CASTAÑOS


Camino de Mayguerra, Fuenteheridos, castaños.
Las temperaturas siguen muy altas y no se mueve una hoja. Todo ahí afuera parece suspendido en el sintiempo, encapsulado. El mundo, desde aquí, tiene la apariencia de una foto fija que el sol va amarilleando. Las parleras gallinas han decidido callar durante todo el día. No pondrán huevos. Vivir en un cementerio no debe ser muy distinto a esto. Yo me arrastro por entre las líneas, como se arrastraban los soldados por entre las trincheras. A lo lejos, como gigantes que vinieran a tomarnos, asoman los castaños. Los castaños son los señores de esta tierra. Ahora es delicioso pasear bajos sus frescas sombras y en invierno, desnudos y retorcidos, semejan soldados que hubieran perdido todas las guerras. Su presencia, mucho más que las del olivo y la de los frutales, dan carácter a este trocito de tierra. Ellos son los dioses de nuestra mitología. En ellos ciframos la esperanza y el miedo. Cuando la vida nospesa corremos a sus regazos verdes. Cuando la alegría nos desborda, los sabemos ahí, verdes o dorados. Están ahí, siempre, protectores de esta tierra desdichada. Y nosotros a veces pasamos bajo sus copas con indiferencia. Sin verlos.




LOS CERDOS, LA SANGRE
La escopeta. La esquina. La carrera. El disparo. El reguero de sangre. La luna sobre el empedrado. Las manos. La espalda del hombre. La noche. La sangre. Las calles. La puerta de la cochiquera. El cancel de los cerdos. Otra vez el suelo, la tierra, la sangre. El boquete en la espalda del tama

ño de una naranja. La luna ahí arriba, ahí arriba, dios, ahí arriba. Los cerdos y el barrunto de la sangre. La sangre por la tierra. La mano y el pañuelo ahí adentro, para nada. Los hachazos de la luna. La tierra toda. El cada vez más cercano gruñido de los cerdos. La sangre. Los cerdos. Los cerdos. La sangre. Los cerdos.
Juan Muñoz. Castaños de Fuenteheridos subiendo a Puerto Ciervo









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