AZORES DOS

España una vez más hace el más tremedo de los ridículos al tratar de "enterarse" si Snowden iba en el aeroplano de Evo Morales, caminito de Bolivia, marcándose una saya y cantando la internacional. Ya una vez un presidente / pastorzuelo español de cuyo nombre no quiero acordarme hizo el más solemne de los ridículos (y de paso nos ridiculizó a todos los españolitos) lamiéndole las botas al vaquerete Bush Jr y meneándole la cola a su fiel granjero inglés sobre el cielo ligeramente emborregado de las Azores, las islas de los anticiclones y del sonrojo. La escena vino a cuenta de no sé qué armas de destrucción masivas y ahora ha venido, al parecer, por un desvergonzado asunto de escuchas y espionaje masivo perpetrado por EEUU y denunciado por un chico que se las sabe todas en la cosa del espionaje informático. Lo patético es que esta vez España, este fidelísmo perro perdiguero, se ha vuelto a poner del lado del delincuente internacional y por un exceso de celo ha querido morder de quien se ha chivado del delincuente. Vale que nos recorten, vale que nos quieran conducir a una nueva sociedad pre-industrial, vale que pretendan sacar los palios al solete o nos re-impongan las madarsas cristianas, pero volver a faltarle el respeto a los ciudadanos, volviendo a protagonizar una acción completamente ridícula, patética y diga de un vodevil, por la que vamos a pagar caro, eso ya pasa de castaño oscuro. Hace tiempo que como país perdimos la credibilidad, pero ahora, con estos trabajos sucios y con estos sicariatos, con esto de someternos a los americanos o a los alemanes, estamos perdiendo la dignidad como nación y la consideración de quienes alguna vez nos tuvieron una mijita de estima. En vez de pegarle tres collejas a quien nos está poniendo micrófonos en la sopa, le lamemos el culo y nos exponemos al más terrible de los ridículos internacionales. Qué bonico. Pero, en fin, es que nuestros mandamases, está ya muy dicho en estas páginas, no dan más de sí, pues se han forjado no en las ideas, sino en el trepismo, han aprendido a comer mierda y han llegado a las cimas del partido escondiéndose tras las cortinas, a base de zancadillas y de tragar sables si era necesario. Y, sí, tienen masters en trepar, saben medrar, saben enterrar cadáveres, pero la política, la alta política no es eso. Europa se hunde, entre otras cosas, porque faltan políticos de alto vuelo y de visión, que en vez de buscar  medallitas o palmaditas en la espalda, sepan de qué va la cosa y están dispuestos a correr riesgos. Lo que tenemos hoy son una sarta de cantamañanas, sicarios, correveidiles, gentuza que huele a cadaverina. Nunca hemos estado más desprotegidos, nunca tan requetemal gobernados, nunca tan a merced de tanto incompetente que confunde política con medro y que no tiene ni idea de lo que significa dignidad. En fin, lo que hemos hecho no con Evo Morales sino con Bolivia y con América del Sur no sólo es un despropósito, sino una pura indignidad. Pero, bueno, no podemos decir que de éstos no nos lo esperásemos. Al menos, eso no.


 
Os dejo con unos textos de Antonin Artaud que tuve a bien traducir hace unos años y que tenía entre las cosas, arrinconando en mis archivos. Se publicó, sí, en una revista que se llamó Tinta China y que supongo extinta. Artaud siempre merece la pena. Del gran Artaud qué se puede decir, sino que es una de las mentes más lucidas y desobedietnes del siglo XX, de los pocos que han dejado en el aire una señal de interrogación. Como Céline, Beckett, Cioran, Strindberg, Pasolini o Panero forma parte de la exigua cohorte de ángeles caídos, que nos ha mostrado el camino de la insurección y de las sombras. Larga vida, maestro.
 
 

 

 

PARA LOS ANALFABETOS
antonin artaud
 

            La anarquía, sin orden ni ley, las leyes y las normas no existen sin el desorden de la realidad, sin el tiempo y sin la ley. Desarticularé lo que se me ponga por delante en la vida de los universos, para que el tiempo sea yo.

            La revuelta general de los seres ha sido un sueño que he observado como a un árbol, desde mi rincón, con la epidermis de mi propia mano. No había muerto, ni me había destruido, salvo alguna parte mínima de mi cuerpo.

            Soy una máquina que funciona de puta madre y arranca al primer tirón. Soy de los que, con la dialéctica, hacen surgir falsos problemas para comprender de forma explícita aquello que queda dicho: mi coco funciona.

            Sigo mi camino hacia la honestidad, en la contención, en el honor, en la fuerza, en la brutalidad, en la crueldad, en el amor, en la acritud, en la cólera, en la avaricia, en la miseria, en la muerte, en el estupro, en la infamia, en la mierda, en el sudor, en la sangre, en la orina, en el dolor.

            No soy la inteligencia o la conciencia de haber hecho nacer las cosas, sino el dolor misterioso de mi útero, de mi ojete, de mi pirula, que no es un sentido, mi querido Freud, sino una masa obtenida solo a través del sufrimiento sin haber aceptado el dolor, sin reivindicarlo, sin imponerlo, sin irlo a buscar...

            No hay ciencia, existe sólo la nada, y a la nada no la superarán sus ciencias por mucho que lo creáis. No se puede vivir con tantos parásitos mentales alrededor. Soy sólo aquél que ha querido hacer inútil el signo de la cruz.

            La duda, la inconsciencia, la ignorancia y la inconsecuencia no constituyen un estado de trastorno sino el único estado posible, pues no existe el ser innato que porta en sí mismo la infusa luz. La luz se hace viviendo, y por su naturaleza real tenebrosa, jamás llenará el espíritu de consciencia y de la necesidad de acatar su ser, de recogerlo en el centro de las tinieblas, afirmación consistente de cualquier ser, de cualquier forma que con su mezcla y sus apetitos, acabará por afirmarse a expensas de dios o de cualquier otro principio innato.

            No he venido a decirle a los intelectuales: ¿qué es lo que queréis? Ni siquiera los heputeado, simplemente los he escandalizado con la lengua y los golpes. La idea que tengo de mí mismo es que no soy nada y siento algo extraño con respecto a la idea del amor y del dolor que no puede quedarse en mí.

            Nunca he aceptado la atmósfera de las casas de locos y no admito que se me apliquen.

            Lo repetiré una vez más, no me guía ni siquiera el orgullo literario del escritor que pretende triunfar o ver publicado su producto. Los hechos que cuento son los que quiero que nadie ignore, los gritos de dolor que se me salen por el cuerpo, son los que quiero que escuchéis.

            No, yo Antonin Artaud, no, no y no, no quiero escribir salvo cuando no tenga nada que pensar. Como quien devora el propio vientre, el hueco de su vientre, desde dentro.

            En la gramática se esconde el pensamiento, y ahí es difícil de golpearle, virgen renuente, mucho más difícil en cuanto se lo toma por un hecho innato.

            Porque el pensamiento es una matrona que no ha existido siempre.

            Y las palabras huecas de mi vida se inflan en el bullir bla-bla-blá del escrito.

            Y escribo para los analfabetos.

            P.S. Hay que pagar a los ignorantes con dinero y buenas palabras para transportar opio y fusilar a los soldados, por vestirse con hábitos civiles. Asesinar a todos los soldados.

            Liberar el opio de Afganistán.

 

 


LA ANARQUÍA SOCIAL DEL ARTE

 

            El arte tiene la obligación social de dar alas a la angustia de su propia época. El artista que no ha acogido en el fondo de su corazón el fondo de su propia época, el artista que ignora todavía ser el chivo expiatorio, y que su deber es dinamitar, de tirar, de hacer caer sobre sí mismo la cólera errante de la época para descargarla de su malestar sicológico, no es un artista.

            Como los hombres, el tiempo tiene su inconsciente. Y aquellas oscuras zonas de sombra, que dijera Shakespeare tienen una vida, una vida que es necesario extirpar.

            Para esto sirven las obras de arte.

            El materialismo de nuestros tiempos es en realidad una actitud espiritualista, pues para mejor destruirla, nos impide alcanzar la esencia de esos valores que huyen a los sentidos. Estos valores son llamados por el materialismo espirituales y los desdeña: es así como se empapan del inconsciente de la época. Nada, pues, de lo que la razón o la inteligencia puedan alcanzar es espiritual.

            Tenemos los medios para luchar, pero nuestro tiempo está muriendo, por no emplearlos.

            En los inicios, la Revolución Rusa ha hecho una verdadera carnicería con los artistas y por todas partes se ha levantado el grito contra tal desprecio de los valores espirituales que las ejecuciones de la Revolución Rusa parecían representar.

            Pero, si miramos bien, cuál era el valor espiritual de los artistas que la Revolución Rusa ha mandado contra el muro. ¿Hasta qué punto sus obras testimoniaban el espíritu catastrófico de los tiempos?

            Los artistas, hoy día mucho más que nunca, son responsables del desorden social de la época y la Revolución Rusa no los hubiera golpeado si hubieran tenido el sentimiento real de la propia época.

            Porque en cada sentimiento humanó auténtico hay una fuerza rara que a todos impone su respeto.

            En el curso de la primera Revolución Francesa se ha cometido el delito de guillotinar a André Chénier. Pero en un tiempo de disparates, de hambre, de muerte, de desesperación, de sangre, en el momento en que se decidía nada menos que el equilibrio del mundo, André Chénier ha caído en un discurso inútil y reaccionario, y así ha desaparecido sin daño alguno ni para la poesía ni para su época.

            Y los sentimientos universales y eternos de André Chénier, está probado, no eran ni tan universales, ni tan eternos como para justificar su existencia en una época en la que lo eterno parecía no tener sentido frente a las preocupaciones innumerables. El arte, precisamente por eso, debe empadronarse en las preocupaciones específicas y alzarlas al nivel de una emoción capaz de dominar el tiempo.

            No todos los artistas pueden por sí mismos alcanzar esta identificación mágica de los propios sentimientos con los furores colectivos del hombre.

            Y no todas las épocas consiguen apreciar la importancia del artista y su función de salvaguardia que ejercita en el provecho colectivo.

            El desprecio de los valores intelectuales es la raíz del mundo moderno. En realidad este desprecio disimula una profunda ignorancia de la naturaleza de estos valores. No podemos, sin embargo, perder la fuerza en la tentativa de hacerlo comprender a una época, que entre los intelectuales y los artistas, ha producido traidores en gran número y en el pueblo ha degenerado en una colectividad y una masa que no acierta a comprender que el espíritu, es decir la inteligencia, debe guiar el curso de los tiempos.

            El liberalismo capitalista de los tiempos modernos ha relegado al último puesto los valores de la inteligencia y el hombre moderno, de bruces frente a estas pocas verdades elementales que he enumerado, se mueve como una bestia o como el hombre amedrentado de los tiempos primitivos. Para preocuparse por esto, espera que tales verdades se conviertan en actos y que se manifiesten a través de terremotos, epidemias, carestías, guerras, es decir con el estruendo del cañón.

 


NO SOPORTO LA ANATOMÍA HUMANA

 

No soporto la anatomía humana pero sobre todo no soporto las escisiones de la anatomía.

Dentro de mi camisa de fuerza, metido en la celda, interceptado por todos los medios posibles, envenenado, paralizado por las descargas eléctricas,

no diré que conservo un mínimo girón de humana piedad,

pero diré de haber visto sobreexcitada mi sensibilidad humana de tal manera que ya no puedo ver pasar a un mutilado

sin sentir dentro de mí no sé qué viejo látigo eléctrica estremecerse de la cabeza hasta los pies.

Demasiadas guerras de los últimos años han hecho arrancar brazos y piernas del cuerpo que las sostenían.

Por qué el hombre combate fuera?

Porque en lo adentro es su anatomía lo que le hace la guerra

y desde hace siglos no se ha preguntado

por qué,

en el medio de la peste, de la carestía, de la guerra

de la sífilis, de la epilepsía, del mercado negro, de los electroshocks y de la insulina ,

el hombre, cuerpo a cuerpo de trinchera, donde muere el hombre

y de Vercingetórix a Atila,

cuántos lo son pero quién sabe la envergadura de la pierna de Vircengetórix o Atila,

etc., etc...

El hombre, digo, no ha olvidado jamás el desrazonar

porque los verdaderos repiados mentales no están en los manicomios,

sino fuera, entre nosotros,

entre los conquistadores, principalmente,

Señor Carlomagno,

Señor Napoleón,

Señor Carlos V, etc...

En cuanto a los vivos,

no soy yo sino la historia quien próximamente los nominará,

¿no es verdad, Señor Mussolini

(aunque haya muerto usted),

¿no es verdad, señor Churchill?,

¿está usted vivo?

¿no es verdad, señor Dalai Lama?, ¿dónde se esconde usted?

Digo que son las gentes del poder quienes han mantenido la anatomía actual del hombre que no deja de  perder pies y brazos en el transcurso de todas las guerras que se le vienen y se le vendrán encima, porque esta anatomía es falsa

y quién se la hará así?

Todos y ninguno, se suele responder,

el azar, el espíritu malvado y la nada,

pero no,

ni todos ni ninguno

ni el azar

ni el espíritu malvado y ni siquiera la nada,

sino estos aprovechados del poder,

estos ricachos,

ricos de dinero

y ricos incluso de la consciencia de poder,

pero no es su ciencia lo que les ha procurado ese poder, sino la de Aquel Señor Mutilado, de del Señor Amputado, la del Señor Decapitado en los retículas y en las guillotinas del poder discrecional de la guerra que hace la guerra y evita la paz, entre las manos de quién carajo sabe cuántos millones de la prepotencia y del ordeno y mano. Son siempre los mismos, los que dan y reciben el resto de los 30 denarios.

Guerra, paz,

poesía, libertad,

orden y desorden,

anarquía, rebelión,

cárceles, manicomios, libertad,

alienación y alienados

son y fueron siempre ideas, estados, convenciones y nociones que no han tenido jamás valor no por la lengua que por vez primera les ha chuleado y lamido,

cogidos, sorprendidos, atacados o abandonados,

defendidos o enunciados.

 

Quiero decir que esta lengua, la lengua,

que la lengua es un mazacote de carne que vale para ella y para la anatomía general

y que la anatomía general del hombre es manca desde hace siglos

porque ha sido improvisada,

improvisada desde aquellos presuntuosos y robagallinas que se llamaron Jehová, Carlomagno, Jesucristo, Copérnico, Vico, Próteo, Prometeo, Buda, Mossé de León o Mahoma.

Oh, señor Artaud, todo esto es superficial e incluso usted se precipita demasiado.

No, la anatomía humana es falsa,

es falsa y yo lo sé,

por haberla probado de la cabeza a los pies

durante mis 9 años pasados en 5 manicomios

pero los responsables no son aquellos que he enumerado, aunque durante un tiempo se escondieran bajo estos nombres, y fueran ellos los que han desviado la ciencia

e impusieran al hombre oprimido aquello que se ha dado en llamar

ciencia.

 

 


 

CARTA A LOS RECTORES DE LAS UNIVERSIDADES EUROPEAS

 

 

            Los niños alcanzan a saber algo hasta que los mandan a las escuelas.

            A partir del día en que son confiados a las garras de un profesor, se olvidan.

            Las escuelas son un fascismo de la consciencia, esta vieja dictadura fosilizada sobre la puta del viejo pedagogo.

            El niño de seis años que por vez primera entra en una escuela tendría mucho que enseñar a su presunto maestro, si éste tuviera la sabiduría y la honestidad de creer que hay algo que aprender de la consciencia de un recién nacido.

            ¿Pero cuál será el maestro que tendrá el espíritu de devolver la llave a la puerta metiéndose él mismo en la escuela de la futura natalidad?

            La desgracia, señores rectores de las Universidades Europeas es que no habrá nuevos nacimientos, pues a fuerza de tirar tanto de la cuerda...

            Y no es en la escuela de bebés que querría meteros, yo, magníficos rectores, ya que a través de la imbécil ciencia que representáis ya no es tiempo de nacer, sino de morir.





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