DANZANTES DE HINOJALES






Bueno, ayer vivimos una noche espléndida en el castillo de Cortegana. Veníamos, es cierto, de otra velada emocionante en Fuenteheridos. Todos los veranos tienen un par de noches así y en este se han unido. Ayer tocó Cortegana. Después de la presentación del libro, en un castillo abarrotado pudimos contemplar los circunloquios de LOS DANZANTES DE HINOJALES. Una extraña maravilla. Única. Una danza seguramente de origen  medieval (se barajan otras hipótesis) bailada sólo por hombres que van describiendo figuras dentro de una música pastoril e iterativa, que poco a poco te va sumiendo en una especie de éxtasis interior, de tránsito espiritual, de vibración interna que te pone en conexión con lo sagrado... cercano a lo que podrían ser las danzas anatolias de derviches, si bien esta de Hinojales es una danza colectiva, donde el espíritu comunal es defititivo, frente al derviche que, aún danzando con otros, tiende al éxtasis personal, a la comunicación personal con lo divino.

 En la provincia de Huelva, más allá de los "lanzantes", manifestaciones de este tipo se dan en Cerro de Andévalo, Villanueva de los Castillejos, Encinasola, Almonaster o Cumbres Mayores. En el sur de Badajoz, en Fregenal y Fuentes de León. María Jesús Alvarado me habla de las que tienen lugar en El Hierro (Canarias) con una danza que se prolonga 30 kms y que tienen lugar cada cuatro años. Cambian las melodías, los atuendos, los pasos, la simbología, incluso el sexo de los danzantes, pero todas participan de un tronco común. Invito a los interesados a buscar estas manifestaciones en you tube y por supuesto a que intenten verlas en vivo. Se trata de experiencias mágicas, telúricas, cósmicas y sincréticas incluso.



Tras una magnífica y necesaria introducción sobre los orígenes, la interpretación, peculiaridades, etc... de la danza, nos preparamos para el momento mágico.
Y comienzan los movimientos. Poco a poco la música y los pasos se van repitiendo y repitiendo y repitiendo. Es curioso a asistir a una danza que exige del danzante una concentración absoluta, puesto que ha de describir constantemente figuras colectivas bajo un ritmo concreto, bajo unos pasos muy limitados, para, a la vez, ir entrando en una especie de hirviente sensación de éxtasis, concluyendo  en un final paroxístico, de aceleración continua, todo ello armonizado (mejor a-compás-ado) por un tambor y flauta pastoril así como por las castañuelas de los danzantes, que paso a paso van ganando nuestros oídos, llevándonos hacia la vereda de la concentración y el trance. Ayer, en el movimiento metafórico y alegórico de estos danzantes, viví dentro de mí una experiencia única. 
Llegó un momento en que la vibrante melopea de la música, el movimiento de las manos siempre alejadas del cuerpo y con movimientos enérgicos de muñecas (pues han de tocar al tiempo las castañuelas) y los pies (pues el tronco de los danzantes permanece siempre erguido, si bien fluctuante), la vestimenta deliberadamente andrógina y el ir y venir de los danzantes me hicieron entrar en una especie de pequeño trance emocional, y durante un rato no pude dejar de derramar lágrimas. Qué me ocurrió. Qué estaba pasando allí, en aquel pequeño recinto amurallado, alejado del mundo, pero a la vez ombligo del mundo. Me sentí poseído por la tierra, por ese ir y venir simbólico, en el que se exhiben y agotan casi todas las posibles figuras (casi diría alegorías) que se pueden trazar en un baile colectivo (el círculo, la cruz, la hilera, los trenzados, las rupturas...) ejecutadas sobre el simbólico tablero de la existencia, donde los demás danzantes completan y dan sentido a los movimientos de cada uno. Porquwe la danza es a la vez algo esencial y colectivo, que es acaso donde se converja en lo sagrado. Ya digo, una experiencia única. Uno piensa que va a acudir a algo hermoso, de raíz, a un curioso fenómeno etnográfico y se encuentra sumido en el éxtasis, en una sosegante comunicación con lo vital y con lo abstracto. Añadiré algo más: cuando acabó el baile, emocionado aún, me dirigí al danzante más próximo para fecilitarle. Aún me estremece el contacto de sus manos encallecidas, ásperas y rasposas. Y ahí, ahí, justamente ahí reside la última y definitiva perla de la maravilla: esos bailes no son ejecutados por bailarines sino por campesinos. Su verdad es esa: nos conectan directamente con la tierra, nos introducen no tanto en el cielo, como en los elementos todos que fluctúan en sus manos. En ellos no hay virtuosismo, sino verdad. Inconmensurable verdad. Gracias.
Por cierto que bailarán el próximo 10 de agosto en su pueblo, en su terruño, en Hinojales. No me los pienso perder.















Fechas para verlos danzar:

* El día de la Romería de la Tórtola (en primavera, a finales de abril, he olvidado la fecha) 
 
* 1 de mayo. Esta representación es especial porque todos los danzantes históricos se suman al baile dentro de la iglesia y a veces se juntan casi 40 danzantes en lo que parece una experiencia única, catártica.
 
* en la fiesta de agosto (este año cae el día 10, sábado).


  https://www.youtube.com/watch?v=nAghGOnshhM






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