Hace algo más de diez años publiqué en la madrileña revista El invisible anillo, dirigida por Agustín Porras, un texto sobre la poesía onubense durante el siglo XX. Por razones de espacio pasé por Juan Ramón de puntillas y no dediqué el espacio que debiera haber dedicado a las vanguardias, en concreto a Rogelio Buendía, pero en realidad yo quería tratar la poesía onubense tras la guerra civil. En fin, creo que no me costaría mucho actualizar el artículo y seguro que lo iré haciendo poco a poco. Ahora, pues, me limito a vertirlo como lo escribí en aquellas fechas, con alguna nimia precisión.
MAPA
POÉTICO ONUBENSE,
DE
LA INSULARIDAD AL ÉXTASIS
Manuel
Moya
Juan Ramón Jiménez |
La
figura miliar de Juan Ramón Jiménez, este no es ningún secreto, ha
definido y condicionado gran parte de la poesía hispánica a lo
largo de todo el siglo XX. Su fulgurante obra ha supuesto uno de los
más grandes paradigmas de nuestra literatura para las últimas tres
o cuatro generaciones, siendo su huella acaso la más fértil y
rastreable de todo nuestro ámbito lingüístico. El sólo estudio de
sus aportaciones, la reseña de sus libros y los comentarios acerca
de su figura, ofrecen un aparato bibliográfico devastador, pero, si
bien es cierto que la obra del andaluz universal está imbuida por la
luz moguereña y por la presencia recurrente del mar de su infancia,
la presencia física y real de Juan Ramón en Huelva no es demasiado
relevante, lo que de ningún modo significa que su obra no haya
representado el tendido eléctrico por donde fueron discurriendo las
corrientes literarias onubenses a lo largo de todo el siglo XX, y
esto tanto por activa como por pasiva.
LAS
VANGUARDIAS
Rogelio Buendía |
Quien
sí mantuvo una relación muy intensa con Huelva fue el médico y
poeta Rogelio Buendía (1891), autor, entre otros, de los libros La
Rueda de color
(1923), o Naufragio
en tres cuerdas de guitarra,
ilustrado por Salvador Dalí (1928), tempranamente adscrito al
ultraísmo hispalense a través de la revista Grecia
(1916-1918), y amigo del carismático viajante de maquinaria
agrícola, Adriano del Valle, que se van a convertir en fervorosos
publicistas de los movimientos de vanguardia que se abren paso en
nuestro país a partir de 1915. En efecto, tanto el médico Rogelio
como el viajante de maquinaria agrícola Adriano se convierten en
fervientes paladines de las nuevas corrientes estéticas del momento,
fundando revistas, agitando las dormidas conciencias estéticas y
manteniendo una intensa correspondencia y hermandad con vanguardistas
franceses como Valery, Larbaud o Apollinaire, con los futuristas
italianos, Marinetti a la cabeza, y con los llamados modernistas
lusos (paulistas, interseccionistas...), entre los que cabe destacar
al “crítico” Pessoa y al poeta interseccionista Campos como
principales referencias1.
En 1927, enterrados ya los miasmas del ultraísmo, Rogelio y Adriano
(casado éste con una onubense y con residencia en la capital del
Tinto), junto al ganadero-poeta Villalón, quien ha tenido sus más y
sus menos con los poetas sevillanos de Mediodía,
deciden poner en marcha la revista Papel
de aleluyas
(Huelva 1927-1928 Sevilla), abierta a las nuevas corrientes
estéticas, y en la que participan algunos de los más relevantes
escritores de la época, tal es el caso de Guillén, Bergamín,
Cernuda, Diego, Alberti, Giménez Caballero, Altolaguirre, Ayala o
Moreno Villa.
Durante
el periodo republicano, Huelva -una pequeña ciudad de provincias en
la que se vive bajo un régimen no lejano al colonialismo, debido a
la presencia tutelar de la compañía inglesa de minas- experimenta
un desarrollo cultural y artístico impensable, dando lugar a una
nueva y prometedora generación de poetas y plásticos, como Jesús
Arcensio, Pepe Caballero, Rafael Manzano, Xandro Valerio, Antonio de
Salas Dabrio... que mantendrán vivas, junto a instituciones como el
Ateneo o los tres diarios provinciales, las expectativas artísticas
del entonces poblachón andaluz. Será, no obstante, José María
Morón (Puebla de Guzmán, 1898-1966 Madrid), un poeta adscrito
emocional y vitalmente a la cuenca minera, quien en 1933 consiga
sorpresivamente el premio Nacional de Poesía con el libro Minero
de estrellas,
de una dura denuncia social que, recogiendo la experiencia de los
mineros de la cuenca riotinteña, viene a reflejar los conflictos de
clase latentes en la sociedad española de la época, cada vez más
polarizada. El éxito inesperado de su libro viene a refrendar el
cambio de sesgo que por entonces comienza a manifestarse en la poesía
española, que pasa del formalismo exacerbado de los poetas
“gongorinos” (recordemos el Perito
en lunas, de
Hernández), los experimentos surrealistas, o la llamada poesía
pura, en la línea de Juan Ramón, a una progresiva toma de
conciencia ideológica, fruto de las graves tensiones sociales que se
dirimen en España y en Europa y de la que gran parte de los autores
no puede ni quiere enajenarse. Uno de los poetas que van a propiciar
esta nueva visión conflictual en el panorama español será, sin
duda alguna, José María Morón. El ejemplo de Morón no tendrá una
continuidad clara e inmediata en la lírica tartésica (aunque sí,
curiosamente en la plástica, con Vázquez Díaz, Labrador, Pepe
Delgado...), si bien obras posteriores como la de los también
mineros
Juan Delgado o Rafael Vargas, seguirán en cierto sentido su ejemplo
y ninguno de ellos olvidará en sus discursos el ascendente social,
que el primero mezcla con lo existencial y lo telúrico y el segundo
adscribe a una poesía que se imbrica en el tejido autobiográfico.
Aunque más diluida, su impronta reaparece en poetas finiseculares
como Eladio Orta y Antonio Orihuela. Cabe a Morón, como también a
Ciges o Concha Espina, ser los precursores de una literatura de
problemática social, que en los años 50 y 60 del pasado siglo, en
pleno franquismo, va a tener un protagonismo esencial, que reaparece
guadianescamente a finales de siglo a través de poetas como
Riechmann o Falcón, cuyas referencias provinciales más claras son
los citados Orta y Orihuela a los que cabría sumar el Antonio de
Padua de Poemas
de diario,
Eva Vaz, María Gómez o Violeta c. Rangel.
Jesús Arcensio |
Durante
los años inmediatamente anteriores a la guerra civil el ambiente
literario de Huelva es muy interesante. Suplementos literarios como
Letras,
dirigido por Julio Palacios y Jesús Arcensio nos hablan de una
variopinta nómina de jóvenes y entusiastas poetas que
lamentablemente no tendrán la oportunidad de “cuajar” en un
ambiente propicio. Este es el caso del cachonero Luis Pérez Infante,
que en tal periodo estudia filosofía y letras en la Universidad
Hispalense, donde ejerce el poeta y profesor Jorge Guillén, que
impregnará al alumno de una visión purista frente a códigos
literarios más combativos, tal y como evidencia la revista Nueva
poesía que
Pérez Infante funda en otoño de 1935 junto a los compañeros de
facultad Francisco Infante Florido y el jerezano Juan Ruiz Peña. Los
escasos poemas de Pérez Infante publicados en esas páginas nos
colocan ante un artista prometedor, muy bien dotado formal e
intelectualmente, que ya ha entroncado con los poetas mayores como
Juan Ramón, del que escribe una virtuosa y entusiasta reseña
crítica. Cuando estalla la sublevación de corte fascista
protagonizada por Franco, el joven poeta cachonero cuenta con 24 años
y se halla en Madrid, alejado de su familia, donde ha ido a
presentarse a unas oposiciones, quebrándose para siempre sus
prometedores comienzos. No muy distinto es el caso de Jesús
Arcensio, que en los meses anteriores a julio del 36 ejerce de
profesor en Ayamonte aunque hay datos que desmienten tal afirmación.
Arcensio, que publica con cierta regularidad en revistas de dentro y
fuera de la provincia también ve rota de forma drástica su
progresión.
EL
PERIODO OSCURO
La
guerra civil viene a suponer una rotunda e insalvable sima para la
poesía onubense. Algunos de sus más importantes cultivadores, como
Juan Ramón, Pérez Infante (Galaroza, 1912-1968 Montevideo) o Miguel
Pizarro (Alájar, 1897-1956 Nueva York) marchan al exilio americano
del que no regresarán; si bien el maestro moguereño retomará su
actividad artística con nuevos bríos, evolucionando hacia una
poética mucho más profunda, personal y rica, los prometedores
jóvenes Infante y Pizarro, cuyas actividades previas y relativas al
período bélico han sido relevantes, quedarán definitivamente
destrozados sicológica y creativamente, hasta el punto de que no
verán publicados sus poemas hasta años después de haber fallecido.
El otrora infatigable Rogelio Buendía y José María Morón, se
auto-recluyen en Elche y Madrid respectivamente, donde sus obras irán
languideciendo; los más jóvenes, que, más por razones de
oportunidad geográfica que ideológica, se encontraron en el lado
nacional, se dispersan también por el territorio peninsular, de
manera que la ciudad, expuesta a una feroz represión, queda
convertida en un auténtico hontanar cultural.
Acabada
la guerra, el prometedor Jesús Arcensio (Galaroza 1911-1992
Sevilla), regresa a Huelva tras un breve y frustrante paso por
Madrid, para hacerse cargo del Cabaret Bahía. El Bahía, situado en
la nocherniega y rufianesca calle Gran Capitán, se convierte desde
el principio en un antro de extraordinaria agitación social, donde
vienen a coincidir los personajes más atrabiliarios del poblachón
onubense, con los artistas en ciernes y con los espíritus más
esquivos al régimen y todos ellos con los rudos marineros que Xandro
Valerio (Moguer, 1910-1966 Madrid), poeta reciclado como gran
letrista, recoge en su monumental copla Tatuaje.
El Bahía fue durante los tempranos años cuarenta el antro más
singular e interesante de toda Huelva, regentado por un personaje con
aspecto de gentleman inglés, tras el que se escondía una
personalidad bohemia y torturada por los costurones de la guerra y de
la represión: Jesús Arcensio. Personaje novelesco donde los haya,
que ofició de espía alemán durante la segunda guerra mundial,
montó en 1942 la revista Chabola,
junto a Leopoldo de Luis y Rafael Manzano. Su primer número está
dedicado nada casualmente al poeta soriano y falangista Dionisio
Ridruejo, cuya deriva política nos recuerda a la de Arcensio,
falangista convicto y desesperanzado como él. Más allá de la
pequeña isla que supone el Bahía, el ambiente choquero es purulento
e irrespirable, debido a la atroz represión franquista y a la
monstruosa corrupción moral de las nuevas autoridades, lo que
conduce al poeta de Galaroza, que se ve a sí mismo perdido, vacío,
marginado y solo, a un primer intento de suicidio. Su poesía,
sustentada hasta entonces en el soneto de raíz clásica con tímidas
pinceladas vanguardistas, deriva hacia el versolibrismo vallejiano,
con cambios abruptos y una cada vez más evidente tensión dramática
y existencial. A partir de entonces, Arcensio se convierte tanto en
un fantasma de sí mismo, cuanto en el referente un poco hastiado de
las nuevas generaciones. Su escasa obra editada en vida se publica en
su ocaso, reduciéndose a 30
sonetos (1975)
y 12
poemas
(1992), cuyos meros títulos nos dan a entender el escasísimo
interés que este hombre descorazonado sintió por la difusión de la
propia obra. Tras su fallecimiento, José Baena Rojas, publicó su
Poesía
completa
(1997), a la que hay que añadir la antología Sueño
y costumbre
(2002), editada por la Asociación Huebra.
José Manuel De Lara |
La
desconexión de la poesía onubense con la nueva realidad poética
española data de los primeros años de la posguerra y no se verá
parcialmente restablecida hasta mediados de los años 80. Tras la
guerra, Huelva se viene a convertir en una ínsula cultural,
desgajada del resto del territorio. Sus poetas raramente publican y
cuando lo hacen se encuentran con un helador silencio exterior. No
será hasta mediados de los 50, cuando una nueva promoción de poetas
comenzará a dar un cierto aplomo literario a la ciudad dormida. El
baudelariano Salas Dabrio, los más clásicos José Manuel de Lara,
Manuel Sánchez Tello, el más tarde novelista José Luis Terrero y
el incorregible Diego de Figueroa, formarían el efímero grupo La
Rueda
(1954-1955). Estos jóvenes habrán de ser los encargados de
dinamizar la vida literaria de una ciudad que aún no se ha sacudido
el vendaval de la guerra y que vive exclusivamente del puerto, de la
pesca y de la administración. En 1955 aparece la revista La
Niña,
con el inagotable José Manuel de Lara, Pedro Bargueño, Figueroa y
el propio Arcensio, que parece renacer de sus infiernos. Ninguno de
ellos, como queda dicho, se adscribe a los cánones críticos de la
llamada generación del 50 y se percibe en ellos un tono clásico y
tradicionalista, quebrado sólo por el acento existencial de Arcensio
y por el decadentismo bohemio de Figueroa. Con todo, J. M. de Lara
(Motril, 1929), uno de los más activos del grupo y su referencia
natural, es un poeta de un pellizco humano, con una cierta tendencia
natural a la melancolía y al clasicismo. Otro poeta muy interesante
de esta época es Fco. Garfias (Moguer 1921), que pronto seguirá los
pasos de su paisano Xandro Valerio, tomando el camino de Madrid,
integrándose así en la nueva realidad poética española. Su libro
La
duda
recibirá en 1971 el Premio Nacional de Poesía. Garfias, gran
estudioso de su paisano Juan Ramón, es un poeta sobrio, ensimismado,
zurbaranesco, de una verdadera y rica religiosidad, cercano en sus
preocupaciones existenciales a Leopoldo Panero o Vivanco.
LOS
DIFÍCILES 60 Y 70
Manuel GarridoPalacios |
A
principios de los años 60 se va a producir un hecho de capital
significación en la historia de la ciudad estuaria: la ubicación en
sus exteriores del Polo Químico. El Polo, verdadera catástrofe
ecológica y paisajística para la ciudad, va a transformar para bien
y para mal el perfil de una población que en la década de los
cincuenta apenas si superaba los 50.000 habitantes y que a finales de
siglo, viene a triplicar este número. Todo el resurgimiento cultural
que se produce en Huelva en este periodo, mal que bien, es
inexplicable sin la revolución económica y demográfica que supone
la implantación del entramado industrial en una ciudad que hasta
entonces había vivido básicamente de los sectores primarios, de la
actividad purtuaria y de la burocracia. Muchas personas llegadas de
otras tierras españolas, recalan en Huelva, trayendo consigo nuevo
aliento a la ciudad y abriéndola al exterior, de tal modo que en la
década de los sesenta se advierte un creciente impulso cultural y
político coincidente con la lucha clandestina. En 1962 se forma el
llamado Grupo
Santa Fé,
al que suele denominarse también grupo puente, pero que toma su
nombre de la conocida taberna homónima del popular y céntrico Paseo
del Chocolate, donde se reunían, a veces escoltados por números de
la policía, cuya sede era frontera con la popular taberna; compuesto
inicialmente por los pintores Manuel Crespo, J.M. Seisdedos, y los
escritores Paco Pérez, M. Garrido Palacios y el pronto desaparecido
Manuel Pizán, irá abriéndose a figuras como Ricardo Bada o José
Mª Franco, acogiendo más esporádicamente a personajes como Víctor
Márquez Reviriego, J.M. de Lara, Enrique Montenegro o Jesús
Hermida. El grupo, integrado por poetas, músicos, periodistas,
plásticos y diletantes, se desgaja en 1964. El Santa
Fé,
muy activo política y culturalmente mientras duró, llegó a editar
una interesante colección literaria, la primera en Huelva después
de la guerra civil, con el significativo título de
Litoral.
Los últimos años de la década serán de una desconocida animación
cultural, gracias, sobre todo, a las actividades de algunos miembros
del ya escindido Santa
Fé
y a la paulatina incorporación de otro grupo emergente El
Atalaya
(1966-1970), o de la
ruptura,
en el que se integraban los entonces jóvenes creadores José Manuel
Gómez y Méndez, José Baena Rojas, Juan Antonio Guzmán Camacho,
Juan de Mata Rodrigo, Juan Drago, Juan Andivia, Abelardo Rodríguez,
Félix Morales o José Antonio Antón, y cuyas actividades van a
prolongarse hasta la llegada del régimen constitucionalista. Fruto
del impulso cultural y político que supone el Atalaya,
nacerá el grupo folk Jarcha,
cuya canción Libertad
sin ira
se convertirá, como se sabe, en uno de los referentes icónicos e
ideológicos de la transición española. El mérito del grupo
Atalaya,
muy dinámico, fue incorporar los nuevos lenguajes musicales,
teatrales, cinematográficos y sociológicos inspirados por los
movimientos contraculturales del 68, que por esos momentos inundan y
transforman España y que, a la postre, prepararán el terreno de la
transición. El Atalaya,
sin embargo, tampoco consigue vencer las barreras provinciales, a
pesar de su espíritu rupturista e innovador. Muchos de sus miembros,
sin embargo, van a tener una importancia decisiva en la producción
literaria de los 70 y los 80.
Juan Delgado López |
Mención
aparte merece el poeta de Campofrío, Juan Delgado (1933-2010), cuyas
primeras entregas salen a la luz en estos años. La tardía
publicación de sus libros nos impiden inscribirlo en la llamada
generación del 50, con quienes, evidentemente, comparte estética y
vivencias; dueño de una obra sólida y singular de corte
existencialista, Delgado comienza con un libro de temática amorosa,
para proseguir con El
cedazo
(1973), un texto agrio, muy en la línea de Morón, que alude a la
feroz represión sufrida sobre sus propias carnes en los sufridos
pueblos mineros; a este libro le siguen otros de fuerte contenido
telúrico como De
cuevas y silencios
(1988) o existencial, como Tiranía
del viento (1998),
que convierten a este poeta radicado en Riotinto en una referencia
obligada de la poesía onubense del segundo medio siglo, tanto por su
sólida concepción formal, como por la hondura existencial de su
obra.
Juan
Delgado, es un poeta de senectude, y será cuando el poeta advierta
la lejana sombra de la muerte, que su verso se haga más tenso y más
necesario. Libros finales como Habitantes
del bosque,
uno de sus hitos líricos, Cancionero
del Tinto
o Sueño
de una noche de ginebra
encierran tal vez lo mejor y más ineludible de su obra y todos ellos
hablan del compromiso con la vida, pero también de la presencia cada
vez más evidente y cercana de la hora de esa verdad que para el
poeta es la muerte. En sus últimos años, el poeta, alejado de los
ruidos procedentes de un exterior que cada vez parecen interesarle
menos, se recluye en la Naturaleza, de la que en cierta forma se
siente excluido y a la que va a retornar. A Habitante
del bosque cabría
interpretarlo como la llamada de esa naturaleza y la necesidad que el
poeta siente de fundirse en ella, como si la vida hubiese puesto
entre la Naturaleza y el hombre una barrera infranqueable que el
poeta, consciente, quisiera franquear de una vez por todas. Será la muerte la que habilite esa frontera. Sueño
de una noche de ginebra,
su último libro, incide sobre esta visión del mundo, pero en él
existe ya una intención de despedida y en cierto sentido cabría
interpretarlo como un juicio a sí mismo y al mundo que lo ha
acogido.
LOS
80
Rafael Delgado |
Los
últimos setenta, con una normalización democrática que trae
consigo nuevos intereses y derivas culturales, son años fértiles en
el activismo literario de la provincia. Así, de un primer
reagrupamiento de los viejos integrantes del Santa
Fe
y Atalaya,
nace el Club de Escritores Onubenses y, de él, la colección Alazán,
donde publican sus primeros libros poetas como Drago o Guzmán
Camacho. En 1982 se instituye el Premio Hispanoamericano Juan Ramón
Jiménez y la fundación del mismo nombre, en un intento de apertura
a la realidad poética española. En 1981 nace en la capital del
Odiel un nuevo proyecto cultural,
Celacanto,
que editó tres números de la revista homónima dirigida por Jesús
Díaz, y otra nueva colección poética donde fueron encajando los
nuevos valores. En la revista
Celacanto
(1983-1986) colaboran escritores de ámbito nacional, lo que supone
un primer intento de reconectar la poesía onubense con la española,
de la que se había desgajado, como queda dicho, a principios de los
años 40. Por esas mismas fechas aparece, bajo el respaldo de la
Diputación Provincial, la revista Con
Dados de Niebla (1984-2000),
dirigida por Juan Cobos, que, a pesar de un acusado solipsismo,
refuerza los vínculos con las nuevas estéticas que campan por el
resto de la península, mérito que comparte con el suplemento
literario El
fantasma de la glorieta.
Esta última revista tuvo su nacimiento en 1984 y fue
originariamente
editada como suplemento del diario Odiel,
y posteriormente de La
Noticia de Huelva
para, de ahí, ya como publicación de carácter autónoma, pasar a
la Diputación Provincial, renaciendo una vez más en el año 2001,
en formato web, de la mano del que siempre fue su director: Félix
Morales. Por este curioso y accidentado suplemento pasaron algunas de
las voces más notables de la emergente literatura española de los
primeros ochenta. Otro proyecto literario que obtuvo por estos años
una gran significación fue el riotinteño Pliegos
de Mineral (1982-1985),
colección de libros y plaquettes, dirigida por el poeta Juan
Delgado: el ineludible Juan Ramón, Bergamín, García Montero, Juan
Rabades o el propio Delgado, son algunos de los autores que
conformarán esta interesantísima colección.
Abelardo Rodríguez |
Los
ochenta suponen para Huelva un lento crecimiento económico y una
voluntad política por intervenir en las estructuras culturales y
sociales de la ciudad, de manera que las instituciones se ven en la
necesidad de afirmar un tejido cultural aún inconsistente, para lo
que se crean cauces y apoyos a la creación, sobre los que se
asentarán las nuevas iniciativas y voces literarias. En sentido
opuesto, la intervención institucional traerá consigo un cierto y
cada vez más acusado desajuste entre la cultura oficial y la
independiente, que en esos años, y por reacción, comienza a abrirse
camino. Los años 80, pues, vienen a significar en la aún aislada
lírica onubense un paulatino acercamiento a los lenguajes poéticos
del resto del país, si bien con un acentuado retraso. Félix
Morales, Juan Cobos, Abelardo Rodríguez, Nieves Romero, Ramón
Llanes, Rafael Delgado, Juan Drago, José Juan Díaz Trillo, Carmen
Ciria o Diego Ropero, cada cual desde su impronta personal, se
acercan a la poesía de los novísimos, o del lenguaje, dando una
importancia estelar al paisaje y a la luz del viejo Tartesos y, sobre
todo, subrayando su afinidad con la poesía juanramoniana,
paradigmática para los poetas mencionados. De todos ellos, quien más
rotunda y obsesivamente reproducirá la tensión paisajística será
el ya fallecido Abelardo Rodríguez (Huelva 1948-2005 Sevilla),
poeta, filósofo y pintor esencialista de tan significativos títulos
como Océano
(1975), Marismaire
(1991), Añilaire
(1995), Celestología
(1996) o Azulario
(1998); Juan Cobos (Riotinto, 1955) se instala en un cierto
neo-barroco, muy en la estela de Mestre, Pérez Estrada o la
Rossetti, aunque sus últimos libros evolucionan hacia una
cotidianidad, lastrada acaso por un lenguaje ampuloso y carente de
una verdadera fuerza interior; Rafael Delgado (Huelva, 1949) es,
seguido muy de cerca por Félix Morales, el poeta más singular del
grupo, con una obra intuitiva y siempre conflictual; Félix Morales
se ha sentido atraído desde sus inicios por una poesía fuertemente
inspirada por las vanguardias, aunque sus últimos libros, La
belleza es el ángel del misterio (2003)
y
El mar tiene hoy color de estar pensándose
(2004), se detienen en el paisaje atlántico; Nieves Romero (Galaroza
1961), que ha cambiado la literatura por la jardinería, representa
junto a Carmen Ciria la aportación onubense al fenómeno de la
poesía femenina, aunque Nieves, a diferencia de Ciria, se centre más
en la interiorización y la abstracción del paisaje, que en la
identidad femenina, tema que en Ciria es nuclear. Diego Ropero
(Moguer, 1954) es un poeta formado en la capital hispalense, y
participa más de una visión culturalista y serena, cercana ya a los
postnovísimos. Junto a ellos, es necesario mencionar a los muy
interesantes Juan Drago, Paco Pérez y Guzmán Camacho, que, aunque
mayores en edad, participan de las maneras y de la evolución del
grupo. Drago, autor premioso pero de sólida obra, es acaso uno de
los poetas más notables del actual mapa poético huelvano, con
libros como Con
un río en los brazos
(1984) o
Ámbito de la diosa
(1986). Una ya larga enfermedad lo mantiene fuera del movimiento
literario onubense, pro su obra es sólida y sus inéditos son
interesantes. Paco Pérez, autor que se escora hacia la narrativa, es
un fantástico creador de atmósferas, como revelan sus últimos
libros. A todos estos poetas de los 80 les cabe el indudable mérito
de haber elevado el nivel obsoleto de la lírica onubense en unos
años en los que la capital comienza a urdir su nuevo tejido
cultural, impulsando actividades y proyectos del calado de las
revistas Volandas
y las citadas Con
Dados
y El
fantasma o
la puesta en marcha de las colecciones institucionales. El grupo, que
acaso por las claras desavenencias internas nunca llegó a fraguarse
como tal, observa rasgos extraordinariamente afines, al menos en sus
inicios, cuales son el ya citado interés por el paisaje, la
concepción del poema como artefacto lingüístico y el común
magisterio del moguereño Juan Ramón de Animal
de fondo
o Espacio.
En la actualidad todos ellos siguen en activo, exceptuando al
fallecido Abelardo, cuyo último libro es
Deriva
(2004), y Nieves Romero, que recogió toda su obra en Poesía
reunida
(2004).
LOS
POETAS URBANOS DE LOS 90
Bar 1900, Huelva. Centro poético onubense desde los 90. |
La
década de los 90 supone para Huelva cambios drásticos que afectan
no sólo al urbanismo, transformador de la fisonomía de la ciudad,
sino también a la propia realidad social, económica y cultural,
como es el caso de la puesta en marcha de la Universidad Onubense,
que proporcionará a la vieja capital estuaria un dinamismo juvenil
desconocido. Huelva, que presentaba a mediados de los 80 un aspecto
urbano realmente desazonador, a medio camino entre una ciudad
agrícola e industrial, logra a lo largo de los noventa cerrar su
tejido urbanístico, aunque para ello, como es obvio, tenga que
enterrar parte de su pasado más reciente. 1992 será un año de
profundos cambios en la poesía onubense. Una mañana de octubre, el
viejo poeta Jesús Arcensio toma el tren hacia Sevilla y allí, en
uno de sus más emblemáticos jardines, se dispara en el pecho. Unos
meses antes comienza a funcionar en la calle Garci Fernández la
Tertulia 1900, que obtiene el nombre del bar en el cual se reúne
todos los jueves. Su instigador es Uberto Stabile, un valenciano que
ese mismo año se radica en la capital estuaria y que con el tiempo
se convertirá en el catalizador de los movimientos literarios de la
provincia, exceptuando los oficialistas, con los que mantendrá
frecuentes y agrias disputas. El éxito fulminante de la tertulia
anima a sus integrantes a instituir una colección de cuadernos que
será el germen de una producción bibliográfica creciente. La
Tertulia 1900, fundada, entre otros, por el propio Stabile, Fco. J.
Reyes, Pedro Javier Pedros, María Gómez, Antonio de Padua Díaz,
Francis Vaz, Ángel Poli o Antonio Mª Jiménez, dueño del bar y
continuador actual del proyecto, se convertirá en la década de los
90 en un irradiador cultural de la ciudad y en el pretexto para
encontrarse con poetas y artistas de otras latitudes que se acercan a
Huelva. Puede decirse que todos los creadores literarios de la
provincia han pasado por el 1900 y muchos son los que allí han leído
por vez primera sus versos.
Uberto Stabile |
De la Tertulia 1900 nacerá el proyecto
de los encuentros de editores independientes (hoy EDITA), con sede en
Huelva, Palos y finalmente Punta Umbría, donde se ubica en la
actualidad y donde ha quedado definitivamente consolidado.
Variopinto, singular y enriquecedor, EDITA se ha erigido en un foro
nacional de propuestas alternativas, así como en un referente de las
corrientes más marginales, laterales o decididamente cimarronas del
arte y la producción literaria española de los últimos años.
Ambos proyectos, consolidados en el tiempo, han venido a contribuir
de forma decisiva para avivar los contactos personales entre los
distintos creadores y tendencias de la provincia, lo que ha derivado
en un movimiento sinérgico y plural, de un claro carácter combativo
y urbano, que ha facilitado el acceso de casi todos ellos a las
nuevas y minoritarias editoriales del resto de España, lo cual
supone una novedad nada irrelevante para la creación poética
onubense, tradicionalmente arrinconada y desconocida. Uberto Stabile,
poeta cercano a los postulados neo-beats de la escritura y de la
vida, contagia a la finisecular lírica onubense de un cierto gusto
por el prosaísmo, por la cruda realidad social y un interés
específico por los espacios y la identidad urbana. Paralelamente a
los movimientos e iniciativas literarias surgidos en la capital,
nacen otros movimientos en el resto de la provincia, como el
ayamontino Crecida,
un grupo combativo e ideológicamente muy comprometido, con Eladio
Orta, Mada Alderete, Antonio Miravent y Diego González como
principales integrantes; es importante también el grupo serrano que
comienza con la publicación de la revista Sin
embargo
(1994-2000), de la que derivará el grupo Huebra,
que tiende a presupuestos poéticos más abiertos, y que agrupa a
todos los escritores de la serranía onubense, entre ellos a Rafael
Vargas, Juan Antonio Muñiz, Felisa Zarza, Ernesto Martín, Mario
Rodríguez, Thassio, Glez Flores, Carlos Sánchez, Elías Hacha,
Ignacio Garzón o Manuel Moya; el capitalino Madera
Húmeda,
nacido de una escisión del 1900, hasta fechas recientes no ha
acabado de crear y consolidar su propio espacio. Junto a ellos,
emergieron grupos menores que no se llegaron a consolidar, como es el
caso de
La Palmera
en la comarca del Condado o Aljife,
que acabó integrándose en Huebra. Con todo, el colectivo poético
del 1900, tiene la virtud de aglutinar a los demás movimientos
dispersos, o al menos a sus integrantes más cualificados, entre los
que cabe mencionar al propio Stabile (Valencia, 1959), Eladio Orta
(Ayamonte, 1957), Antonio de Padua Díaz (Huelva, 1962), Eva Vaz
(Huelva, 1972), Ángel Poli (Madrid, 1964), María Gómez (Isla
Cristina, 1964), Antonio Orihuela (Moguer, 1965), Diego González
(Ayamonte, 1962) o Manuel Moya (Fuenteheridos, 1960) y su heterónima
Violeta c. Rangel.
La actividad editorial de todos ellos ha sido y es
considerable, estableciendo estrechos vínculos literarios a lo largo
de todo el país y aún fuera de él. La irrupción de estas nuevas
voces supuso hacia 1995 no pocas controversias con el grupo anterior
y más concretamente con los poetas más institucionalizados, con los
que, además, manifiestan divergencias estéticas evidentes. Y es que
los poetas del 1900 centran más el texto en la realidad que en el
lenguaje, habiendo en sus discursos un compromiso social e ideológico
del que carecían sus predecesores. La suya, por tanto, es una poesía
de menos recursos lingüísticos, pero de una expresión más viva y
directa, que no se centra ya en elementos abstractos y
metaliterarios, sino en la visión concreta del hombre y sus
conflictos temporales. Otra diferencia fundamental es que, en tanto
el grupo del paisaje apenas si publicó en los estrictos moldes
provinciales (con alguna excepción, sin embargo), los poetas
realistas se han integrado plenamente a las corrientes literarias y
editoriales del país, de forma que es fácil encontrarlos en
antologías, estatales o colecciones de primer nivel. Pero
centrémonos en los poetas concretos del 1900: Uberto Stabile,
practica una poesía de acento urbano y beat (la revista que dirige
ostenta el nada aleatorio marchamo de Aullido
en una no oculta referencia a Allen Ginsberg), deliberadamente
prosaica en libros como Perverso
(1997) o Empire
Eleison
(2000); el controvertido Francis Vaz, director de Tranvía
e
integrante de
Madera Húmeda,
se escora hacia un discurso más nihilista y escéptico, como se
percibe en su libro Artistas
por supuesto
(2003); Eladio Orta, poeta y activista ecológico, eje del grupo
Crecida,
es dueño de una poética mucho más visceral y fresca, con un
lenguaje deliberadamente bronco y salvaje en el que priva la denuncia
social (Leche
de camello,
1999) o su frontal lucha contra la desorbitada especulación
inmobiliaria que sufre su tierra costera; Antonio de Padua Díaz,
director de la extinta Océano,
es un poeta versátil, con una carga incendiaria menor que los
anteriores, pero de un evidente interés por lo cotidiano, como
refleja en su hasta ahora mejor libro, Diario
del paseante (1993)
o también en
Poemas de diario
(1998); la poesía de Eva Vaz, ex-Cacúa, la más joven del grupo,
deriva hacia un feminismo que no se aleja del realismo sucio, con
registros cercanos a David González o Violeta c. Rangel; Ángel Poli
(Madrid, 1961), integrante también del subgrupo Madera
Húmeda,
junto a F. Vaz y Fco. Ruano, es acaso el poeta de menor carga
ideológica, aunque paulatinamente ha ido derivando de un acusado
intimismo hacia una poesía de tono realista e irónico, cercano
quizás a Antonio de Padua, como demuestra en su caluroso Vecinas
en verano
(2005);
Eva vaz |
María Gómez representa acaso la voz más cálida, pero en
su discurso predomina el elemento ecológico y la identidad femenina,
menos radicalizada, eso sí, que en Eva Vaz o Mada Alderete; el
moguereño Antonio Orihuela, director de los anuales Encuentros
Poéticos de Moguer es, de todos, el más politizado y el más
consistente ideológicamente, y esto tanto en sus textos de
naturaleza discursiva cuanto en los de naturaleza visual; Diego
González, ayamontino de Crecida,
el otro poeta visual del grupo, deriva hacia la crítica social y el
consumismo; Manuel Moya, director de la desaparecida Sin
embargo
y, en la actualidad, codirector junto a R. Vargas de la revista
virtual Hwebra
y de la colección de libros Biblioteca
de la Huebra,
transita entre una poesía de corte humanista y esencial con libros
como Las
islas sumergidas (1997)
o Salario
(1999), a otra radicalmente urbana y salvaje, de un profundo
nihilismo y causticidad en su heterónima Violeta c. Rangel, autora
de La
posesión del humo (1997);
Santiago Aguaded, Javier Pedrós, Josefa Virella, Rodolfo Barón...
cierran una nómina que es bastante más extensa. Por último cabe
mencionar al ayamontino radicado en Sevilla, Abel Feu (1965), cuya
adscripción al grupo 1900 resulta problemática, pues su poesía es
más cercana a la llamada poesía de la experiencia, de la que toma
su acusado rasgo irónico en textos de una gran sabiduría formal,
como corrobora en su libro
Feu de erratas
(1997).
LA
POESÍA QUE LLEGA
Miguel Mejía |
El
principio del nuevo siglo toma a Huelva empeñada en un excesivo
frenesí urbanístico y en un flujo inmigratorio desconocido. Por
estos años, surgen jóvenes valores con obras ya maduras y llenas de
proyección, como es el caso de Antonio Portela (Huelva, 1978),
Daniel Salguero, (Huelva, 1974), Miguel Mejías (Huelva, 1976), Nacho
Vallejo (Sevilla, 1977), Adrián González da Costa (Lepe, 1979),
Ignacio Garzón (Puerto Moral, 1967) o Teresa Suárez (Huelva, 1976),
por referirme sólo a quienes ya tienen algún libro en los
escaparates. Entre ellos no existen afinidades manifiestas ni, salvo
excepciones, vínculos grupales. Se da la circunstancia de que,
excepto D. Salguero y T. Suárez, todos viven fuera de la capital, en
destinos como Salamanca, Sevilla, Alemania, Rusia, Francia... Todos,
eso sí, cultivan una poesía exenta de paradigmas ideológicos, y,
en términos generales, presentan un mayor interés por el
formalismo.
Adrián Glez de Acosta |
No deja de ser curioso que ninguno de estos jóvenes haya
establecido un vínculo con los poetas del 80, con quienes guardan
ciertas similitudes de tipo estético, ni estén respaldados por
revistas o colecciones poéticas, y aunque la mayoría son aún
autores de un solo libro, se atisba en ellos un futuro prometedor. Es
el caso del Adonais Adrián Glez. Da Costa, de gran tensión formal
en Rua
dos douradores (2003);de
Nacho Vallejo, un tipo inquietante y brillantísimo, en la línea de
Leopoldo Mª Panero, que sorprendió en los acerados versos de El
culpable
(1996); de Antonio Portela, autor de ¿Estas
seguro de que nos siguen? (2003)
que practica un verso limpio, de acendrado eclecticismo, muy en la
estela de J.A. González Iglesias; de Miguel Mejías, acaso el más
maduro del grupo, que publica Volver
(2004), un libro denso, de gran fuerza y cromatismo lingúístico, en
la estela de Luis Rosales o Claudio Rodríguez; de Daniel Salguero
(Primeras
palabras,
2001), un poeta decididamente insular, que no desdeña el cultismo ni
las tonalidades menos amables e híspidas de la existencia; de Teresa
Suárez, también pintora, que desemboca con La
mentira de Lilith
(2002), en un discurso en el que lo femenino se manifiesta en toda su
crudeza y sensibilidad; de Gustavo A. Romero, poeta levantisco,
cercano al realismo salvaje de Orta o la Rangel. Junto a ellos es
necesario mencionar a otros poetas que aunque no han editado todavía
sus obras, lo harán en el futuro próximo, como es el caso de Rocío
Bueno, Javier Barrero, Enrique Zumalabe o Teresa Ollero, todo ellos,
como Salguero, integrantes de la tertulia del New Classic, o de
Manuel Arana y Manuel Glez., miembros de la revista Chichimeca
y socios de Madera
Húmeda.
AQUÍ
Y AHORA
En el
actual mapa poético onubense se mezclan varias generaciones, aunque
es cierto que son los poetas emergentes, generalmente los más
jóvenes, quienes desarrollan un papel más activo. Revistas,
tertulias, encuentros, publicaciones o revistas, dan fe de un
ambiente dinámico, cambiante, colorido y abierto no sólo a nuevos
horizontes, sino a nuevas concepciones estéticas.
María Alcantarilla |
Como
se ha dicho, la Tertulia del 1900 juega un papel estelar en la Huelva
literaria desde los 90. Ubicado en la céntrica Garci Fernández, el
1900 es un pub de estética cowntry y motera que junto al Argantonio
o el Ibiza vino a remozar el viejo parque tabernario y nocherniego
onubense, para convertirse en una especie de continuador del mítico
Bahía, el feudo arcensiano. Desde 1992 se viene desarrollando
ininterrumpidamente (salvo en la fechas veraniegas) un ciclo de
lecturas y programaciones artísticas por donde han leído sus versos
y presentado sus novedades plásticas no sólo casi todos los
creadores del ámbito onubense, sino también una nutrida nómina de
poetas y artistas españoles y extranjeros. En su etapa fundacional,
presidida por Uberto Stabile, e integrada por Fco. J. Reyes, P.
Javier Pedros, Mª Gómez, Antonio de Padua Díaz, F. Vaz, Á. Poli o
A. Mª Jiménez, se gestó un movimiento de calado, con unas claves
éticas y estéticas muy definidas y publicaciones propias, que no
sólo vinieron a romper con las derivas anteriores, sino que abrió
definitivamente el panorama tartesio a nuevas realidades y espacios,
así como a nuevos ámbitos territoriales y editoriales. Casi todos
los grupos surgidos tras el 1900, le deben a éste gran parte de su
identidad y de la infraestructura que ha ido generando. Proyectos
como EDITA, los Encuentros Poéticos de Moguer, colecciones como Las
noches del 1900, editados
por la misma tertulia,
Crecida,
Huebra,
Tabula
rosa,
Cacúa,
revistas como Océano,
El
imperiódico,
Aullido,
Chichimeca,
Hwebra...
nacen
del camino abierto por el 1900, que se ha convertido en un auténtico
rompeolas donde han venido a fundirse (o a reaccionar) todas las
dinámicas literarias y artísticas de la provincia en la última
década y media. En la actualidad, y fiel a su costumbre,
La Tertulia 1900
se sigue reuniendo todos los jueves sobre las nueve de la noche. El
actual programador es Antonio Mª Jiménez y sus planteamientos son
similares a los iniciales, si bien, los tiempos cambian y, junto a
las viejas caras, suelen aparecer por allí los jóvenes creadores,
en busca de un ambiente alentador y casi siempre propicio. En la
actualidad, sigue siendo el lugar habitual de lecturas, exposiciones,
presentaciones de libros, fanzines, revistas y otras manifestaciones
contraculturales.
A
primeros de 1994, y como primera escisión del 1900, surge el grupo
Madera
Húmeda,
formado inicialmente por Paco Ruano, Francis Vaz y Ángel Poli, al
que se sumarían los más jóvenes poetas de la ciudad, como Vallejo,
Eduardo Infante o Mejías, provenientes en su mayoría del Instituto
Rábida -donde estudiara JRJ- o los maristas, feudo de Ruano.
Inicialmente se reunían los sábados por la noche en el Pub Ottawa,
en la popular calle Concepción, muy cerca del 1900, pero sus sedes
fueron cambiando a medida que los bares cerraban o fueron
transformando sus estéticas. Pasaron así, por El Milenio, el Archi
y otros baretos nocturnos, para acabar actualmente en el Savoy, en la
popular plaza de San Pedro, a dos pasos del desaparecido Santa Fé.
En el Savoy se reúnen los viernes por la noche. En su primera y más
larga etapa, la del Ottawa, había no sólo una programación
cultural fiable en la que se intercalaban poetas del grupo e
invitados en un diálogo fluido y abierto, sino que se programaban
lecturas mensuales y grandes eventos culturales para la ciudad,
además de editar varias antologías de jóvenes e invitados. Nunca
tuvo el grupo, es cierto, una voluntad estética o política
definida, pero allí, entre volutas de humo y cerveza negra, se
formaron poetas tan interesantes como Vallejo, Pantoja de Ory, Raquel
Moscoso o Mejías. En 1999 y tras varias disensiones internas, Madera
Húmeda
se fue desgajando, pero dos de sus miembros más jóvenes y activos,
Manuel González y Manuel Arana, estudiantes universitarios, la
hicieron resurgir de su cenizas y montaron la revista-fanzine
Chichimeca
(editada en papel y en formato web), que en sus tres números
publicados hasta la fecha observa una visión muy abierta, con
monográficos sobre Cuba, Colombia o la traducción. “En la revista
-se dice en su primer número- se pretenden mostrar las diversas
tendencias literarias que van surgiendo, y especialmente aquéllas
que nacen de la mano de los nuevos creadores de nuestra comunidad
autónoma. Es a su vez un lugar de unión de las artes, donde también
tienen cabida dibujos, fotocomposiciones, obras de arte digital, que
muestran el panorama juvenil artístico andaluz”.
De
una escisión de Madera
húmeda,
con quienes comparten experiencias y amistad, surge una tertulia a
quienes sus miembros se empeñan en innominar, pero que se reúne
todos los sábados a eso de las nueve de la noche en el bar New
Classic, en la calle Los Mudéjares, una nueva zona de ocio, oficinas
y servicios, con una de las improntas arquitectónicas más notables
y vanguardistas de Huelva. Los tres miembros fundadores fueron Miguel
Mejías, Víctor Vélez y Fco. Javier López. Al principio se
reunían en un estudio cercano a la plaza de toros, para luego
deambular por otros lugares, como el Malkate, el Ottawa, el Croxan,
Ambos Mundos... hasta recalar en el New Classic, que, de momento,
resiste, después de dos años de tertulias. Al New Classic, bastión
de la nueva Huelva, apenas si le separa un tiro de piedra de la vieja
calle Gran Capitán, otrora santuario de trasuntos eróticos y facas
briosas, donde el gentleman Arcensio montara el Bahía, su babel
particular. En el New Classic se dan cita regularmente algunos de los
poetas más jóvenes de los contornos, como M. Mejías, D. Salguero,
Rocío Bueno, Teresa Ollero, Mª Luisa Oliveira, N.Vallejo, E.
Zumalabe, J. Barrero, el diseñador y comiquero Juan Luis González,
alias Juanluzzz. De momento, cuentan, no tienen ni se plantean editar
revistas, libros o nada que se le parezca, aunque últimamente han
acabado por asumir la edición del fanzine La
cinta de moebius,
una interesante propuesta de Ernesto Feria (hijo del filósofo
Ernesto Feria Jaldón) y Eduardo Fuentesal, organizador de un
importante certamen de música vanguardista. En el New Classic,
hablan de literatura, se divierten, leen sus textos, rescatan y
estudian a autores insulares u olvidados, para luego, cuando la noche
se pone pelleja, nomadear por las calles aledañas de la Merced o
Pablo Rada, que es donde a esas horas se vende el pescado.
De
otra escisión de Madera
húmeda
surgió el proyecto Tranvía,
una magnífica revista de narrativa dirigida por Francis Vaz y
Pantoja de Ory, donde publican narradores españoles y extranjeros.
Sin salir de la capital, hemos de referirnos a la labor de la
editorial Cacúa, con el también narrador Marcos Gualda a la cabeza.
En su incipiente pero ya nutrido catálogo editan jóvenes escritores
como Teresa Suárez, Eva Vaz, Mario Marín, Agustín Corrales, J. Mª
Hernández, Antonio de Padua Díaz... en una estética cercana a los
presupuestos realistas del 1900, donde muchos de ellos se han
formado. Especial relevancia es la relación que los cacúas
mantienen con la población costera de Punta Umbría, feudo actual de
Uberto Stabile, pues allí han inspirado la colección En
punta.
Repartidos
por la provincia existen varios grupúsculos que, si bien no se
reúnen regularmente, sí que mantienen una actividad literaria
habitual. Los más notorios son Crecida,
en Ayamonte, Huebra
en la Sierra de Aracena, y Volandas
en Punta Umbría. El más longevo de ellos es
Crecida,
formado en 1984 por E. Orta, M. Alderete, D. González y A. Miravent,
todos ellos muy implicados contra la presión constructiva que sufre
la costa onubense y, más en particular, la desembocadura del
Guadiana. Es, por tanto, un grupo muy comprometido y eso se nota en
unos textos de gran denuncia social y en su línea editora, cercana
al realismo sucio y a la poesía de Riechman. Por su colección han
pasado poetas como Antonio de Padua, David González, Violeta c.
Rangel, Eladio Orta, J. Riechman, A. Orihuela, etc... creando un
espacio propio y una manera de entender la literatura y la vida. El
grupo Volandas,
radicado en Punta Umbría, parte de la revista del mismo título que
nació en la localidad costera en la década de los 70 y que pasó
por distintas fases hasta su lenta desaparición. Sus componentes
originarios fueron Rafael Delgado, Abelardo y Ana Rodríguez, los
hermanos Ávila, Félix Morales... En los últimos años, y tras un
parón de más de una década, ha retomado su publicación un grupo
del que forman parte Agustín Corrales, J. Mª Hernández y U.
Stabile, que sigue llevando su espléndida Aullido
y dirigiendo EDITA, que cada año tiene lugar en Punta Umbría. Por
último, es necesario mencionar a la prolífica Asociación Literaria
Huebra, nacida en 1999 de la extinta revista Sin
embargo,
por un lado, y del grupo Aljife
por otro; los asociados no presentan rasgos comunes, aunque sí una
clara vocación de hacer llegar la voz de los escritores de una
tierra tradicionalmente relegada. Sus componentes originarios fueron
Gerard Illi, músico suizo, Ignacio Garzón, ex-aljife, y Manuel
Moya, ex-Sin embargo, a los que se unieron gran parte de los
escritores serranos, como Rafael Vargas, Juan Antonio Muñiz, Carlos
Sánchez, Ernesto Martín, Felisa Zarza, Rodolfo Recio, Vicente
Ortigoso... Han publicado ya medio centenar de libros y rescatado
obras perdidas o autores desconocidos como José Nogales, J.
Arcensio, M. Pizarro, Pérez Infante, Gª Gill, Félix Lunar, junto a
otros más conocidos como Arias Montano, Aquilino Duque, Bergamín,
C. Muñiz... sin olvidar tampoco a los escritores noveles de la
tierra, a quienes se les facilita la publicación de sus primeras
obras. Paralelas a la asociación pero independientes de ésta, se
editan Hwebra,
revista en formato web, con Illi y Moya como directores y Tabula
rosa,
colección de cuadernillos eróticos dirigida por este último.
Para
resumir, el actual panorama poético onubense es nutrido, intenso y
muy abierto. Después de décadas enteras de aislamiento, los jóvenes
creadores han traspasado las fronteras provinciales y normalizado una
situación que se antojaba difícil. Con todo, se observan ciertas
carencias críticas y unos movimientos acaso demasiado compulsivos y
nómadas que tienden a desmantelarse con facilidad, sin llegar a
fraguar en proyectos de calado. En el debe hay que situar a
instituciones como el ayuntamiento capitalino o la recién creada
Universidad, que simplemente no apuestan por la cultura literaria
onubense; la Diputación edita, sí, colecciones literarias, pero
éstas quedan cada vez más y más alejadas de los jóvenes creadores
con apenas obra publicada, que son a mi juicio, quienes debieran
inspirarlas y nutrirlas. En todo caso, en apenas 15 años se ha
pasado del aislamiento al éxtasis, que no es poco.
Manuel
Moya
Es
necesario recordar que las primeras noticias que se tienen de Pessoa
en España provienen de los ultraístas sevillanos, a quienes cabe
el mérito de ser los primigenios traductores del genial lisboeta al
español. Una carta personal de Fernando Pessoa a propósito de un
libro de Rogelio Buendía, será a la postre la primera traducción
de un texto pessoano a la lengua de Nebrija. El diario huelvano la
Provincia,
vinculado a la familia Buendía, verterá por vez primera al
castellano un poema
pessoano,
Inscriptions,
perteneciente a su ciclo inglés.
2 comentarios:
Amigo Manuel: Navegando por el internet me encuentro este tu blog. En primer lugar, lo que te agradezco, me sorprende verme citado, cuando nunca nadie me ha hecho el más mínimo puto caso. Que me califiques como "el poeta más singular del grupo" lo tomo como un halago que también cuenta con mi gratitud. No estoy de acuerdo, sin embargo, con que yo esté en la estela de Rafael Delgado, al que por otra parte, guardo todo mi afecto y respeto. Tampoco con que haya yo pertenecido a ningún grupo. Siempre fui un francotirador. Y a "Volandas" menos. Colaboré en algunos números de esa revista y ya está. No haces ninguna referencia a "Rasputín", revista que fue importante. Y sólo una alusión figura en tu artículo a José Antonio Antón, uno de los más importantes filósofos españoles actuales que si, como poeta, su obra es bien breve, vale lo que un kilo de oro comparado con diez kilos de cobre. En otra cosa que disiento es en que me situes entre los seguidores de Juan Ramón Jiménez. No lo soy. Lo lamento. Mis versillos van por otros derroteros. En fin, gracias por hacer alusión a este que quiso ser poeta y se quedó en ermitaño que escribe algo parecido a versos. Una noticia. Parece que el libro dedicado a la historia de "El Fantasma de la Glorieta" al fin se va a editar. Estoy corrigiendo pruebas. Un fuerte abrazo. Y que Dios o los dioses o las energías cósmicas o la vida o aquello que sea en lo que crees, te sean propicios.
Félix, cuánto celebro que pases spor estas páginas. Como no suele haber comentarios, yo tampoco suelo entrar en ellos o comentarlos. Este sí que me parece objeto de comentario. El artículo es un artículo muy panorámico: no me ha dado lugar a definir cada una de las estéticas y singularidades. Me interesan aclarar dos cosas: quizás me haya expresado mal en lo de la "estela", no pensaba ni pienso que tú vayas a la estela, sino que estáis ambos en una visión semejante con respecto al lenguaje. No hay aquí maestro y discípulo o al meno yo nunca lo he visto a sí, y acaso la frase resulte ambigua e incluso equívoca. Lo lamento profundamente, puesto que nunca he tenido esa impresión. Si algo me gusta de Paco Pérez, tú, Delgado y Manolo López es vuestra singularidad, vuestra independencia estética. La de todos. Otra causa es la no aparición en esta panorámica de JA Antón pacheco, un poeta magnífico, del que me olvidé en ese artículo. Lo lamento. He leído poco a JAAP pero lo poco que he leído es fantástico, llevas toda la razón. Figúrate si lo considero que mi hijo Julio que estudió Filosofía tomó una asignatura con él a instancias mías. Creía que era un buen tipo para su formación. Lamento mucho su exclusión, que no es exclusión, sino lapsus u olvido. En tercer y último lugar, hay revistas o proyectos que no conozco: me limito a nominar aquellos que he conocido y cuyo recuerdo o mención me han hecho otros so he visto escritas. No hay en ello más que desconocimiento y vuelvo a pedir perdón pro eso. Sobre tu "JRamonismo" es simplemente un marchamo de "grupo". Tanto tú como Delgado sois a los que más lejano os queda la figura del moguereño, sin duda. Espero que estas notas, sirvan para precisar un poco más las cosas. En todo caso, gracias por tus notas.
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