EL HAMPARTE

 EL HAMPARTE


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Ayer veía en you tube -como hago cada semana- el último de los interesantes videos de Antonio García Villarán, una especie de mosca cojonera que lucha a brazo partido -y a veces partiéndose literalmente la polla- contra lo que ha denominado el hamparte artístico, y que no es más que el fraude en el bisnes del arte. Durante años lleva luchando este singular Supermart por desenmascarar a todos estos jetas que pululan por el arte-bisnes con la impunidad de los intocables. Antonio López, Botero, Yoko Ono, Pollock, Dalí, Tapies, Koons y, cómo no, los performancistas y los videoartistas de chichinabo... desde su tribuna -sus videos los ven más de 500 mil personas, que ya flipas- Antonio viene denunciando todo cuanto le parece que suena a hampartismo. Yo lo llamaría fraudeart, pero sólo es cuestión de palabras. Lo último la representación española en Venezia: una videoartista cuyo mérito es mearse en lugares públicos -estoy a la espera de que lo haga en la inauguración de su exposición, ante la reyna de turno o en la rueda de prensa- y un señor que llena un espacio con cosas hinchables, grandes, pequeñas.. el aire, el vacío (y Moore criando malvas). Lo que mayormente viene a ser representativo del arte español contemporí. Y todo eso edulcorado con un discurso justificativo que haría enfermar a Groucho Marx y volvería completamente turulato desde Zubiri a Esteso. Lo que viene a ocurrir con el arte comtemporí es muy curioso: todos o casi todos sabemos que, salvo excepciones, es un fraude colosal, pero ahí sigue, incólume, royendo de nuestros presupuestos -y no nos salen precisamente baratos, no- haciéndonos creer que somos tontos del carajo y, lo peor de todo, colocando sobre nuestras cabezas el peso descomunal de su estupidez y la responsabilidad de desenmascarar al rey desnudo que se esconde en el 90% de los artistas contemporáneos de caché. Ni se te ocurra denunciar que el arte contemporáneo -eso que llaman contemporáneo- es una auténtica caca malaca -como la de Piero Manzoni-, porque entonces quedas como el más garrulo entre los garrulos o el más rancio entre los rancios o el más ingenuo entre los ingenuos el más lepidóptero entre los lepidópteros. Acabo de leer la magistral biografía Miguel Ángel, el escultor de sueños, de Monserrat Rico Góngora, y, claro, viendo cómo se las gastaba el florentino, es como si te metieras en vena dos kilos de prozac contra la estupidez y contra el aquí vale todo por el hecho de que yo diga -Mercelito Duchamp dixit- que aquí vale todo, porque he decidido que el arte soy yo y no ya más discusión, que si te vale vale y si no ya sabes dónde está la puerta. Pues no. No vale todo. Ni en arte ni en nada. La estupidez, el fraude, la mera ocurrencia, el yo pasaba por aquí, y la genialidad pret à porter no son arte. Cuando meo en una tapia no estoy haciendo arte. Ni cuando tiro un papelito al suelo, ni cuando me lío la polla con esparadrapo y de ella ato a un perro. No es arte colocar treinta flotadores en la Bienal de Venezia porque sea la bienal de Venezia. Chicos, en arte no vale todo. La cara dura no es en sí mismo un objeto artístico aunque sea -desgraciadamente- objeto de análisis artístico. Todo eso es otra cosa. Hamparte, caradura, falta de sentido del ridi, fraude, oportunité, no sé, otra cosa, pero que un tipo no posea ni un gramo del sentido de ridículo no puede valerle para hacerme creer que lo que él hace es arte o contabilidad, agricultura zen o vinos malvasía. No, amigo, arte es otra cosa. Dicho esto, quién se anima a hablar de poesía, del hamparte poético, quiero decir.

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HAMPARTE II
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mandala. Pilar Albaracín.
Trataré de responder a quienes en HAMPARTE I tuvieron a bien discutir razonablemente el muro de ayer. Vamos por partes: hay muchos tipos de arte contemporáneo y muchos artistas dentro de ese mundo. Yo hago arte contemporáneo. Escribo poesía contemporánea, y si por algo se caracteriza mi obra es precisamente por la búsqueda o por la asunción de nuevos lenguajes creativos. Mis "heterónimos" no dejan de responder a esa necesidad. En las islas busqué la abstracción y en El corazón de la serpiente, el balbuceo... Sí, el balbuceo expresivo... Continuamente experimento. No me gusta ser funcionario de mí mismo. No me gustan los poetas que escriben siempre igual, los que cogen un molde y siempre vierten lo mismo. ¡No! Muchos me dicen, joder, tronco, por qué no sigues con Violeta. Violeta ya fue, contesto, ya no me aporta nada como creador. Siempre he tenido algo meridianamente claro: buscar nuevos lenguajes, romper con las líneas y espacios de confort es una posición artística, lo cual, dicho sea de paso, intranquiliza mucho a mis lectores, mucho más pacatos que yo en esto. En poesía también existe mucho fraude y conste que no me estoy refiriendo a los marwanes de turno, no. En esto que llamamos poesía seria -por llamarla de alguna manera- hay mucho bacalao con tomate, mucho artista que lo es por su posición privilegiada con el poder, por elementos que nada tienen que ver con "sus" méritos poéticos, sino por su relación con el poder (editorial, mediático, político, etc... ) o por coyunturas momentáneas. Se trata de una poseía de consumo rápido y deglución también rápida. 
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visión del Gernica, Pilar Albarracín
Me interesa, pues, el arte contemporáneo. Conozco y trato a plásticos maravillosos y realmente comprometidos. Y creo entender de arte contemporáneo, pero sobre todo entiendo -porque ya es una vieja pasión- de arte. Lo que no entiendo es de "postureo", del "aquí vale todo", de ocurrencia, y lo que menos de la "necesaria" explicación de una obra para ser entendida. La explicación de una obra está en la obra misma. Si algo no se entiende es que está mal hecho, si la obra no logra en su espectador una noción clara y distinta de la obra, si no lo lleva a una idea poderosa, si no le arranca una emoción, si no apela a su inteligencia o a su sensibilidad o a su compromiso, si no lo cuestiona -importante esto- es que no está bien construida y eso vale lo mismo para una instalación como para un poema. Cuando se hace una crítica como la mía del arte contemporáneo, la respuesta tipo es "es que no entiendes", es "que te has quedado en el siglo XIX" o cosas por el estilo. Por qué uno entiende a Bacon, Freud o a Schiele y no entiende al vecino que cuelga de su balcón un bistec de vaca y te lo vende como arte? Quizás porque Bacon, Freud o Schiele organizan su obra de tal modo que tú percibes su mensaje sin tener que acudir a ellos, quizás porque cuestionan tu propia naturaleza o tu propio existir. Rompen el espacio entre la obra y el espectador. El espectador se siente involucrado, expedido, transitado por la obra. Si yo fuera pegándome pedos por un espacio o por una galería de arte podría argüir que lo que hago es una crítica al arte y al mundo de las galerías de arte. ¿Quién podría argüir lo contrario? Pero tendría mucho más sentido que en vez de pedos, tirase bombas fétidas o que me rodeara de ellas en un museo célebre, sin cámaras y sin nada. El concepto simplemente estaría mucho más elaborado, rompería más barreras entre el "soportador" y la obra. Aun así habría que trabajar muchísimo más la obra para lograr una precisión en la denuncia y en el decir. Vestir la ocurrencia, darle un sentido inequívoco a la ocurrencia. Lo que pasa es que encontramos supuestas genialidades, no "elaboración", no "precisión" y todo se queda en la simple boutade que, además hay que explicar, hay que razonar para que se entienda. Que una chica mee en una calle, frente a un colegio, en un puente o en el corredor del palacio de invierno, sobre un coche o en sofá del cortinglé no es en sí mismo ni por sí mismo un acto feminista. No puede serlo. Explicar por qué eso es un acto feminista no añade nada a la obra sino que la disminuye porque implícitametne el propio artista acepta que necesita un soporte conceptual que la obra en sí misma no posee: es decir la obra no está acabada. Necesita de su explicación porque la explicación no está en la obra. Y si la explicación no está inserta en la obra, la obra de arte no se sostiene como tal. Las pinturas rupestres de Valosandero o mucha de la obra de Barceló no necesitan ninguna explicación: son incontestables. No, el arte no necesita intermediarios entre la obra y el espectador. Claro que hay muy buen arte contemporáneo, pero admitámoslo, el arte contemporáneo -incluyo la literatura- está lleno de malentendidos, de obras vacuas, de artistas cuya principal baza es la "oportunidad", "la boutade" o, me temo, "la relación privilegiada con el poder /o los poderes". No puede ser lo mismo Pilar Albarracín, Antonio Gómez o Pedro G. Romero con obras meditadas y sólidas que estos videoartistas o performancistas cuyas obras parecen surgidas de una simple ocurrencia, sin reelaborar, sin un mínimo de trabajo artístico. Los mandalas de Albarracín, sus performances están curradas, tienen detrás un pensamiento y ese pensamiento penetra al espectador, que no puede mantenerse indiferente. Es de esto delo que hablo. Jode escuchar que el 99,99% del llamado arte contemporí es bacalao con tomate, pero no culpen al bacalao con tomate, ni al mensajero que dice honestamente lo que piensa también el 99,99% de quienes se interesan seriamente por el arte. Tiempos de frivolidad, de postureo, de turbias relaciones entre poder y arte. Y poco más.

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