CAZA MAYOR, MICROS

Cuando todo parecía que íbamos a seguir publicando los relatos largos en el blog, resulta que aparece por casa el tipo de MRW con una sospechosa caja. En ella los ejemplares de CAZA MAYOR, el libro de micros que acaba de publicar la heroica editorial Baile del sol (gracias, Tito). La portada es de Conchy Franchy y la ha cavado. Nunca hubiera concebido nada más precios y precioso. El libro, como suele decirse en los tremedales de cualquier parto, ha salido muy bien, con todos sus avíos y a berridos vivos, lo cual dice bien de sus pulmones y de sus cosas. Muchos de los microrrelatos que aparecen en el libro ya están publicados en el blog, pero hoy, como pelón de bautismo quiero dejaros con los veinte -he dicho bien- primeros. Es que estamos que tiramos la casa por la ventana.




COSMOGONÍA


Todo comenzó por una maldita apuesta. Con veinte años uno cree que puede ponerse el mundo por montera y si a eso añadimos que nos habíamos pasado con las cervezas... Por mis muertos, que en una semana, dije, mirando a Gloria y golpeando la jarra casi vacía sobre la mesa de mármol, acabo el mundo. En la sonrisita de mis amigos de francachela advertí que se lo habían tomado como una fanfarronería más. Estaba hasta el gorro de que todos, incluida Gloria, me tomaran a chufla, pero esta vez estaba dispuesto a llevar mi promesa hasta el final. Por mis muertos. A mí no me tocaban las pelotas cuatro gilis que sólo querían calzarse a Gloria, así que les aseguré que, como me llamo Dios, en una semana tendría listo el mundo y no sólo lo cumplí, sino que el séptimo día me tumbé a la bartola, a la vista de todos, viendo cómo me había quedado la cosa.
    —Joder, así lo hubiera hecho cualquiera —dijo uno de ellos. Los demás lo siguieron con sus risitas.
    Yo sabía que no le faltaba parte de razón, pero por el momento y delante de Gloria, no estaba dispuesto a dejar que siguieran con las risitas y las cosas.
    —¿Si tan listos sois, por qué carajo no lo habíais hecho antes? Sois como esos putos niñitos de papá que andan todo el rato que si la revolución por aquí, que si la revolución por allá, pero nunca mueven un dedo para hacer la maldita revolución.
    —Dios, no te pongas así.
    —Anda y que os jodan —dije, dando un portazo.
    Y no volví.




   



CONSPIRACIÓN SUPRAUNIVERSAL

(De CONSPIRACIONES, I)

    a Tomás Sánchez Santiago
                       
A pesar de la lucecita verde que aparecía en el correo de mi ordenador, ayer prácticamente no pude pasarme por aquí, querido Tomás. Cuando muy de mañana traté de ganar la silla, vi que mi hijo -el más pequeño- otra vez se me había adelantado y ya estaba en mi puesto, bajándose -repito sus palabras-, “una película de alucinar, de ésas que a ti tanto te gustan, vaya, de las de volverte loco”. Yo tengo mi propia teoría sobre el asunto. Verás. Sé con toda garantía que mis hijos forman parte de una compleja fuerza de ocupación suprauniversal que, lejos de ocupar el territorio, se conforma con tomar aparatos estratégicos como televisores, ordenatas, teléfonos, impresoras, frigoríficos, duchas..., es decir, todo cuanto funcione por cable o esté conectado con dios sabe qué. Creo que mis hijos no son más que alienígenas que han usurpado la personalidad de mis verdaderos hijos, porque cuando les hablo, parecen no escucharme o si lo hacen es para pedirme —bueno, pedirme no es la palabra exacta— veinte euros para irse de marcha o vaya usted a saber qué, pero yo sé que ese dinero lo emplean en comprar armas y preparar la invasión. Tengo pruebas de que reciben instrucciones por estos mismos cables para tratar de volverme tarumba y he optado por hacerles creer que han conseguido su propósito, y me muestro dócil, obsecuente, generoso, como si no estuviera al tanto de que lo suyo forma parte de una conspiración suprauniversal, pero querido amigo, entre nosotros, durante los últimos meses he ido acumulando explosivos en el sótano. No sé lo que harás tú, pero yo, antes de rendirme, estoy dispuesto a llevarme por delante a estos malditos alienígenas hijos de la Gran Puta.




LA MISMA FECHA


Fue la misma fecha en la que Pablo te amenazó con que si delatabas a aquellos polis verías su corazón ante tu puerta. La misma fecha en la que aparecieron los tipos con la moto y amenazaron con incendiar tu casa si seguías en tus trece. La misma fecha en la que yo te dije, chica, lo mejor es que te olvides de todo y te vengas conmigo y tú me respondiste, aguantaré, aguantaré, aunque sea lo último que haga en mi vida, y yo te contesté casi en broma, no, si va a ser verdad que será a mí a quien le toque enterrarte. La misma fecha, ¿recuerdas?, y ya ves lo sutil y preciso que ha acabado siendo el destino.




PARAÍSO

(I)

Lo pasé fatal en el paraíso. Todo el rato desconfiando de todo y de todos. No quería que me pasase lo que a ese tal Adán. Cuando mi mujer decidió dejar de hablarme por no prestarme a sus jueguitos, yo, créanme, no saben cuánto se lo agradecí. Todos se pusieron de su lado, perdí peso y el galeno me recetó ampollas de ésas, que acabaron por provocarme unas arritmias insoportables, pero nadie me hizo caer en la pueril trampa de la manzana. El día que me fugué, todos se quedaron admirados, creyendo que me había vuelto a dar una ventolera. Me hice un adosado a las afueras y aquí vivo, divinamente. A veces me veo en secreto con Caín. Tenemos nuestros planes.




HURACANES

    a Ignacio Vázquez Moliní

No, Cristina no ha llegado todavía. La arrastró un huracán ya va para tres meses y de momento no ha vuelto. No es que temamos especialmente por ella, porque se conoce bien los huracanes y estamos seguros de que cuando se canse, volverá. Lo que temo es que a éste le coja afición, como le ocurrió a madre, que después de irse con todos los que pasaban por aquí, ya de mayor, se largó con uno y nunca más quiso saber de nosotras. A mí, que siempre he sido una incomprendida, me dio por los hombres y ya ve usted, aquí me tiene, en el Texaco Girĺs y esperando a Cristina, que, como le digo, tiene que estar al llegar.
   




PERROS, MOSTROS, REMOLINOS

    a María Alcantarilla a quien se lo escuché, que se lo escuchó a una niña de Santa Olalla. A esa niña.

    —A mi yegua me la han matao unos perros, María.
    —¿Unos perros? ¿Por qué?
    —Pues porque sí, María. Lo mismito que ahora viene y te come un mostro o que te lleva esa mijita de remolino.






CAZA MAYOR

    a José María Merino

Estaba preparado cuando apareció el oso. Era exactamente el que nos había descrito aquella misma mañana el monitor en el pueblo. Tomé el rifle, adelanté el pie y me dispuse a poner su corazón justo en el punto de mira de la telescópica. Están bien empleados los 10.000 euros, pensé mientras apretaba el gatillo. Marqué el número justamente cuando el animal aún se debatía sobre la hojarasca. Se puso mi hijo y, emocionado, le narré cómo había matado yo sólo al oso y añadí que acaso en ese instante aún le quedase un pálpito de vida. Mi hijo guardó silencio. Luego, tras pensarlo, me dijo: papá, cuando vuelvas, quiero que mates a mi maestra.





GERNIKA

(De HISTORIA ABREVIADA, I)

Padre, me parece que sí, que son aviones, pero desde aquí... ¿Qué? ¿Que corra, dice? De verdad que no lo escucho. Aló, aló... A dónde, a dónde, padre. Es que con tanto ruido no sé qué me dice. ¿Sí? ¿Sigue ahí? Joder, no lo escucho. ¿Cómo? Espere, espere un momento, oigo algo que silba sobre mi cabeza.




CARTA A LOS REYES MAGOS

(I)

Reyes Magos,
Este año creo que me he portado bien, porque mi hermano yo creo que iba camino de convertirse en un yonqui, y la abuelita ya era muy muy mayor y, después de lo de mi hermano, todo el rato me decía que se quería marchar, que se quería marchar, que ya aquí estaba sobrando. En lo del tío Bernardo, lo juro, no tuve nada que ver. Se murió de pena, por lo de la abuelita, pero yo creo que el pobre se hubiera muerto de pena por cualquier otra cosa. De todo lo que vino después tampoco tengo toda toda la culpa, así que sí, yo creo que este año me he portado bien. Por eso la lista es más larga que otras veces.




EL DILUVIO, QUÉ DILUVIO

(De HISTORIA ABREVIADA, V)

De pronto, del cielo comenzaron a caer avestruces, gansos, garrapatas, jirafas, chuchos, hienas y otros cientos de animales de los que no había noticia. Al caer, unos se fracturaban las patas, otros se desnucaban por aquellas peñas o reventaban, flop, y todo lo que alcanzaba la vista lo dejaron perdido de vísceras y sangre. El tipo de las barbas mosaicas tuvo más suerte y cayó sobre unas retamas, pero la caída debió trastornarlo porque se jactaba de haber salido indemne de no sé qué diluvio y luego relataba la historia de una paloma que llevaba en el pico nada menos que una rama de olivo. Figúrese. ¿Un diluvio? ¿Qué diluvio, ni qué diluvio, si Dios había hecho que no cayera una gota durante los últimos siete años? No tenía más que ver cuánta desolación. Yo lo llamé loco e impío, pero indiferente a mis improperios, se sacudió la túnica y se alejó tan campante, silbando. Sepa que mañana, le grité alzando el puño, no quedará ni un solo bicho vivo. No tiene ni idea de cómo se la gastan por aquí los buitres. Pero, bah, no me escuchaba.




EL TELÉFONO

(De CONSPIRACIONES, I)

Cada vez que suena el teléfono me vuelvo literalmente loca. Enseguida pienso, enseguida el corazón, etcétera. Tengo gente repartida por todas partes. Hijos, tíos, sobrinos, parientes lejanos... ¿Alguien cree que me llaman para anunciarme algo bueno: un nacimiento, una boda, una plaza en las oposiciones? No. A mí sólo me anuncian accidentes, situaciones deplorables, llamadas de socorro. Pero hoy va a ser todo distinto. Hoy me he prohibido levantar el auricular.

Suena el teléfono. Una, dos, tres veces. Me ha costado la misma vida, pero he conseguido no levantarme... aunque ahora que lo pienso, ¿mi sobrina Julia no daría a luz uno de estos días? Dios, ya está, seguro, segurito, como si lo estuviera viendo: no han podido detenerle la hemorragia...




PEDOFOBIA


Odio a los niños, esos seres estúpidos que se venden por una simple gomita de mascar. Pero más odio a las madres, pues apenas cumplen los diez años los dejan salir sin bozal para ver cómo los muy desgraciados se te tiran a los tobillos y te despellejan vivo. Ojalá, me oyes, no hubieran jubilado a ese tal Pilatos o acabasen de aceptar su carne en los mc donalds y en todos los restaurantes mexicanos y criollos. Eso sería cojonudo, porque en cuanto se descuidan sus mamás van y crecen y crecen y entonces es cuando te joden vivo y se te tiran derechos al corazón, como los cuervos, y acabas suplicándoles, cuando ya no tienes más que ofrecerles, que no, que no te dejen, que quién los va a querer y cuidar mejor que tú, que hasta te dejarías matar por ellos, pero es inútil, para entonces tú ya eres un tipo que huele a fiambre.



ESBIRROS

(De CONSPIRACIONES, II)

El hombre que cada noche duerme en el portal, hoy lo he sabido, no es más que un contratado del ayuntamiento. Rodeado de cartones, de un escobón, de un carrito construido a base de despojos y apestando como una bodega, ese tipo no es más que un maldito contratado gracias a las oscuras ordenanzas municipales. ¿Merezco algo así? ¿Por qué nos trata como a imbéciles el ayuntamiento? ¿Creían que no me iba a acabar enterando? Todo, todo encaja. A mí no me la dan. Puedo parecer estúpido, pero a mí no me la dan. El ayuntamiento contrata a esos tipos para que sepamos qué es lo que nos ocurriría de no levantarnos cuando es todavía de noche, de no coger el metro cada mañana y de no volver ya oscurecido al lugar donde nos está esperando el hombre que apesta como una bodega, fiel esbirro, ya digo, del ayuntamiento. Entonces, sorteamos como podemos al tipejo, esperamos el ascensor, llegamos derrumbados a casa, besamos a la niña que está haciendo los deberes en su cuarto, ponemos el despertador a las seis y media y comenzamos a soñar en el adosado ese de la zona residencial, donde no dejan entrar a nadie, y mucho menos a los esbirros del ayuntamiento.



BLACK DOG

(I)

    a David Garrido, en su onda.

Estoy asustado, sí. El próximo puedo ser yo. Desde hace un mes, todas las noches cruza bajo mi balcón un hombre que arrastra una larguísima y gruesa cadena. Cada noche me asomo discretamente para verlo pasar. Es un hombre viejo, oscuro, de aspecto descuidado: probablemente un hombre sin hogar. Ni sé de dónde viene ni hacia dónde se dirige, sólo que cada noche pasa ante mi balcón y yo me asomo para verlo pasar. Lo he comentado con los vecinos, pero nadie más dice oírlo (y eso que hace un ruido enorme y mis vecinos se jactan de dormir con un ojo abierto). Ante mi denuncia, durante tres noches seguidas un municipal dijo haber hecho guardia en puntos donde necesariamente habría de pasar (y sé que el hombre ha doblado la esquina de mi casa durante esas noches), pero en sus informes asegura no haberlo visto. Desconfiando de todos, yo mismo lo he fotografiado y mandado las fotos por e-mail tanto a la Comisión de Sanidad y Derechos Ciudadanos como al Servicio de Protección y Recogida de Mendigos, pero nadie me contesta ni se da por enterado. Con decir que no les llegan los e-mails o que en ellos no se adjuntaban fotos, se quedan tan frescos. He llegado incluso a llevarles las fotos en persona, pero nada: me dan largas, no me creen. Son, dicen, burdos fotomontajes. Hace tres días, sin embargo, la historia dio una inesperada vuelta de tuerca: unos minutos después del mendigo, apareció un caballero cubierto por una armadura de plata, una adarga y una pica, montado sobre un imperioso corcel negro y escoltado por un perro de presa. Al verme en el balcón, el caballero se descubrió la visera, y con una voz de cobre batido, me preguntó si había visto pasar a un hombre con tales y tales atributos. Tras escucharme, se bajó la visera y se marchó picando espuelas, haciendo un ruido del mismo diablo. Incrédulo, lo vi desaparecer por la esquina. Como quiera que hace dos noches volvió a aparecer otro encadenado, lo volví a poner en conocimiento de las autoridades, quienes dijeron que actuarían de inmediato. Esta última noche encadenado y caballero coincidieron frente a mi casa. Fue cosa de un segundo, pues el caballero cayó sobre el mendigo, le ensartó con su lanza y, una vez caído, el perro dio cuenta de él. Su sangre fue visible hasta la alta madrugada, cuando los del servicio de limpieza llegaron para cargar con lo que quedaba de cadáver y baldear la calle. A media mañana ha sonado el teléfono. Mi mujer me ha entregado el auricular, diciendo que alguien del ayuntamiento preguntaba por mí. He tratado de permanecer sereno, pero ¿cómo estaría usted si reconociera la voz de cobre batido del caballero y escuchara de sus labios que ni se le ocurra mencionar el asunto del mendigo porque el próximo puede ser usted?



ESTORNINOS


Comprobé que ninguna de las cartas era la que estaba esperando. Entonces hice que Hamruch las pusiera en la bolsa y las metiera junto a las demás en el congelador. Pasó todo el invierno. Mi única esperanza al correr los visillos cada mañana era que al menos ya hubiesen vuelto.

    ***
Y volvieron. Eran muchos, demasiados. No recordaba tantos. En pocos minutos consiguieron oscurecer todos los árboles del jardín. El ruido llegó a ser ensordecedor, pero yo me sentía alegre, porque al fin habían vuelto.
    No sé cómo, pero unos pocos consiguieron penetrar por la chimenea o tal vez por el hueco del buzón. Cuando escuché la bocina del coche de Hamruch y se marcharon volando, ya habían acabado con mi otro brazo. Ella misma cayó muy poco después, sin poder alcanzar el porche. Saciados, fueron a posarse en los álamos del río, como los otros años, donde yo pudiera verlos.
    Mucho tiempo más tarde escuché el timbre: era el cartero. Su voz sonó nítida y entusiasta por el telefonillo: señora, señora, por fin ha llegado la carta, pero yo hace veinte años que no puedo moverme de la cama, Hamruch no estaba, y sin brazos no podía descolgar el telefonillo.



SERPIENTE DE CASCABEL

    a Rocío y Rey

Fue el mismo día que mi esposo, muy de mañana, me telefoneó diciendo que debía llamar cuanto antes a su papá para que me diera el dinero del rescate, porque de lo contr... y ahí se le entrecortó la voz. El mismo día que viendo despuntar la luna, aparecieron los tipos con el fueraborda y, tras negarme a entregárselo todo, amenazaron con cortarle el cuello a mi esposo antes de la media noche. El mismo día y la misma noche que yo te dije, chico, con esto tú y yo podríamos largarnos muy muy lejos de aquí, y tú me respondiste que si por un casual no estaría pensando en comprar la casita que vimos en aquella playa solitaria del Bósforo y yo te contesté, mientras te iba comiendo por todas toditas las partes, chico, me lo dice el corazón, de aquí a poco me convertiré en tu serpiente de cascabel y te tragaré entero, entero. El mismo día, ¿recuerdas? Y todo, zzshiiiiii, zzshiiiiii, todo se ha ido cumpliendo.




CARTA A LOS REYES MAGOS

(II)

Queridos Reyes Magos
[...]
Acabaron por confesar. Mis papás, quiero decir. Qué bien me vino el libro “Métodos de tortura”, que el año pasado pedí para mi abuela. No sabéis el partido que le estoy sacando.




RAZONES

(I)

“Por lo que más quieras, lávate bien esas manos antes de acostarte”. Ésta es mamá, que venía de dos separaciones, de no sé cuántos despidos y de una condena por intento de asesinato y ahora trabajaba para un canal nocturno, de vidente. Y era raro porque fuera de casa no daba una. De hecho no sé cómo pudo adivinar que acababa de echar matarratas en su tazón de leche.




POLONIA

(De HISTORIA ABREVIADA, II)

I
El panzer se detuvo un instante ante la figurilla de mi padre, que agitaba las manos, tratando de impedir que pasara justamente por nuestro sembrado. Cerré los ojos durante unos segundos y lo que vi fue una polvareda que iba atravesando el sembrado. Esperé en vilo a que se levantara el polvo y de él surgiera la figurilla airada de mi padre.

II
Le pregunté al soldado ruso si no había otro lugar para pasar con el tanque que la hilera de tumbas y, escupiendo, me dijo que sí, pero que a ningún asqueroso polaco se le ocurriría enterrar minas en las tumbas.




AMÉRICA


Hace semanas que mi fiel Denguela y yo dejamos el puerto de Dakar y desde hace dos días floto sobre el inmenso trozo de carne que es un rinoceronte. ¿Alguien podría decirme si hay tiburones esperándonos en las costas?, ¿dejan entrar carne de rinoceronte en América?









   

1 comentarios:

Ignacio VM dijo...

Enhorabuena por el nuevo libro. Un muy fuerte abrazo,

Nacho