LA LUZ IMPÚBER

Fajl: Vicent van Gogh
Se abre el día. En esta ventana ya se dibuja esa luz prodigiosa de febrero. Esa luz que echo de menos todo el año. El resto del año. La luz de febrero es como la luz en su infancia, tímida en ese primer contacto con la cosas, cuando aún es y quiere ser impúber. Una luz impúber, eso es. Una luz que vibra en todo cuanto toca. Una luz que restalla bajo los nogales, que peina la hierba, una luz acurrucada y noble. Allá con quienes necesiten caviar podrido para alentar el día, para aventar los demonios que les cruzan por el rostro. Se olvidan de esta luz, se olvidan que el zigzagueo de una luz al atardecer vale tanto como todo el caviar de Irán y que todos los jaguar del mundo. No. Nosotros seguimos aqui, dueños de nosotros mismos, acariciando esa luz, dejándonos despeinar por esa luz cobriza y dúctil, una luz que contiene ovejas y castaños, una luz que se dibuja en los mirlos que al atardecer corretean por la hierba, o que ahora, en esta mañana de febrero, se agarra débilmente a las cosas, formando parte esencial de las cosas. Y ahí abajo, los camiones se llenan de tierra, la caterpillar va arrancando bocados y todo gira, gira, gira en torno a esta luz débil, esta luz impúber, que incluye lo fucsia y lo añil, el armónico canto de los chorlos, el vuelo sin descanso de los vencejos. 
 
 
 

MI PATRIA

A veces me levanto y tengo patria, otras no, depende. Tiendo a confundir mi patria con mis zapatos y cada dos o tres meses siento que mi patria aparece cuarteada por caminos y calles un poco cuesta arriba y, claro, entonces voy y encargo otros zapatos y otra patria o los compro en un pobre mercadillo. Mi patria es eso, un pobre mercadillo, la lengua de una mujer en cinta que vocea sus zapatos mientras pisa un charco, pero tambi
én toda esa basura que queda cuando acaba su jornada, y el ir y venir de manos y de niños con zapatos y con mocos. Esa es mi patria. Y yo la quiero a mi manera, y la olvido también a mi manera y lo sé, lo sé, así como nunca daría mi vida por ella, tampoco de ella exijo más que le exijo a unos zapatos (que no aprieten, que me dejen caminar y que me duren...). Y es que mi patria, ya lo he dicho, viene siempre conmigo y por eso a veces invade otros países y otras lenguas, y la llamo por teléfono o me enseña los deberes, ya no sé. Mi patria, no sé cómo se las arregla, queda siempre bajo mis zapatos, en el lugar donde dejo mis zapatos cuando me meto en la cama y nunca sé si voy a despertar, ni qué patria me espera si por un casual despierto en otra parte o no despierto. Despertar, esa es mi patria. Me ha costado dios y ayuda dar con ella, pero, sí, desde luego, despertar será por siempre ya mi patria, y mis zapatos, bueno, servirán desde ahora para llevarme a donde vaya, incluida, naturalmente, mi patria, que es el despertar, o lo que sea, joder, que me estoy liando.
 
 
 
 
 
 

 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Pureza,temblor (de la luz en la luz de Febrero), imagen poética, verbo sensible, como lo que narra. (Con la sierra pujando en destello ya casi primaveral). Calidad humana y literaria. Y las imágenes que acompañan a los textos,"clavás."¡Qué hermosa compañía esta Isla!
C.S.G.