. Son años en los que se
va radicando en él una vuelta al catolicismo, al tiempo que estudia
la cultura sefardí, el sufismo y la cultura japonesa.
En
1952, una crisis psiquiátrica lo obliga a recluirse temporalmente en
la clínica de Burlington. Será durante este período cuando,
gracias al aliento de Jorge Guillén, irá dando forma a los poemas
que más tarde tomarán cuerpo definitivo en
Versos,
un libro donde el poeta, sabedor del final de su vida, volcará toda
su experiencia espiritual y mística, abriendo los ojos a un mundo
que se le escapa de entre los dedos, pero al que interroga sin
acritud, contemplativamente. Versos
no
verá la luz sino después de su muerte, en la Málaga de 1961, y en
unas imprentas, las de Bernabé Fdez. Ganivell, emblemáticas para la
poesía española del siglo XX. Al mismo tiempo escribe su Auto
de los despatriados,
obra en la que Pizarro muestra su espíritu sincrético, al tiempo
que revive el tremendo drama interior de todo despatriado.
Su
muerte tiene lugar en la ciudad del Hudson el 10 de enero de 1956,
pero aún tendrá que esperar cuatro años para ver publicado su
primer libro de versos y algunos más hasta que el Auto
de los despatriados
vea la luz en Colombia.
Los
datos biográficos que se refieren a continuación han sido
obtenidos básicamente del libro FLECHA
SIN BLANCO,
firmado por Águeda Pizarro (Col. Los libros de la Estrella, Dip. de
Granada, 2004). En él, la hija del poeta hace un exhaustivo repaso
biográfico a través de la figura de su padre, al tiempo que
publica por vez primera cartas dirigidas a Lorca o a Guillén o nos
habla de la relación de su padre con María Zambrano y Gratiana
Oniçiu. El libro, imprescindible a la hora de acercarse a la figura
de nuestro escritor, incluye un interesante ensayo sobre la obra del
alajeño, así como abundante documentación fotográfica. Se ha
consultado también el libro de Miguel Pizarro POESÍA
Y TEATRO
(Col. Bca. de Bolsillo, Dip. de Granada, 2000) con introducción de
Águeda Pizarro y prólogo de Jorge Guillén.
Para
profundizar en esta relación es interesente el artículo Encuentro
con María Zambrano, firmado
por Águeda Pizarro en la revista República
de las letras,
nº 84-85, pp. 161.179. (Madrid, 2004). Este número, titulado María
Zambrano la hora de la penuria,
está dedicado monográficamente a la pensadora española.
Federico
García Lorca: Canciones
(1921-1924),
Ed. Litoral, Imprenta Sur, Málaga, 1927.
A
su hija, la también poeta y profesora Águeda Pizarro, debemos las
dos ediciones que sobre Miguel Pizarro se han publicado en España:
POESÍA
Y TEATRO (Dip.
de Granada, Granada 2000) donde se recoge la obra ya editada del
poeta alajareño, así como un interesante prólogo de Jorge Guillén
y MIGUEL
PIZARRO, FLECHA SIN BLANCO (Dip.
de Granada, Granada 2004), en el que, junto a un espléndido y
pormenorizado estudio, se publican por vez primera documentos
fotográficos, epistolares y poéticos del poeta.
Cfr.
Águeda Pizarro: FLECHA
SIN BLANCO,
Carta a Jorge Guillén, pág 165. Dip. de Granada, Granada, 2004.
El
documento queda recogido en el libro FLECHA
SIN BLANCO,
de su hija Águeda Pizarro, editado por la Diputación de Granada en
2004. pág 144 y ss.
Cfr.
Águeda Pizarro, FLECHA
SIN BLANCO,
pág 40. Dip. de Granada, Granada, 2004.
Cfr.
Águeda Pizarro: FLECHA
SIN BLANCO,
pág 42. Dip. de Granada, Granada, 2004.
Cfr.
Miguel Pizarro: POESÍA
Y TEATRO,
pág26, Dip. de Granada, Granada, 2000.
Cfr.
Miguel Pizarro: POESÍA
Y TEATRO,
pág 23. Dip. de Granada, Granada, 2004.
1 comentarios:
La recuperación de Miguel Pizarro Zambrano tiene que llegar de un momento a otro. No puede ocultarse por más tiempo un espíritu tan fino y sensible. Fascina su acercamiento al Japón esencial, tan inusual en nuestra literatura. Su interés por Unamuno y el sufismo, la mística y el budismo lo sitúan entre los que don Ramón Carande, llamaría "raros". Pero es esa rareza extrema, esa singularidad lo que nos enfrenta al reto de abrir nuestra mente para entenderlo y situarlo en su época y la nuestra, porque sin ese ejercicio seguirá siendo un desconocido. Gracias Manuel Moya. Además de las Obras completas de María Zambrano, y los trabajos de edición y recuperación de la Diputación de Granada, o las propias obras de Lorca, hay también un artículo de Eva Díaz Pérez y una tesis doctoral leída hace un par de años que ha trabajado en el Archivo del autor. Vale.
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