una niña perdida en gonçalo m. tavares

 

La niña perdida, de Gonçalo m. Tavares


Cuando ya todos o cas todos le hemos metido mano a la novela (mañana hablaremos sobre ella) creo que es pertinente hacer algunas reflexiones sobre ella. No he querido hacerlas antes para no mediatizar de ningún modo vuestra lectura.

Una niña está perdida en el siglo XXEstoy releyendo durante estos días Una niña perdida en el siglo XX de Gonçalo m. Tavares, libro del que mañana conversaremos. Como te habrás dado cuenta Una niña es una novela muy especial. Por muchas razones, desde luego, pero acaso lo sea desde la perplejidad que como lectores la novela nos provoca. No es una novela cómoda, no es una novela al uso. Es una obra a mi modo de ver que suscita muchas más preguntas que conclusiones, de tal forma que como sugiere su autor, podríamos afirmar que la novela huye descaradamente de las conclusiones.

Qué tenemos en sus páginas: tenemos a dos personajes que se encuentran en una estación. Un fugitivo (aunque no sabemos de qué huye) llamado Marius y una niña con síndrome de Dawn, que se llama Hanna. A partir de aquí qué pasa, cuáles son los pasos que da la obra. Digamos antes de nada que se trata de una novela acumulativa, es decir donde las cosas no suceden de una manera causal, sino azarosa, pues los personajes van conociendo personajes, sueños y situaciones sin aparente hilazón, sino de forma acumulativa, como ocurría con La Odisea Homero, El Lazarillo de Tormes e incluso con El Quijote, de Cervantes o el Ulises de Joyce. Si a cualquiera de las citadas novelas le quitamos uno o varios capítulos la novela y su espíritu no cambia, como no cambia un ramo de claveles si les quitamos uno o dos claveles. Los personajes y peripecias de nuestra novela se suceden en un orden que podría ser distinto del que es y la novela no perdería casi nada. Podríamos añadir uno o dos capítulos y tampoco la obra se resentiría por ello. Cuando leíamos La vida normal de Maria Dulce Cardoso o incluso Ensayo sobre la ceguera una cosa desembocaba naturalmente en otra, había, por decirlo así, una dialéctica de causa-efecto, una concatenación, de forma que lo que venía después dependía de lo dicho anteriormente. Con La niña esto se rompe. Los capítulos podríamos barajarlos de otra manera y no perdería sentido la obra. De hecho vamos saltando de una situación y de un personaje insólito a otro personaje y situación igual o más insólito sin que haya un hilo donde agarrarnos. Igual pasa con la organización del texto. Sabemos que hay una cierta "densidad" metafórica en torno al nazismo, pero no parece que el tema sea la brutalidad o la sinrazón del nazismo y si lo es parece estar muy escondida. Tenemos indicios de que el nazismo anda por ahí, agazapado, por el hotel, por Vitrius el anticuario, que sigue una hilazón de números, por los tatuajes del dueño de la pensión, por el tipo que va fotografiando niñas con síndrome de Dawn, etc... hasta el punto que estaríamos tentados a pensar que el libro va sobre el nazismo, pero no, el libro habla básicamente de Hanna, la niña indefensa a quienes todos sonríen, a quienes todos (incluido Marius) acogen, de quien todos se percatan. Ella es el centro de la historia, si es que hay alguna historia. Ella se convierte en el solo eje sobre el que bascula el libro. El libro podría hablar también acerca de la desorientación, de cómo el hombre contemporáneo está desorientado, aplastado por la propia realidad, por la historia, hasta tal punto que decide recluirse en un mundo personal, en aventuras íntimas, en extrañezas con las que se enfrenta a la alienación colectiva.

Todo en la novela está como sin cerrar, incluido su final. Esto nos debiera hacer pensar. ¿Por qué el escritor ha elegido esta forma, esta indefinición, qué se espera de nosotros, lectores en esta obra. Cuál es nuestro papel. Porque si en una novela convencional se espera que lleguemos a conclusiones, aquí ¿a qué conclusiones podremos llegar? Quizás lo que nos sugiere el autor es una historia que ha de ser completada por nosotros, que debe ser repensada por nosotros. El autor no define su mirada, su intención, y no nos cuela su manera de ver el mundo, como ocurría con Saramago en Ensayo sobre la ceguera. A propósito de todo esto dice el autor:

Me gusta la idea de un autor sin espacio, un narrador que no sabemos muy bien dónde se ubica, quién es y que no hace ningún juicio de valor. Y me gusta también la idea de un narrador que mira para un lugar sin saber qué lugar es ese.

En estas palabras de autor creo que está el meollo del asunto, si es que el meollo tiene asunto o si hay asunto, meollo o lo que sea.**

 

 


0 comentarios: