MARIPOSA AZUL

Ha vuelto a caer la noche. Mientras escribo, en los Estados Unidos de América se prestan a cerrar las urnas. El mundo encoge la respiración. La cosa queda entre los viejos carcamales represetandos por Mr Rumney y el tibio progresismo de Obama. Recuerdo a Suetonio y su historia de los doce césares. Recuerdo a China, ese gigante que renace de sus cenizas y que en un par de décadas -o acaso menos- se hará con el cotarro de todo. Tenemos cerca de nosotros el invierno. Hoy el cielo ha estado vivarachamente azul. Hoy se ha desangrado el cielo. Los caminos están lleenos de hojas y la humedad lo empaña todo. Dejan estos días un poso de tristeza. Pero no estoy triste. Muy al contrario, comienzo y acabo el día pulsando estas teclas, acariciando la nuca de un vencejo, poblando la palabra de una cierta claridad. El mundo ahí afuera se cae en pedazos. La luz del Conquero me persigue. Una mariposa azul se agita en el corral de Israel, mi joven vecino. Durante horas esa bellísima mariposa azul agita sus alas en torno a una mata de romero. Dios, cuánta belleza, me digo sin poder parar de mirarla, saco la cámara y, zas, la atrapo en ella... sólo que cuando amplío la foto me doy cuenta, ay, de que la mariposa es de tela y que está atada a un alambre que se agita con el viento. La pregunta que me hago es: cambia en algo el hecho de que la mariposa sea de pega? ¿No sigue siendo hermosa la mariposa? ¿Qué es lo que invalida su hermosura? Y me digo una y otra vez que no, que nada cambia, pero sin embargo hay algo que la hace algo menos hermosa.


CERVANTES

Un segundo antes de venirle a las mientes aquello de "en un lugar de La Mancha etcétera etcétera", aquel pobre manco y acabado ya era Cervantes.

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