BIOGRAFÍA DE RIMBAUD
Como todo el mundo sabe la vida de Rimbaud es un disparate. Su obra deslumbra porque es la obra de un adolescente a la vez culto y endemoniado, un tipejo que le daba igual ocho que ochenta, un psicópata de libro, un jovenzuelo a la vez odiado y admirado por gente mayor que lo miraba como si se tratara del mismo diablo con ojos azules. Él, claro, impasible ante todos, sabiéndose a la vez admirado, odiado y deseado se comportaba como un niñato o como una cabaretera. Su obra, claro, que es un visto y no visto, un gancho en pleno rostro del siglo XIX, arrolla todo su tiempo. Verlaine es el único que ve claro en este niño infernal, que lo conduce a la locura y al delirio, al poeta en que se va a convertir, al que es el poeta futuro y del futuro. Los demás cuchichean, los demás le lanzan pullas, los demás le señalan con el dedo, pero los demás quedan a años luz del joven imberbe que incendia el pajar en que se había convertido la poesía francesa tras la muerte, cuatro años antes, de Charles Baudelaire, el grande, para convertirse en algo así como un prototipo de las posteriores estrellas del rock. Graham Robbs en su potente biografía recorre el alma insurrecta de este chico que se convierte en una daga que abre en canal la poesía del siglo XIX y que hace llegar el romanticismo a su más alta cima, porque descontento de todo y de todos el furioso adolescente continúa el legado del autor de las Flores del mal, colocando el yo en el centro mismo de su relato, pero el suyo ya es un yo mordido por la gusanera, centrifugado por la mierda. No, Rimbaud, nacido del espíritu de la comuna (aunque reniegue de ella) no se hace ilusiones, si Baudelaire cantó a la oscuridad del alma humana, el adolescente Rimbaud, que no debe nada a nadie y mucho menos a la tradición y a la academia, se recluye en las letrinas y desde allí imparte su lección magistral y su cosa, y no hay lección como la suya en el arte europeo del último tercio del siglo XIX, donde ejerce de diva en ausencia. Nadie llegó tan lejos como este chavea imberbe y algo imbécil, nadie chapoteó como él en la sagrada mierda, nadie nos mostró como él su mondongo pelado, o como él diría, su boca negra. Hay tres Rimbaud según Robb, en primer lugar el poeta decadente y gamberro (casi punkarra) que se caga literalmente en la poesía y los poetas del momento, en segundo lugar el chico peripatético y ubicuo que es incapaz de estarse quieto en ninguna parte y que recorre Europa de parte a parte perdiendo todas las batallas, y el explorador y vendedor de armas africano que convive con la muerte en los talones y a quien la muerte pilla casi sin darse cuenta, cuando y como menos la espera, en el justo momento en el que comienza a ser rico y es un respetable y (como tal) oscuro empresario abisinio.
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