VIRUS

Tenemos ya la noche encima. Sigo con la tortícolis. Me cuesta mover el cuello. E incluso ver lo que ando escribiendo. Afuera ya se ha ido el sol. Son las 8,30 y ya se ha ido. Cómo van acortándose los días. Pronto, muy pronto, comenzarán los fríos del invierno y encenderemos el chubesky. Hoy hay poco que contar. Uno contempla los telediarios y se deprime. Comienzo a leer una novela que participa en el premio Onuba y también me deprimo. Qué valores preponderan en esta sociedad nuestra? Estamos encallados. Rotos. No podemos reconocernos. Lo que falla no son los sistemas: lo que falla y profundamente es el hombre. El hombre está mostrando lo peor y lo más abyecto de sí. Sin paliativos. Son los hombres -somos los hombres, cada uno de los hombres- los que consagramos un sistema productivo erróneo. De seguir así, a este planeta le caben dos telediarios. Pero igual es lo que tiene que suceder. La naturaleza está hasta el gorro de nosotros. Este hermoso planeta está hasta las narices de estos depredadores sin escrúpulos. Somos el gran virus. La gran amenaza. Estamos de más.

Perdona que hoy tenga este pronto apocalíptico, pero es que hay días en que, bueno, asomar las narices al mundo, es tragarse cantidades ingentes de mierda.


TIEMBLE ISAURA
El cielo se caía a girones sobre nosotros. Ante nuestra vista, uno de los ríos se precipitó al vacío, sin nada que lo sujetara. Caminábamos con extrema cautela en medio de la perplejidad, quitándonos las telarañas que colgaban por doquier y tapándonos las narices por el recio olor a podredumbre. Era este el planeta que nos tocaba colonizar. Se decía que con una mínima inversión podríamos ponerlo en el mercado. Pero a medida que caminábamos, cundía el desaliento. Los interminables bosques calcinados, las montañas agujereadas, los restos de hormigón que parecían salirnos al paso por todas partes y los pestilentes ríos, nos llenaban de zozobra. Aquello que, según todos los informes, tantos poetas habían cantado, no era más que una sucia escombrera, horadada por inmundas pozas e islas abyectas donde flotaba la carroña.
 
 
 
¿Quiénes habían perpetrado todo aquello?, nos preguntábamos. Durante meses esa fue la pregunta que cruzó por nuestras cabezas. Hasta que de pronto apareció aquel ser que se nos acercó profiriendo amenazantes sonidos y disparando un extraño artilugio sobre nosotros. No nos costó gran cosa capturarlo y enviarlo a casa, donde en verdad ha causado una hondísima conmoción. La actual expedición tiene como fin capturar a tantos ejemplares como podamos de esos terroríficos seres, pues sospechamos que han sido ellos los que han convertido el planeta en lo que es. Que tiemblen los de Isaura, nuestros eternos enemigos. Si cazamos suficientes ejemplares, pronto dispondremos de un deslumbrante ejército que los destruirá. Tiemble, tiemble Isaura.
 
 
 

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