Cerquita cerquita LA DEUDA GRIEGA, una recopilación de microcuentos de tema heleno. También podría llamarse Grecia revisitada. Os dejo con el comienzo del libro y con la portada.
COSMOGONÍA
Nada ha sucedido todavía. Todo esto, créame, no ha sido sino un simple ensayo general. El tiempo, el tiempo verdadero, comienza justo ahora.
GRIEGOS
Los griegos, siempre se nos adelantan los griegos. Tratamos de alcanzarlos –liebres o Aquiles al fin– pero todo lo que logramos atisbar es el culo de sus tortugas.
ZONA DE DESCARGA
Durante el día se dedicaba a desenredar minuciosamente la madeja de su cabeza y a veces encontraba versos y otras escapaban liebres por entre unos cabos tan trabajosamente liberados, que a ella le parecían, de tan intrincados, matorrales. Por la noche –¿pero con qué oscuro propósito?– la madeja volvía a enredarse, las liebres copulaban a sus anchas bajo los matorrales y ella se sentía, ignoraba por qué, atrozmente liberada.
DERROTA
No has muerto. Ahora lo sabes. La destrozada acrópolis te puso venas en los brazos y la luz, orgullosa de serlo, ha levantado el vuelo. Estás aquí, donde cada mañana el mundo inicia su derrota.
DESTINO
Cargue su mochila de inocencia y ponga los pies en el estribo. Ahora sí, cabalgue ya sin freno hacia la muerte.
TEMA DEL LABERINTO (I)
(La muerte)
Y sí, lleva razón: la muerte existe. Para alcanzarla, siga el laberinto.
(continuará...)
FALSAS ATRIBUCIONES (I)
Como siempre, en el maquillaje está la clave del alma contemporánea. Maquillaje, maquillaje y maquillaje. El esqueleto ya estaba.
(atribuido a Sófocles)
ÍCARO (I)
Volábamos rumbo al sol, que ya apretaba de lo lindo. De pronto la cera comenzó a licuarse y nosotros a caer y a caer hasta que tuvimos bajo nuestra mirada la ciudad de Esparta, con sus olivos sagrados y sus cipreses. Mientras caía pude reconocer al incorregible Zeus, que convertido en cisne o algo así perseguía a una chica que se bañaba en el río. No era el mejor sitio para caer, porque Zeus es muy suyo para sus cosas, pero uno no puede elegir donde cae, de manera que caí en un chaparro, no lejos de donde la ninfa y Zeus ya se entregaban libremente a la pasión. He tenido que leer en Ovidio y en algún otro poeta, que me perdió la presuntuosidad e incluso la temeridad, pero no, hoy puedo confesarlo, fue la simple ignorancia. Para qué hubiera yo querido volar hacia el sol si hubiera sabido que no es más que un montón de leña quemándose en la eternidad.
SÍSIFO
Esta es mi vida: por la mañana bajo al mercadona y cargo con las bolsas hasta el cuarto piso; por la noche bajo con las bolsas hasta el contenedor.
EXPLICACIÓN SEGUNDA
Puedo explicártelo, Penélope, Calipso y Circe son una ocurrencia más de ese ciego calenturiento, quizás untado por uno de los pretendientes. A ver, dime, ¿cómo puedes tomar en serio a un tipo que dice haber visto mujeres que en vez de piernas, tienen colas como las de una caballa?
HERÁCLITO Y SU RÍO
Durante horas Heráclito no hizo más que observar el río de Éfeso, en cuyas aguas límpidas y tranquilas se había bañado infinitas veces y en cuyas orillas los zarapicos ramoneaban y las lavanderas tarareaban bajo la protección de los alisos. La recia muralla de la ciudad dejaba caer su sombra justo a sus espaldas y el río, tomando la sombra, la hacía aparecer y desaparecer a su antojo, como si se tratara de un juego. Heráclito sonrió, apuntó algo en su hoja y bajo el jui-jui continuo y distinto de los zarapicos abandonó el lugar. Las nubes se deshacían en el cielo. Estando todo en su sitio, nada parece en su sitio, se dijo mientras se despedía de sí mismo, para renacer –esa sensación tuvo– de sí mismo una y otra y otra vez.
COSMOGONÍA
Nada ha sucedido todavía. Todo esto, créame, no ha sido sino un simple ensayo general. El tiempo, el tiempo verdadero, comienza justo ahora.
GRIEGOS
Los griegos, siempre se nos adelantan los griegos. Tratamos de alcanzarlos –liebres o Aquiles al fin– pero todo lo que logramos atisbar es el culo de sus tortugas.
ZONA DE DESCARGA
Durante el día se dedicaba a desenredar minuciosamente la madeja de su cabeza y a veces encontraba versos y otras escapaban liebres por entre unos cabos tan trabajosamente liberados, que a ella le parecían, de tan intrincados, matorrales. Por la noche –¿pero con qué oscuro propósito?– la madeja volvía a enredarse, las liebres copulaban a sus anchas bajo los matorrales y ella se sentía, ignoraba por qué, atrozmente liberada.
DERROTA
No has muerto. Ahora lo sabes. La destrozada acrópolis te puso venas en los brazos y la luz, orgullosa de serlo, ha levantado el vuelo. Estás aquí, donde cada mañana el mundo inicia su derrota.
DESTINO
Cargue su mochila de inocencia y ponga los pies en el estribo. Ahora sí, cabalgue ya sin freno hacia la muerte.
TEMA DEL LABERINTO (I)
(La muerte)
Y sí, lleva razón: la muerte existe. Para alcanzarla, siga el laberinto.
(continuará...)
FALSAS ATRIBUCIONES (I)
Como siempre, en el maquillaje está la clave del alma contemporánea. Maquillaje, maquillaje y maquillaje. El esqueleto ya estaba.
(atribuido a Sófocles)
ÍCARO (I)
Volábamos rumbo al sol, que ya apretaba de lo lindo. De pronto la cera comenzó a licuarse y nosotros a caer y a caer hasta que tuvimos bajo nuestra mirada la ciudad de Esparta, con sus olivos sagrados y sus cipreses. Mientras caía pude reconocer al incorregible Zeus, que convertido en cisne o algo así perseguía a una chica que se bañaba en el río. No era el mejor sitio para caer, porque Zeus es muy suyo para sus cosas, pero uno no puede elegir donde cae, de manera que caí en un chaparro, no lejos de donde la ninfa y Zeus ya se entregaban libremente a la pasión. He tenido que leer en Ovidio y en algún otro poeta, que me perdió la presuntuosidad e incluso la temeridad, pero no, hoy puedo confesarlo, fue la simple ignorancia. Para qué hubiera yo querido volar hacia el sol si hubiera sabido que no es más que un montón de leña quemándose en la eternidad.
SÍSIFO
Esta es mi vida: por la mañana bajo al mercadona y cargo con las bolsas hasta el cuarto piso; por la noche bajo con las bolsas hasta el contenedor.
EXPLICACIÓN SEGUNDA
Puedo explicártelo, Penélope, Calipso y Circe son una ocurrencia más de ese ciego calenturiento, quizás untado por uno de los pretendientes. A ver, dime, ¿cómo puedes tomar en serio a un tipo que dice haber visto mujeres que en vez de piernas, tienen colas como las de una caballa?
HERÁCLITO Y SU RÍO
Durante horas Heráclito no hizo más que observar el río de Éfeso, en cuyas aguas límpidas y tranquilas se había bañado infinitas veces y en cuyas orillas los zarapicos ramoneaban y las lavanderas tarareaban bajo la protección de los alisos. La recia muralla de la ciudad dejaba caer su sombra justo a sus espaldas y el río, tomando la sombra, la hacía aparecer y desaparecer a su antojo, como si se tratara de un juego. Heráclito sonrió, apuntó algo en su hoja y bajo el jui-jui continuo y distinto de los zarapicos abandonó el lugar. Las nubes se deshacían en el cielo. Estando todo en su sitio, nada parece en su sitio, se dijo mientras se despedía de sí mismo, para renacer –esa sensación tuvo– de sí mismo una y otra y otra vez.
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