GALOPANDO HACIA EL PASADO

Suele suceder. Cuando los mediocres no saben cómo afrontar el futuro, no se les ocurre otra que volver grupas sobre el pasado, para volver a esconderse en soluciones ya extintas, al prodigioso laboratorio del pretérito. Es lo que le está pasando a este pésimo gobierno. Incapaz de resolver los problemas, retos y conflictos que plantea tanto el presente como el futuro de un país a la deriva, se pilla un billete hacia el pasado, buscando como loco el blanco y negro, regresando a esa época en la que su base social era la garante de la conciencia universal y de los valores del mundo. A qué sino la regresión que supone su ley sobre el aborto, que viene a sancionar una absoluta desconfianza de la libre decisión de la mujer sobre sí misma, cuando no una impresentable duda sobre la responsabilidad de la mujer; a qué visión del mundo, a qué insólito temor nos lleva a desconfiar de la decisión que una mujer toma sobre su propio cuerpo, sobre su propio futuro. Todo, según parece, para contentar a esos visionarios del pasado que son la extrema derecha, los de la banderita pre y todo ese rollo vintage. La vanguardia regresiva, válgame la expresión. Y es que llevamos un mes y pico de pura y dura regresión: no sólo la cosa del aborto, sino la del endurecimiento del consumo de las drogas blandas, la ley de manifestaciones, la ley Wert, la de los toros, la de la caza... Bueno, parece que a estos señoritingos que jamás han dado un palo al agua, sólo les interesa regresar del futuro e instalarse en el siempre seguro útero del pasado, en la convicción de que allí no le crecen los enanos. El problema, su problema, es que no hay lugar para el pasado. El presente no se arregla rebozándolo de pretéritos, afirmándolo sobre tablas comidas por la carcoma, sumergiéndolo en carbono 14 y patrullando la caverna. Alguien habla de un giro hacia la extrema derecha. Un guiño a la sordidez de un partido que guarda en sus filas a todo el amanecer dorado hispánico, con sus esvásticas y sus enrevesadas paranoias. Puede ser, pero a mí se me antoja que es más un tema de regresión, de cangelo hacia el futuro, de manera que en dos legislaturas más nos tendrían de nuevo en el gótico, esa época tan subestimada por el progrerío, donde cualquier duque podía enarbolar una esváśtica o la cabeza de un pobre como si nada. En asunto laboral hace tiempo que estamos en el medievo, así que sólo se me ocurre que estos "regresores" en vez de llevar en sus pines y en sus pisacorbatas la gaviotita de marras, debieran ponerse un cangrejo flamígero. Les sentaría de puta madre.



 
EL GRAN HOMBRE



Sólo los grandes hombres son capaces de afrontar grandes decisiones. Por eso él entendió que aquellos cinco próceres merecían ser fusilados y se prestó a ello. No le tembló el pulso y al volver a casa besó a su mujer e hizo carantoñas a su hija recién nacida. Las ejecuciones continuaron al paso previsto durante meses, años, pero él, inquebrantable, se convencía a sí mismo que sólo los grandes hombres son capaces de afrontar las pruebas más difíciles sin que les tiemble el pulso, aunque la población hubiera mermado hasta un tercio del total y cada vez resultara más difícil encontrar nuevos culpables de desafección. Un día, leyendo los estadillos de los fusilamientos del día siguiente, comprobó con asombro que en ellos estaban escritos dos nombres familiares: el de su mujer y el de su hija de apenas ocho años. ¿También ellos? Subió a hablar con la superioridad y el generalote, un hombre bajito y taimado, se levantó de su silla, le puso la mano en el hombro y con un gesto de las cejas le dijo algo que jamás habría de olvidar: “Sólo los grandes hombres son capaces de entender los grandes sacrificios”. Pasaron unos pocos minutos y él, aún no repuesto de la excitación, descendió las escaleras, se lavó la sangre, se refrescó la nuca en el patio y dio orden a los guardias para que fueran a recoger el cadáver. Ellos dudaron un segundo, pero entonces él les extendió una nueva lista de ejecuciones para el día siguiente, redactada de su propio puño y letra y comprendieron. Entonces se cuadraron ante el nuevo gran hombre que tenían ante sí. Y ya no dudaron. Y se pusieron en camino.






1 comentarios:

Ignacio dijo...

Muy acertado, don Manuel. Al principio pensábamos que los ministros eran neogóticos, por aquello de lo siniestro y retorcido de sus miradas, pero no: como muy bien dices, los de este gobierno son de un gótico puro y duro, sin concesión alguna a lo flamígero y, mucho menos, al manuelino.