Os dejo con unos textos de Antonin Artaud que tuve a bien traducir hace unos años y que tenía entre las cosas, arrinconando en mis archivos. Se publicó, sí, en una revista que se llamó Tinta China y que supongo extinta. Artaud siempre merece la pena. Del gran Artaud qué se puede decir, sino que es una de las mentes más lucidas y desobedietnes del siglo XX, de los pocos que han dejado en el aire una señal de interrogación. Como Céline, Beckett, Cioran, Strindberg, Pasolini o Panero forma parte de la exigua cohorte de ángeles caídos, que nos ha mostrado el camino de la insurección y de las sombras. Larga vida, maestro.
PARA LOS
ANALFABETOS
antonin artaud
La
anarquía, sin orden ni ley, las leyes y las normas no existen sin el desorden
de la realidad, sin el tiempo y sin la ley. Desarticularé lo que se me ponga
por delante en la vida de los universos, para que el tiempo sea yo.
La
revuelta general de los seres ha sido un sueño que he observado como a un árbol,
desde mi rincón, con la epidermis de mi propia mano. No había muerto, ni me había
destruido, salvo alguna parte mínima de mi cuerpo.
Soy
una máquina que funciona de puta madre y arranca al primer tirón. Soy de los
que, con la dialéctica, hacen surgir falsos problemas para comprender de forma
explícita aquello que queda dicho: mi coco funciona.
Sigo
mi camino hacia la honestidad, en la contención, en el honor, en la fuerza, en
la brutalidad, en la crueldad, en el amor, en la acritud, en la cólera, en la
avaricia, en la miseria, en la muerte, en el estupro, en la infamia, en la
mierda, en el sudor, en la sangre, en la orina, en el dolor.
No
soy la inteligencia o la conciencia de haber hecho nacer las cosas, sino el
dolor misterioso de mi útero, de mi ojete, de mi pirula, que no es un sentido,
mi querido Freud, sino una masa obtenida solo a través del sufrimiento sin
haber aceptado el dolor, sin reivindicarlo, sin imponerlo, sin irlo a buscar...
No
hay ciencia, existe sólo la nada, y a la nada no la superarán sus ciencias por
mucho que lo creáis. No se puede vivir con tantos parásitos mentales alrededor.
Soy sólo aquél que ha querido hacer inútil el signo de la cruz.
La
duda, la inconsciencia, la ignorancia y la inconsecuencia no constituyen un
estado de trastorno sino el único estado posible, pues no existe el ser innato
que porta en sí mismo la infusa luz. La luz se hace viviendo, y por su
naturaleza real tenebrosa, jamás llenará el espíritu de consciencia y de la
necesidad de acatar su ser, de recogerlo en el centro de las tinieblas,
afirmación consistente de cualquier ser, de cualquier forma que con su mezcla y
sus apetitos, acabará por afirmarse a expensas de dios o de cualquier otro
principio innato.
No he
venido a decirle a los intelectuales: ¿qué es lo que queréis? Ni siquiera los
heputeado, simplemente los he escandalizado con la lengua y los golpes. La idea
que tengo de mí mismo es que no soy nada y siento algo extraño con respecto a
la idea del amor y del dolor que no puede quedarse en mí.
Nunca
he aceptado la atmósfera de las casas de locos y no admito que se me apliquen.
Lo repetiré
una vez más, no me guía ni siquiera el orgullo literario del escritor que
pretende triunfar o ver publicado su producto. Los hechos que cuento son los
que quiero que nadie ignore, los gritos de dolor que se me salen por el cuerpo,
son los que quiero que escuchéis.
No,
yo Antonin Artaud, no, no y no, no quiero escribir salvo cuando no tenga nada
que pensar. Como quien devora el propio vientre, el hueco de su vientre, desde
dentro.
En la
gramática se esconde el pensamiento, y ahí es difícil de golpearle, virgen
renuente, mucho más difícil en cuanto se lo toma por un hecho innato.
Porque
el pensamiento es una matrona que no ha existido siempre.
Y las
palabras huecas de mi vida se inflan en el bullir bla-bla-blá del escrito.
Y
escribo para los analfabetos.
P.S.
Hay que pagar a los ignorantes con dinero y buenas palabras para transportar
opio y fusilar a los soldados, por vestirse con hábitos civiles. Asesinar a
todos los soldados.
Liberar
el opio de Afganistán.
LA ANARQUÍA SOCIAL DEL ARTE
El arte
tiene la obligación social de dar alas a la angustia de su propia época. El
artista que no ha acogido en el fondo de su corazón el fondo de su propia época,
el artista que ignora todavía ser el chivo expiatorio, y que su deber es
dinamitar, de tirar, de hacer caer sobre sí mismo la cólera errante de la época
para descargarla de su malestar sicológico, no es un artista.
Como
los hombres, el tiempo tiene su inconsciente. Y aquellas oscuras zonas de
sombra, que dijera Shakespeare tienen una vida, una vida que es necesario
extirpar.
Para
esto sirven las obras de arte.
El
materialismo de nuestros tiempos es en realidad una actitud espiritualista,
pues para mejor destruirla, nos impide alcanzar la esencia de esos valores que
huyen a los sentidos. Estos valores son llamados por el materialismo espirituales
y los desdeña: es así como se empapan del inconsciente de la época. Nada, pues,
de lo que la razón o la inteligencia puedan alcanzar es espiritual.
Tenemos
los medios para luchar, pero nuestro tiempo está muriendo, por no emplearlos.
En
los inicios, la Revolución Rusa ha hecho una verdadera carnicería con los
artistas y por todas partes se ha levantado el grito contra tal desprecio de
los valores espirituales que las ejecuciones de la Revolución Rusa parecían
representar.
Pero,
si miramos bien, cuál era el valor espiritual de los artistas que la Revolución
Rusa ha mandado contra el muro. ¿Hasta qué punto sus obras testimoniaban el espíritu
catastrófico de los tiempos?
Los
artistas, hoy día mucho más que nunca, son responsables del desorden social de
la época y la Revolución Rusa no los hubiera golpeado si hubieran tenido el
sentimiento real de la propia época.
Porque
en cada sentimiento humanó auténtico hay una fuerza rara que a todos impone su
respeto.
En el
curso de la primera Revolución Francesa se ha cometido el delito de guillotinar
a André Chénier. Pero en un tiempo de disparates, de hambre, de muerte, de desesperación,
de sangre, en el momento en que se decidía nada menos que el equilibrio del
mundo, André Chénier ha caído en un discurso inútil y reaccionario, y así ha
desaparecido sin daño alguno ni para la poesía ni para su época.
Y los
sentimientos universales y eternos de André Chénier, está probado, no eran ni
tan universales, ni tan eternos como para justificar su existencia en una época
en la que lo eterno parecía no tener sentido frente a las preocupaciones
innumerables. El arte, precisamente por eso, debe empadronarse en las
preocupaciones específicas y alzarlas al nivel de una emoción capaz de dominar
el tiempo.
No
todos los artistas pueden por sí mismos alcanzar esta identificación mágica de
los propios sentimientos con los furores colectivos del hombre.
Y no
todas las épocas consiguen apreciar la importancia del artista y su función de
salvaguardia que ejercita en el provecho colectivo.
El
desprecio de los valores intelectuales es la raíz del mundo moderno. En
realidad este desprecio disimula una profunda ignorancia de la naturaleza de
estos valores. No podemos, sin embargo, perder la fuerza en la tentativa de
hacerlo comprender a una época, que entre los intelectuales y los artistas, ha
producido traidores en gran número y en el pueblo ha degenerado en una
colectividad y una masa que no acierta a comprender que el espíritu, es decir
la inteligencia, debe guiar el curso de los tiempos.
El
liberalismo capitalista de los tiempos modernos ha relegado al último puesto
los valores de la inteligencia y el hombre moderno, de bruces frente a estas
pocas verdades elementales que he enumerado, se mueve como una bestia o como el
hombre amedrentado de los tiempos primitivos. Para preocuparse por esto, espera
que tales verdades se conviertan en actos y que se manifiesten a través de
terremotos, epidemias, carestías, guerras, es decir con el estruendo del cañón.
NO SOPORTO LA ANATOMÍA HUMANA
No soporto la anatomía humana pero sobre todo no
soporto las escisiones de la anatomía.
Dentro de mi camisa de fuerza, metido en la celda,
interceptado por todos los medios posibles, envenenado, paralizado por las
descargas eléctricas,
no diré que conservo un mínimo girón de humana piedad,
pero diré de haber visto sobreexcitada mi sensibilidad
humana de tal manera que ya no puedo ver pasar a un mutilado
sin sentir dentro de mí no sé qué viejo látigo eléctrica
estremecerse de la cabeza hasta los pies.
Demasiadas guerras de los últimos años han hecho
arrancar brazos y piernas del cuerpo que las sostenían.
Por qué el hombre combate fuera?
Porque en lo adentro es su anatomía lo que le hace la
guerra
y desde hace siglos no se ha preguntado
por qué,
en el medio de la peste, de la carestía, de la guerra
de la sífilis, de la epilepsía, del mercado negro, de
los electroshocks y de la insulina ,
el hombre, cuerpo a cuerpo de trinchera, donde muere
el hombre
y de Vercingetórix a Atila,
cuántos lo son pero quién sabe la envergadura de la
pierna de Vircengetórix o Atila,
etc., etc...
El hombre, digo, no ha olvidado jamás el desrazonar
porque los verdaderos repiados mentales no están en
los manicomios,
sino fuera, entre nosotros,
entre los conquistadores, principalmente,
Señor Carlomagno,
Señor Napoleón,
Señor Carlos V, etc...
En cuanto a los vivos,
no soy yo sino la historia quien próximamente los
nominará,
¿no es verdad, Señor Mussolini
(aunque haya muerto usted),
¿no es verdad, señor Churchill?,
¿está usted vivo?
¿no es verdad, señor Dalai Lama?, ¿dónde se esconde
usted?
Digo que son las gentes del poder quienes han
mantenido la anatomía actual del hombre que no deja de perder pies y brazos en el transcurso de
todas las guerras que se le vienen y se le vendrán encima, porque esta anatomía
es falsa
y quién se la hará así?
Todos y ninguno, se suele responder,
el azar, el espíritu malvado y la nada,
pero no,
ni todos ni ninguno
ni el azar
ni el espíritu malvado y ni siquiera la nada,
sino estos aprovechados del poder,
estos ricachos,
ricos de dinero
y ricos incluso de la consciencia de poder,
pero no es su ciencia lo que les ha procurado ese
poder, sino la de Aquel Señor Mutilado, de del Señor Amputado, la del Señor
Decapitado en los retículas y en las guillotinas del poder discrecional de la
guerra que hace la guerra y evita la paz, entre las manos de quién carajo sabe
cuántos millones de la prepotencia y del ordeno y mano. Son siempre los mismos,
los que dan y reciben el resto de los 30 denarios.
Guerra, paz,
poesía, libertad,
orden y desorden,
anarquía, rebelión,
cárceles, manicomios, libertad,
alienación y alienados
son y fueron siempre ideas, estados, convenciones y
nociones que no han tenido jamás valor no por la lengua que por vez primera les
ha chuleado y lamido,
cogidos, sorprendidos, atacados o abandonados,
defendidos o enunciados.
Quiero decir que esta lengua, la lengua,
que la lengua es un mazacote de carne que vale para
ella y para la anatomía general
y que la anatomía general del hombre es manca desde
hace siglos
porque ha sido improvisada,
improvisada desde aquellos presuntuosos y robagallinas
que se llamaron Jehová, Carlomagno, Jesucristo, Copérnico, Vico, Próteo,
Prometeo, Buda, Mossé de León o Mahoma.
Oh, señor Artaud, todo esto es superficial e incluso
usted se precipita demasiado.
No, la anatomía humana es falsa,
es falsa y yo lo sé,
por haberla probado de la cabeza a los pies
durante mis 9 años pasados en 5 manicomios
pero los responsables no son aquellos que he
enumerado, aunque durante un tiempo se escondieran bajo estos nombres, y fueran
ellos los que han desviado la ciencia
e impusieran al hombre oprimido aquello que se ha dado
en llamar
ciencia.
CARTA A LOS RECTORES DE LAS UNIVERSIDADES EUROPEAS
Los
niños alcanzan a saber algo hasta que los mandan a las escuelas.
A
partir del día en que son confiados a las garras de un profesor, se olvidan.
Las
escuelas son un fascismo de la consciencia, esta vieja dictadura fosilizada
sobre la puta del viejo pedagogo.
El niño
de seis años que por vez primera entra en una escuela tendría mucho que enseñar
a su presunto maestro, si éste tuviera la sabiduría y la honestidad de creer
que hay algo que aprender de la consciencia de un recién nacido.
¿Pero
cuál será el maestro que tendrá el espíritu de devolver la llave a la puerta
metiéndose él mismo en la escuela de la futura natalidad?
La
desgracia, señores rectores de las Universidades Europeas es que no habrá
nuevos nacimientos, pues a fuerza de tirar tanto de la cuerda...
Y no es en la escuela de bebés que
querría meteros, yo, magníficos rectores, ya que a través de la imbécil ciencia
que representáis ya no es tiempo de nacer, sino de morir.
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