Caravaggio, detalle de El Desprendimiento |
Edward Hopper, Domingo. |
micro de Manuel Moyano (Teatro de cenizas)
Después de incontables generaciones de monos golpeando teclas al azar durante miles de años, uno de ellos consigue por fin escribor El rey Lear. Hace tanto tiempo, sin embargo, que el idioma inglés fue completamente olvidado, que los sucesores del experimento no encuentran lógica alguna en aquel mazo de papeles y lo arrojan sin vacilar a al trituradora.
Acabo de dar por terminado también Teatro de ceniza, de Manuel Moyano (Editorial Menoscuarto, 2011), un espléndido libro de microrrelatos y un prosista brillante, inspirado, capaz de sorprendernos en cada una de las piezas (y son 100). El libro realmente es un catálogo de perplejidades, un bestiario al modo de Borges o de Perucho, una summa de laboriosos desencuentros y vislumbres de la realidad. Manuel Moyano -no confundir con un servidor- consigue en este libro espléndido rastrear con rigor en la cara B de las cosas, en las grietas, en los subterfugios, en esos psuntos G de la materia gris. En un teatro de ceniza, cualquier teatro de cenizas, nada puede ser lo que parece. Este mundo, como cualquier otro mundo, se caracteriza por la porosidad y la pilosidad y así comparte corredores, perspectivas, simetrías con esos otros mundos a los que a veces el miedo, la fiebre, el sueño, el símbolo, la esperanza o la imaginación, nos empujan. Todo en este libro es cuestión de perspectiva. La realidad -cualquier cosa que sea la realidad- es una cuestión de perspectiva.
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