POLONIA

Hoy hace viento. Los vencejos vuelan sobre los corrales haciendo círculos. Alguien se asoma al balcón de enfrente donde pone "se vende". Las ramas de los olivos se mueven azotadas por el viento y el gallo janisjopliano calla. Al fondo, sí, ladra un perro. No cambiaría esta vida por otra. No sé cómo se puede vivir de otra manera. Mi cultura es urbana, todo en mí es urbano, menos la mirada. Sigo mirando las cosas como un campesino, como las miraron mis padres y mis abuelos, gente bragada en el campo, en esa dignidad que confieren los trabajos manuales y pesados. Ayer escuchaba en la tele eso de las "preferentes", una estafa en toda regla hecha por los bancos a sus mejores clientes. Imaginaba al director del banco invitando a su cliente a un café y sugiriéndole que metiera su parné en unas determinadas condiciones, a sabiendas de que lo estaba estafando. ¿Se puede vivir así? ¿Uno duerme tranquilo sabiendo que está arruinando a sus clientes y acaso a sus amigos? Cómo sabe un yogourt, a qué saben unas vacaciones, unas corbatas ganadas de esa manera? Recuerdo en este contexto a mi padre cerrando tratos con los compradores de papas, de peros -manzanas-, de castañas, etc... Todo consistía en un simple apretón de manos y ahí quedaba saldado el trato. El comprador podía ser un total desconocido, pero el trato se llevaba a rajatabla, y jamás se trataba de modificar o engañar en lo vendido, en el precio de la venta, en las condiciones. No había letra pequeña. Todos cumplían. No había detrás castigo alguno. Si alguien no cumplía con su trato no le ocurría objetivamente nada. Nadie lo demandaba, nadie iba a su casa. Todo quedaba en él. En el territorio de su conciencia, en la consideración de uno mismo. Y eso era bastante. Cada cual sabía lo que tenía que hacer. Ni siquiera había letras. Había ojos y manos. Con eso bastaba. Y todos se miraban a la cara. Y no eran más pobres por eso. Se diga lo que se diga esa generación fue la que llevó a España desde el siglo XV hasta el XXI, desde al apero romano hasta el PC. En cuanto llegamos nosotros, nuestra generación, zas, lo arruinamos todo. Ni siquiera sabemos mirar, dios. Ni eso. La crisis, como se ve, no es sólo económica. Pero mientras escribo esto vuelan los vencejos, indiferentes a todo.
Hoy el doble micro trata de Polonia, ese país de tan hermos (ved foto) pero de tan terribles vecinos.



POLONIA
I

El panzer se detuvo un instante ante la figurilla de mi padre, que agitaba las manos, tratando de impedir que pasara justamente por nuestro sembrado. Cerré los ojos durante unos segundos y lo que vi fue una polvareda que iba atravesando el sembrado. Esperé en vilo a que se levantara el polvo y de él surgiera la figurilla airada de mi padre.

II

Le pregunté al soldado ruso si no había otro lugar para pasar con el tanque que la hilera de tumbas y, escupiendo, me dijo que sí, pero que a ningún asqueroso polaco se le ocurriría enterrar minas en las tumbas.

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