GRÂNDOLA

Ah, quién hubiera localizado esta foto para
Las cenizas de abril
Las nubes, pesadas y torpes se quedan por ahí, mirando el interior de esta habitación. La luz primaveral juguetea detrás de las mariposas y los pájaros. Ya es abril. El mes de las flores, de los claveles, de las esperanzas. En Portugal se oye de nuevo el Grândola vila morena. Aquí todo cuanto se escucha es la contestación a los escraches. La derecha ha puestro en ellos su punto de mira. Nada contra los escraches de guante blanco, nada contra la presión de los de arriba, la presión de las casas reales, nada de nada. Estoy últimamente cavilando sobre las diferencias entre España y Portugal en asuntos políticos. Mirad, Portugal tiene su 25 de abril, tiene su Grândola, y en ella su himno, su esperanza, donde o povo é quien mais ordena. Ellos, nuestros vecinos, miran hacia atrás con alegría, con esperanza. Tienen donde asentar su esperanza. Ellos, los portugueses, tuvieron un 25 de abril y en el inconsciente colectivo eso marca carácter. A nosotros, los españoles, víctimas como ellos de una feroz dictadura, pero a diferencia de ellos, incapaces de echarla abajo, hoy no nos queda más que el miedo al pasado que siempre enarbola la derechona patria (el oro día leí un artículo de Alfredo Taján, realmente pintoresco en este sentido: y a este chico yo le guardaba algún respeto intelectual, pero en su artículo no hace otra cosa que recordar el, según él, caos de la II República, ignorando acaso interesadamente que unos años antes la monarquía estuvo sumida en el mimo caos y hubo de salir por pies). Pero, como se ve, está como muy interiorizado el terror vacui en un país que vio morir en la cama a su último dictador. Cuando se habla de la dicotomía entre república y monarquía no son pocos los francoheridos siguen enarbolando no sé qué espúreas razones de la guerra, y tiñen la palabra república de incertidumbres y de miedos. Allá ellos y su propaganda. Allá ellos y sus miedos, que no es sino miedo a ellos mismos. Al resto del país sin duda nos falta un nuevo 14 de abril o, mejor aún, otro 25 de abril. Sin ello seremos un pueblo incapaz para afrontar el futuro, incapaz de sobreponernos a nuestro turbulento pasado, sin ello seremos una sociedad incapaz de generar esperanzas bajo nuevos odres, porque lo que necesitamos son nuevos odres, nuevas estructuras, nuevas maneras de convocar al pueblo, de dejarse ordenar por el pueblo. Nos falta un Grândola, un pacífico clavel en las solapas y echarnos de una vez hacia adelante, hacia el futuro.



LUCES

(EL MUNDO DE LOS MUERTOS, I)

 

Es entonces cuando abro los ojos —¡los otros, los otros!— y veo que unas cosas muy largas se me acercan, me agarran y, zas, tiran de mí no cómo, hasta que entro en la luz. Luego, me golpean y cuando he soltado todo lo que llevaba en los pulmones, me toma una especie de monstruo que me aprieta, me aprieta. Después al cabo del tiempo las cosas comienzan a enderezarse: un tipo muy furioso se planta ante mí, blandiendo su espada. No tengo tiempo para desenvainar la mía, porque enseguida su acero me atraviesa el estómago. Trato de respirar pero no puedo. La neblina enturbia mis ojos. No peso. Desciendo a toda velocidad por una especie de túnel estrecho y oscuro. Creo que al fin estoy llegando a alguna parte: al fondo se ve una luz.








 
 

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