JARDÍN

Hoy se me ha hecho un poco tarde. Ahora suenan las campanas. Son las ocho de la tarde. Miro hacia la ventana. El cielo es levemente azul, casi blanquecino. El cartel de Se vende, ya ni siquiera amarillea. El sol cae tras los olivos. Las tapias, secas, parecen esperar la noche. Todo espera la noche en este penúltimo día de verano. Muy pronto comenzará la vida normal. Los chiquillos irán a la escuela y las calles volverán a ser silenciosas. Sepulcrales casi. Yo entro en septiembre como un ahogado. Me espera un trabajo ingente y estoy dispuesto a afrontarlo, a sumergirme en él con alegría, con esperanza, con el propósito de llegar a alguna parte. Durante meses he estado fluctuando, revoloteando en torno a mí: ahora es necesario apretar los pies y seguir caminando. Creo que tengo mucho acumulado, creo que puedo volver con un ánimo nuevo y renovado. Creo que nada me va a rendir, ni la situación de postración social ni económica, ni las vicisitudes personales, que algunas veces te ahogan y te impiden respirar. Voy a construir un jardín. Ha llegado la hora de ponerme a trabajar en un jardín.


[CONOCE EL PÁJARO]

Conoce el pájaro el oficio de ser pájaro
y la hierba el de ser hierba hasta pudrirse.
A la ilusión del mar cantan los ríos
y más cabal será su canto, si más suave.
Es la nieve el precio de diciembre
y el charco es la medida de ser charco,
ajeno a la ilusión de su reflejo.
No pregona el águila el ser águila,
ni la luz se cansa de ser luz
mientras el sol está en lo alto.
Más fácil es que un buitre
desgarre con su pico un corazón,
que acepte, complacido, una corona.
Desconoce el lago el nombre de sus islas,
pero no el peso de los patos
ni la pronta arquitectura de las nubes.
Arriba, abajo, dentro, fuera,
ahora, nunca, siempre, todo...
palabras que no evitan el frío,
que no atajan el dolor,
y que sólo mantienen encendida la llama de la noche.



 

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