REGRESO

Querida y afecta feligresía,
os aseguro que soy un tipo caótico, poco firme, azaroso, en fin. No me gusta levantarme a la misma hora ni acostarme a la misma hora. Soy disléxico y vivo en un lugar disléxico del mundo. En un pequeño pueblo perdido en las montañas. Ahora, por ejemplo, pasa una nube y es hermosa. Y suena la campana hasta seis veces. El viento mece el aprendiz de chopo que tengo en la azotea. Ya puedo verlo desde mi sillón. Es que ha crecido. Qué bonito es crecer. Qué bonito seguir creciendo cuando las células del crecer te dice, tate, quédate en tu sitio. Creo que durante días voy a seguir escribiendo en este blog, pero no prometo nada, ni continuidad, ni horario ni nada. Cada día, eso sí, que pase por aquí os dejaré un micro, algún poema, algún bocado mínimo. No pretendo nada, no pido nada. Ese chopo de ahí afuera no pide nada, pero yo lo riego cada poco, cada día. Y vive. Es suficiente para vivir.

Y ahora el micro del día:

ESBIRROS



El hombre que cada noche duerme en el portal, hoy lo he sabido, no es más

que un contratado del ayuntamiento. Rodeado de cartones, de un escobón, de un carrito construido a base de despojos y apestando como una bodega, ese tipo no es más que un maldito contratado gracias a las oscuras ordenanzas municipales. ¿Merezco algo así? ¿Por qué nos trata como a imbéciles el ayuntamiento? ¿Creían que no me iba a acabar enterando? Todo, todo encaja. A mí no me la dan. Puedo parecer estúpido, pero a mí no me la dan. El ayuntamiento contrata a esos tipos para que sepamos qué es lo que nos ocurriría de no levantarnos cuando es todavía de noche, de no coger el metro cada mañana y de no volver ya oscurecido al lugar donde nos está esperando el hombre que apesta como una bodega, fiel esbirro, ya digo, del ayuntamiento. Entonces, sorteamos como podemos al tipejo, esperamos el ascensor, llegamos derrumbados a casa, besamos a la niña que está haciendo los deberes en su cuarto, ponemos el despertador a las seis y media y comenzamos a soñar en el adosado ese de la zona residencial, donde no dejan entrar a nadie, y mucho menos a los esbirros del ayuntamiento.

El micro pertenece al libro La sombra del caimán (Ed. Onuba, 2006), que anda ya agotado. Recientemente ha salido en Antología del microrrelato español (1906-2011) El cuarto género narrativo, en edición de Irène Andrés-Suárez (ed. Cátedra, Madrid 2012).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me alegra tu decisión de volver, Manolo.
Un beso

(Cuando he llegado me he dado cuenta de que ya estaba ahí, no sé cómo, o al menos no lo recuerdo. Esto es casi como lo de viajar en el tiempo y verse a una misma O.O)

Unknown dijo...

Tres anos de sequí cribernética... ¿Será esto la novena plaga bíblica? Porque la octava ya fue ¿no?