Poco
se cuenta en las redes o en la prensa de lo que durante estos días ocurre en Colombia, que
lleva un mes en la calle, que es exactamente lo mismo que ocurrió antes
de la pandemia en Chile, que es lo mismo que lo que ocurrió en
Honduras, etc..., es decir la ruptura del contrato ciudadano-estado, con
la reformulación que de este contrato hace el neoliberalismo siempre con la mediación sicaria del Estado. Poco se cuenta y es, según advierto, uno de los elementos
políticos más relevantes y decisivos de nuestra hora: la cesión del estado ante los grandes intereses económicos del momento. Aquellas cesiones que pueden
desestabilizar la pacífica convivencia de los pueblos, ya de por sí zarandeados. El papel
impositivo (y coercitivo) de los Estados, abocados a deudas y gastos
cada vez más insufribles para la ciudadanía, debidos en gran parte a una
discrecionalidad impositiva que siempre aprieta las tuercas de los más
necesitados para a la vez liberar las cargas de quienes más se
benefician del sistema, es cada vez más arbitrario, empobreciendo
lentamente a la base social y haciendo que cada más y más capas de la
sociedad se vean abocadas a la pobreza, a la marginalidad y al desamparo. Y muy en
especial los jóvenes, que soportan un presente precario, pero que ven el
futuro sin ninguna esperanza, y una juventud sin esperanza, una
juventud sin expectativas, es un fósforo encendido en un pajar. Este
sarpullido que viene recorriendo América de parte a parte y que en estos
días se ceba con las calles de Colombia, no debe parecernos un elemento
exótico a nosotros, los ciudadanos europeos, sometidos a parecidas tensiones, sino algo a tener muy en cuenta porque cada vez se hace más apremiantes, más difíciles de soportar. El neoliberalismo
salido de la caída del muro berlinés, allá en el 89, nos está enseñando
en estos días su cara más infame en Colombia, y de alguna forma se está
acercando paso a paso a su propio abismo. Los ciudadanos no pueden (no
podemos) ya seguir soportando más presión, expresada con precariedad,
bajadas de salarios y subidas abusivas de impuestos y precios. Ayer, sin ir más
lejos, eran las empresas energéticas (la electricidad), y los bancos
(con sus abusivas comisiones) las que daban una vuelta de tuerca más a nuestra cada vez más precaria economía, y
mañana serán la subida del iva de determinados productos, el pago de
peajes en autovías... Yo me pregunto, hasta cuándo podrá aguantar el
maltrecho sistema estos abusos perpetrados por las instituciones, verdadero perros del neocapitalismo más destructivo, autista y obtuso. Hasta cuándo tendrán que pinchar y extorsionar a la población para que ésta tome medidas que reformulen un nuevo y esperanzador contrato social, como está sucediendo
ahora mismo en Colombia.
COLOMBIA PARO GENERAL 2021
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1 comentarios:
Me gustó, soy de Colombia y lo que ocurrió es tal cual lo que mencionas.
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