SECTARISMO

SECTARISMO


Chema Madoz
Repasando un diario digital de la derecha más convencional (a uno le gusta infiltrarse y cazolear un poco en las columnas enemigas para ver cómo está el ambiente) me encuentro repetidamente con la palabra "sectario/a" entre los comentaristas de una noticia que, por lo demás es un poco ñoña. La derehona la utiliza con una soltura y una convicción que verdaderamente me asustan. Me llama la atención el uso de esta parola, para qué nos vamos a engañar. Sectario: "que profesa o sigue una secta". Es así como lo define el DRAE, al que recurro por si me he perdido algo. No, examinando la definición parece que no me he perdido nada. La cuestión es que para estos demócratas de toda la vida, sectario es quien profesa una opinión no concurrente con la suya. Un socialista, una feminista, un abortista, un nacionalista, un libre-pensador, un pro-derechos de los animales o de una minoría étnica o sexual, un vegetariano, un nudista, no es más que un sectario, gente que sigue una secta, que está amancebada con una secta, que tiene el coco comido por una secta y punto suspensivos. De ahí a la acusación de enfermedad o debilidad mental sólo hay un paso. Yo, sin ir más lejos soy un pedazo de sectario que no me tengo. Por perroflauta más que nada, que es una secta de las peorcitas en su imaginario. Tú que me lees ahora estás a pique de ser un puto sectario a no ser que te vayas echando leches y te pegues tres genuflexiones y un par de avemarías. En fin. Llevan el ADN del franquismo y el verticalsindicalismo en su sangre. Lo peor es que los tíos se quedan tan panchos calificando al resto de la parroquia como sectario. De hecho, lo que menos puede echarte en cara esta peña democratiquísisima es que eres un sectario (que para ellos es como decir un tibio ideológicamente), porque en cuanto te escantilles, en cuanto te dejes el pelo más largo de lo normal, lleves un pañuelo palestino, compres El País, leas poesía, hagas senderismo, te mole Almodóvar, o concurras a manifas, quedas inmediatamente convertido en un nazi o en un etarra, con dos cojones. O, ya en jerga pijo-costumbrista, en un jodido perroflauta, que debe ser el summun de eso que ellos han dado en llamar lo peor de lo peor, esa gentuza sudorosa y tal que se monta un escrache por menos de nada. Comenté hace días por estos pagos sobre la batalla del lenguaje y de la opinión pública. Esas dos batallas nos la tienen ganada y ganar la palabra y l aopinión es ganar el discurso, que es como tener cogidita por los huevos a la razón. Y así nos va, partía de sectarios perroflautas, lo peorcito de cada casa.



PERDICES

Chema Madoz
Como todos los díasSalvador Lafontaine cuelga sobre el muro la jaula de perdices y nada le importa que desde hace cuatro años, cuando aquellos días de helada que lo quemaron todo, ya no haya perdices, porque él las sigue escuchando y no admite la menor réplica sobre el asunto.

El díapara él transcurre de esa forma, es decir, al lado de la jaula, trajinando sobre las varetas de olivo que en sus manos diestras parecen más bien mantequilla o juncia. Un artista de eso, y a ver, a ver qué daño hace. Salvador Lafontaine no se mete con nadie, dicen que por no quebrar el trajín de sus perdices, que se pasan el día refiriendo historias de esos lejanos países que vuelan en la noche.

Los domingos, todos los domingos, sueltan por el pueblo dos autobuses llenos de turistas que se llevan el áspero aceite del molino, embutidos caseros, quesos sudados, piñonates y tortas del Carmona y, con un poco de suerte, las cestas de Salvador Lafontaine, que él cuelga de cualquier forma en el mismo clavo donde los otros días reposa la jaula perdicera. Él de eso vive, de eso y de la paguita de treinta mil pesetas que le sacó Mariano, el del ayuntamiento, cuando lo dejaron solo en este mundo y a ver, el pobre, de qué se iba a valer. De eso, quiero decir, y de escuchar durante horas sus perdices, temiendo que llegue la noche y al descolgar la jaula, descubra que han volado.

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