Para quienes no lo conozcan, el
cementerio onubense de la Soledad es un lugar soleado, apacible,
tranquilo, de una blancura sana y robusta, rodeado por verdísimos
campos de girasoles. Desde esta tarde allí reposa el cuerpo de Pilar
Soto, una mujer buena hasta el infinito, soleada, apacible,
tranquila, sanísima y llena de un indecible amor hacia todos, a la
que el alzhéimer había ido privando hasta la total oscuridad, de la
luz y de la vida. Hace años, cuando la enfermedad ya había hecho
estragos en su universo, cuando ya su memoria apenas si se tenía
sobre dos o tres bucles, escribí, traté de escribir una especie de
novela donde debieran aparecer todos estos desconchados y huecos, tal
que la primera parte del faulkeriano El ruido y la furia. Era una
manera de devolverle lo que ella, fatalmente iba perdiendo. Avancé
por aquel bosque de árboles vencidos y quemados como quien lo hace
por una zona de esteros hasta que finalmente abandoné el proyecto
porque concluía en la total oscuridad, en el silencio más terrible
y porque sus últimas estaciones no eran más que sonidos inconexos,
gritos en el vacío, un pozo que retumbaba y retumbaba hacia su
propio eco y no sé si alguien puede entender una novela que acabe en
la nada. El fuego devastador del olvido hizo mella en su vida hasta
reducirla a la mínima expresión. Hoy he pensado mucho en cómo ese
fuego fue destruyéndola, en cómo Pilar fue abandonando el bastión
de la memoria y en lo terrible que es la vida cuando detrás de
nosotros no va quedando sino un territorio yermo, donde no crece
nada, salvo la inhóspita noche. Algo así como esos pinos devorados por las móviles dunas de Doñana. Y sí, la noche se fue haciendo
sobre Pilar hace ya casi diez años. Una noche cruel y definitiva.
Hoy, ya vencida, quieta en su serenidad, quiero salvar esa memoria
suya y recordarla en su cocina, tan alegre, tan vital, tan en su
torreón, rodeada por sus nietos, Helena o Julio, mientras ella
trajinaba limpiando el pescado o tendiendo la ropa, siempre
alegremente, como esa niña que nunca quiso dejar de ser, y quiero
recordarla en sus chascarrillos y en su humor blanquísimo. Porque en
Pilar persistía algo de la niña a la que demasiado pronto le robaron su niñez. Ella tuvo que
soportar, siendo muy niña, el costurón de la guerra, desde la parte
vencida y se vio abocada a una vida de penurias, y sin embargo en su ser no había el menor reproche, la más
mínima amargura. Era ella una mujer de una alegría mansa y feliz,
aferrada a un presente continuo, abrazada a ese mundo suyo donde las
cosas adquirían un cierto halo de mágica y chispeante alegría. Hoy
quiero recordarla en todo eso que ella me contaba sobre su infancia,
en esas umbrías calles de Huelva, cerca de la estación de trenes,
mientras esperaba en vilo la llegada de su padre, al que ella tanto
temía, quiero recordarla en aquella So Trompeta Sor Petra- que
tantas penalidades le infringió en el colegio, en su cariño a sus
hermanos Pepe, que cantaba como los ángeles (cantó con la orquesta
Molero), Manolo, el simpático Manolo, que trabajó en una librería,
al pequeño Emilio, de quien en cierta forma se sentía madre, y de
su hermana Dolores -nunca un nombre fue más certero- de genio vivo e
independiente, que perdió a su único hijo. Quiero
recordarla en las tardes de cine o mientras esperaba a Juan, su
marido, en los bancos que rodeaban Estadio Colombino, allá en la Isla
Chica... En cierta ocasión escribí un microrrelato sobre los
terrores infantiles de Pilar, con una muñeca de cartón que se
mojaba bajo una enorme acacia y ella que quería rescatarla y no
podía. En esa pequeña metáfora trataba de dar forma a su mundo
perdido, a su sensibilidad. A mí me quiso mucho, como me consta que
quería a todos los que pasaban por su mundo y yo la quise como a una
mujer que hacía de su desvalimiento virtud, y de su vida anónima un
huerto luminoso y sereno. Hoy, ya digo, el cementerio de la Soledad
estaba luminoso y sereno. Primaveral, como había sido la vida de
Pilar hasta que en ella, como un brazo de mar, entró la noche y todo
lo fue dejando perdido de tinieblas...
Os dejo con esos dos microrrelatos a los que hacía referencia y que hablan ya de esos inevitables desconchados. Quizás aquí y ahora se entiendan mejor que en Caza mayor, el libro que les dio y les da cobijo.
LA
MUÑECA
(I)
a
Pilar, atrapada en el alzheimer
le
acerca la cuchara se ha puesto a lloviznar y ellas se refugian bajo
el ficus se sienten bien bajo el imponente árbol ella abre la boca
su padre está al llegar tal vez venga bebido como casi siempre
tocará esconderse mientras amainan sus tormentas y se acuesta pero
allá a lo lejos parece que hay una luz una luz desvencijada y
escucha su nombre tal vez sólo sea un recuerdo desvaído de la luz
pero ella está allí con su muñeca de cartón un mediodía de junio
venga otra cucharadita no tengas miedo le dice verás como esta vez
no pasa nada pero la muñeca se asusta y llora las primeras gotas de
agua resbalan por las hojas del ficus mientras ella trata de consolar
a su muñeca no seas tonta le dice de cuando en cuando la luz vuelve
hacia ese otro mundo que queda allá arriba no sabe muy bien dónde y
que no puede comprender entonces la chica del uniforme blanco le
acerca de nuevo la cuchara y ella abre brevemente los labios le
parece sentir sobre su lengua un sabor caliente y sorbe el líquido
familiar pero en ese instante chirría la puerta del jardín y
aparece su padre y ella esconde la muñeca en el tronco del ficus y
corre a casa bajo la lluvia venga otro poquito repite la voz de la
muchacha y ella vuelve a abrir la boca y a sorber pero atrás escucha
y escucha la voz de su padre de su padre y corre a sentarse a la mesa
donde le espera un plato de puchero y una luz una extraña luz y una
chica con uniforme que le limpia la boca niña qué coño hacías
mojándote en el jardín y entonces entonces piensa en la muñeca que
se estará mojando y siente miedo y angustia pero una mano suave le
acaricia el rostro ya has terminado ya he terminado y mira a su padre
la cara severa y achispada de su padre corre hacia la puerta hacia el
ficus hacia su muñeca hacia la lluvia hacia hacia dónde coño vas
no ves que está lloviendo niña
(II)
le
acerca la se ha puesto a lloviznar y ellas sienten bien bajo el
imponente árbol ella abre amainan sus tormentas y se acuesta pero
allá a lo lejos una luz una luz desvencijada y su nombre tal vez
sólo sea desvaído de la luz pero ella está muñeca de cartón
mediodía de junio venga otra cucharadita no tengas dice verás como
esta vez no pasa primeras gotas de agua ficus mientras ella trata
muñeca no seas tonta le dice de cuando en luz vuelve hacia ese otro
allá arriba no sabe muy bien y que comprender entonces la chica
blanco le acerca de nuevo la y ella los labios del jardín y aparece
su padre y ella esconde ficus y corre a casa la venga otro poquito
muchacha y ella vuelve a abrir la y atrás escucha y escucha la voz
de su a sentarse a la mesa donde el y una luz una extraña y una
chica con boca niña qué coño en el jardín y entonces entonces
piensa en que se estará miedo y angustia pero una mano el rostro ya
has he terminado y mira a su padre la cara corre hacia la hacia el
ficus lluvia muñeca hacia hacia dónde coño vas niña
III
le
acerca lloviznar bajo el sus tormentas una luz luz la luz pero muñeca cucharadita no tengas dice verás como
esta vez no pasa primeras gotas de agua le
acerca lloviznar bajo el sus tormentas una luz ficus vuelve y que blanco le acerca del jardín su padre corre muchacha y ella la mesa una qué primeras gotas de agua le
acerca lloviznar bajo el sus tormentas una luzficus vuelve coño estará miedo ya
has he terminado padre el
ficus lluvia muñeca hacia vas niña a luz ficus vuelve y que blanco le acerca del jardín su padre corre muchacha y ella la tormentas una luz luz la luz pero muñeca cucharadita no tengas dice verás como coño estará miedo ya
has
IV
su corre muchacha y la una qué bajo el sus vas niña le
acerca lloviznar bajo el sus vas niña a vuelve y que blanco le acerca del jardín y ella la mesa una qué primeras lloviznar y que le acerca del jardín tormentas una luz luz la como miedo ya
has la una qué vas niña le el sus vuelve y que blanco le acerca del una qué primeras tormentas una qué lloviznar y que del una luz luz la como ya la niña que blanco le del una qué qué llovizna bajo niña bajo el niña vuelve del jardín ella mesa primeras lloviznar y que tormentas luz la miedo
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la mem as vizas ua has la una qu elve ue b erca del uné pera ntas lov ar de a uz la mem as vizas ua huné pera ntas lov ar de a uz la mem as vila una qu elve ue b erca del uné lov ar de a uz la ue b erca del uné pera ntas lov ar de a uz l a mem as vizas ua
has la una qu elvntas lov ar de a uz la ma
has la una qu elve ue uz rca de l uné p era ntas l ov a r de a uz ua
has la una qu elvlov ar de ue b erca del uné pera de a uz la mem as v pe ra nta s lov ar de a uz la ue b e rca del un é perl un é pera ar de a uz l a me m a s vi za s u a
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