RIVERANO

RIVERANÓ

Ha pasado ya un mes desde el riveranó riveranó riveranó. Media España durmió esa noche tranquila, plácidamente. La otra apretó los dientes y confió en el diablo. Pero no toda. No toda. Durante la noche se estuvo escuchando aquel eco onírico del riveranó, riveranó, que era todo un himno a los tiempos venideros y a la cosa esta de que por fin la somnolienta izquierda había dicho aquí estoy yo y había cruzado la línea dorada de los espacios electorales. Y es que la izquierda sociológica y obrera venía ya muy castigada por los dos partidos que se habían repartido el cotarro desde la transición y que, ahora se veía con cierta claridad, no habían abordado con audacia la desmantelación del franquismo. Riveranó, riveranó riveranó, con dos cojones, gritabaan los cabales que habían ayudado al cadáver de PS en sus sucesivas resurrecciones. Pero al día siguiente, sin perder un minuto, los madrugadores del IBEX35 ya llamaban al poli-resucitado para decirle que ellos preferirían un riverasí riverasí riverasí y que se lo hiciera ver. Y vino el paréntesis, el interregno, la cosa.



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Otras elecciones donde las cosas, a derecha e izquierda, se compactaron y los partidos "nuevos" se vieron desfavorecidos por el voto utilitario y algunos de los más codiciados bastiones de la izquierda -menos movilizada ahora que veía el peligro facha más lejos- cayeron. Y entonces el PSOE, empujado por el centón mediático y por los voceros del IBEX, tan persuasivos siempre, interpretó que el riveranó riveranó riveranó era cosa del pasado, un himno caduco y empezó a girar el gaznate hacia el riverasí o al menos al riveranoperosí. El PSOE ha visto sangre a su izquierda y se ha lanzado como una hiena a esa cosa cainita de la izquierda que consiste en acabar con su adversario -enemigo lo llamaba un lumbreras del PSOE próximo a la Díaz hace años-, que nunca compañero de pupitre. Pero mucho se equivocaría una vez más el PSOE si le diera por sacar su puñal y acabar con su izquierda. Sus bases no quieren eso. Ni sus votantes, sobre todo los que vienen de su izquierda y de la abstención, que son los que a la izquierda dan y quitan el poder, a nadie se le olvide. El PSOE necesita, como se ha visto, de un tutor que le señale el camino que le ha marcado con claridad su electorado y sus bases. Por ejemplo: mucho se equivocaría el resucitado si no tocara drásticamente la reforma laboral o la ley mordaza, se equivocaría si dejara campar como a perico por su casa a los grandes oligopolios como lo hacen ahora, lastrando nuestra economía y nuestro porvenir como nación, si no pusiera una cierta lógica democrática en la judicatura, donde la extrema derecha, como se ve una y otra vez, ha sentado sus reales y su doctrina, si no hiciera lo propio con el ejército y las fuerzas de seguridad donde la extrema derecha ha puesto sus huevos -nunca mejor dicho- sin que nadie se haya coscado en estos últimos casi cincuenta años. Se equivocaría si no pusiera freno -y fin si pudiera ser- a la educación concertada y a la salud privada -esos dos pilares del estado de bienestar-, si se aviniera a zanjar de una vez por todas el futuro de las pensiones (ese derecho, que no gracia, que con sus aportaciones económicas se han ganado los jubilados). Pactar o no con Podemos no es sólo pactar con un partido político, es no dejarse llevar por la deriva tradicional del PSOE, con sus baronías y sus encubiertos, que hasta la fecha lo han hecho acostarse de izquierdas y levantarse de derechas, desmotivando a su base social.

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