CAZA MAYOR (2) CON VIERAS

Seguimos con Caza mayor (Ed. Baile del sol, 2014) y dejamos aquí una quincena de micros de distinta factura. El libro estará en los estantes en las próximas fechas. Pedidlo en vuestra librería. Si hay alguien que por razones de causa mayor no lo pueda adquirir, que me lo diga en islahelena@gmail.com y yo, con sumo gusto, le paso el libro gratuitamente. Si os pido que lo adquiráis es porque pienso que las editoriales heroicas como es Baile del Sol sigan publicando a otros autores, sacando otros libros, dar oportunidad a esos productos literarios que por razones de todos conocidas no van a editar las grandes editoriales comerciales. Propuestas como Baile del Sol merecen todo nuestro apoyo, porque apuestan además por la literatura de verdad, cojones, porque se la juegan en cada libro.
Las imágenes que ilustran los micros que se siguen son del pintor José Viera, ante el que me quito educadamente el sombrero. Por cierto que Viera junto a Mario Rodríguez acaban de sacar un libro "La visita del nuncio" que os recomiendo vivamente. Un placer para los gourmets de los sentidos (comunes y no tanto) y para los sutiles de toda sutileza.














TEXTURAS

(De PROBLEMAS DE DIGESTIÓN, I, Collage)

él sirve el vino y ella comienza a trinchar quita la tele dice ella bah déjala total el hombre alza su mosquetón y corre ladera abajo cuando siente un abejorro por el pecho la niña kim va por un camino tras ella aparece un avión en el momento de fumigar la carretera con napalm el chico de la kufiyya revolotea la honda justo cuando me pasas el tenedor cariño el soldado desde el centro de la calle consigue fijarlo en su punto de mira ultravioleta el estudiante avanza pero el tanque retrocede unos metros desde ahí se ve que es imposible el blanco te ha salido bueno cariño el negro mira por última vez al público que llena la sala ve que el alcaide hace una señal con la cabeza no hay tiempo que perder los cuatro se agarran al muchacho mucho mejor que la otra vez y corren ahora ahora escuchan aterrados el tren toma velocidad radu deletrea el cartel de ma drid al ci e lo riiiing-riiiiiiiing no te levantes cariño una mosca se posa en la comisura derecha del labio y la cabeza cae lenta justo justito hacia ese lado y la textura qué me dices de la textura esther se sienta donde le indican y espera ella se abstrae ante la estrella cosida al uniforme del joven dicen dice que no se siente que es incluso dulce y sonríe las pasas es un hongo quiero decir un hongo abriéndose paso en el aire yo creo que son las pasas el avión aparece de pronto entre las nubes se aleja del hongo al niño no al niño no si tienes que llevarte a alguien llévame a mí mira no te sirves un poquito más cariño y los cuerpos caen al mar o el tipo acerca la pistola a la cabeza del labriego camboyano no me cabe nada nada más mi amor



AMOUR FOU

(De CÁRCEL DE AMOR, I)

Al llegar a la curva de La Estafeta, nos lanzamos ciegamente hacia adelante, pero algo me decía que me volviera. No sé qué era ni por qué lo hice. Desde entonces todos se impusieron volverme a la carrera. Embestí a unos y a otros, y sentí a mi alrededor el acre olor del pánico. Había logrado remontar casi hasta la salida, cuando algo me dijo que estaba cerca, muy cerca de mí. Giré la cara, dios, y era, era ella. Me molestó que también esta vez llevase el maldito cencerro, pero, dios, qué podía hacer, qué podía hacer, más que girar sobre mis pezuñas y seguirla hasta el fin del mundo.




DON NADIE


Allí, tras las latas de cacao
y los botes de café, se alzan dos figuras
de porte estrafalario.
Los niños prefieren al del yelmo
y él, sonriente, los sube a su caballo de cartón
y ofrece chucherías.

El otro, junto a él,
reparte propaganda de una colección
de novela de aventuras (sortean dos viajes
al Mar de los Sargazos).

Escucha, Jaime —susurra una señora a su marido,
absorto en la etiqueta de un foagrás—,
¿no es ése, el de la lanza,
el vecino que debía tres meses de alquiler,
al que quemaron sus libros en el patio?

Bueno, y qué —responde su marido
sin dejar de observar la lata de foagrás—,
mejor así, que no por esos bares,
buscando guerra, leyendo libros, haciendo el zángano.




MI PATRIA


A veces me levanto y tengo patria, otras no, depende. Tiendo a confundir mi patria con mis zapatos y cada dos o tres meses siento que mi patria aparece cuarteada por caminos y calles un poco cuesta arriba y, claro, entonces voy y encargo otros zapatos y otra patria o los compro en un pobre mercadillo. Mi patria es eso, un pobre mercadillo, la lengua de una mujer en cinta que vocea sus zapatos mientras pisa un charco, pero también toda esa basura que queda cuando acaba su jornada, y el ir y venir de manos y de niños con zapatos y con mocos. Esa es mi patria. Y yo la quiero a mi manera, y la olvido también a mi manera y lo sé, lo sé, así como nunca daría mi vida por ella, tampoco de ella exijo más que le exijo a unos zapatos (que no aprieten, que me dejen caminar y que me duren...). Y es que mi patria, ya lo he dicho, viene siempre conmigo y por eso a veces invade otros países y otras lenguas, y la llamo por teléfono o me enseña los deberes, ya no sé. Mi patria, no sé cómo se las arregla, queda siempre bajo mis zapatos, en el lugar donde dejo mis zapatos cuando me meto en la cama y nunca sé si voy a despertar, ni qué patria me espera si por un casual despierto en otra parte o no despierto. Despertar, esa es mi patria. Me ha costado dios y ayuda dar con ella, pero, sí, desde luego, despertar será por siempre ya mi patria, y mis zapatos, bueno, servirán desde ahora para llevarme a donde vaya, incluida, naturalmente, mi patria, que es el despertar, o lo que sea, joder, que me estoy liando.




CÁRCEL


La cárcel, esta cárcel que crece cada hora. La conozco bien. Me paso el día sobornando a los guardias o tratando de limar sus fierros, pero nada. Nada de nada. Sé muy bien que escapando no consigo nada, pues he acabado por ocupar el centro y los extremos de mi propia cárcel y ya no hay manera de entrar ni de salir de ella. A veces siento incrustados en mí los barrotes que antes... Bastaría con introducirme la mano para tocarlos. Bastaría golpearme con una piedra para oír cómo suenan. Cuando al llegar a casa con las manos oliendo aún a vísceras, los niños corren a mis brazos, los detengo con una sonrisa triste. Papá está cansado, les dice Gloria, pero no es eso, no es eso, los dos sabemos que no es exactamente eso. Lo que me ocurre es que no queremos que al acercarse puedan acabar atrapados en esta jaula... pero quién, quién se atreve a decirles la verdad, ellos que se figuran que detrás de este preso que vuelve cada tarde, se esconde el Increíble Hulk, capaz de retorcer una barra de hierro con sólo posar en ella sus dedos.




COMPAÑÍA


Después de dos años en el país, se veía sin trabajo, sola y asustada, así que tuvo que optar por la basura. Prefirió aquel barrio donde por la mañana fue a ver si le caía algo de asistenta porque supuso que pocos harían un camino tan largo para machacar media docena de contenedores. En realidad era su segunda batida, así que cuando se acercó a aquel contenedor solitario le extrañó muchísimo que llorase como una criaturita, pero así era. Se aproximó con precaución y al levantar la tapa, advirtió que algo así como unas manos rollizas y minúsculas se agitaban en su interior. Miró a un lado y a otro antes de tomar una decisión. Por lo menos, aquí dentro, se dijo mientras cerraba la tapa tras de sí, no me va a faltar compañía.




PRESUPUESTO


12 €                              autobús i/v
1,20 €                           café
1 €                                periódico
15 €                             pensión
30 €                             completo (regatear si hace falta. Incluir condón)
8 €                               menú (café incluido)
5 €                                taxi
10 €                             imprevistos
10 €                             dos cajitas de hostias





NOCHE DE DIFUNTOS


Todo empezó cuando Amadeo, rebrincado por lo de Inés, abusó de mi sobrina Josefita Bardallo, esa criatura de dios, que dos días más tarde cerró sus ojitos y se encomendó al Altísimo. No habíamos hecho más que darle tierra cuando mi hermano, quiero decir, su padre, Herminio Bardallo se presentó en el casino con su escopeta. Amadeo, tan farruco para sus cosas, no tuvo valor para encararlo y se escondió como un cobarde bajo la mesa. Allí acabó, hecho un ovillo y dejando todo perdidito de sangre. Media hora más tarde, Herminio fue a por Inés, la mujer que Amadeo se trajo de no sé dónde y que le ponía los cuernos con el hermano, con Nicasio quiero decir, y allí mismo, en los bajos de su casa, le metió dos viajes, para que se perdiera la semilla de los Romero. Cuando se enteró su hombre, quiero decir, su cuñado, Nicasio Romero, no se lo pensó dos veces y salió a acabar los asuntos que, según él, tenía pendientes con mi Herminio, quien acabó de un cobarde hachazo por la espalda. Nicasio cogió del suelo la escopeta de mi hermano y anduvo como loco por ahí, gritando que salieran los Bardallo, que iban a pagar bien pagado lo de Inés (porque lo que llevaba en su vientre era suyo). Yo misma me escapé por un pelo de Nicasio, pues su mujer, quiero decir, mi prima Angustias, que nunca había soportado lo de Inés, corrió a advertirme de que venía a por mí, porque yo era la que metía cizaña en todo. Escapar fue para nada. Cuando ya había doblado la esquina del casino y saltaba la cerca donde mi Herminio tenía los cochinos, ese canalla, que bajaba desde el nuevo transformador, me pegó dos tiros y allí me quedé, al otro lado de la cerca, sin poder moverme y esperandito que viniera a rematarme. Pero no vino. Fue una noche agria y seis de los nuestros (Angustias, César, Salvadora...) no vieron el día. Yo misma, muy de madrugada, escuché cómo Nicasio mataba a dos civiles que vinieron para agarrarlo. Entonces creí que era el uniquito que quedaba en pie. Y en eso mi tío, abuelo del probetico Juan de Dios y de Angustias, impedido y todo, llegó hasta la plaza y empezó a gritar, pidiendo que salieran los Romero, si es que les quedaban cojones. Escuché a Nicasio que le preguntaba que desde cuándo le habían faltado cojones a los Romero. Mi tío no tuvo tiempo de contestar porque se escuchó un solo tiro, seco y duro. Hubo un silencio y en menos de lo que gasto en decirlo, se armó la de dios es cristo. Durante dos minutos no hubo más que el tableteo de los civiles y luego, de repente, se escuchó una voz y se hizo el silencio. Bueno, el silencio no, escuchaba el gruñido de los cerdos de mi Herminio, que en gloria esté, cada vez más cerca.




HAMBRE (versión tercera)


la pantera aún dudó un instante a la entrada de la choza ante el bebé, que al verla comenzó a agitar los brazos, preso del entusiasmo






DIGESTIÓN FOU

(De PROBLEMAS DE DIGESTIÓN, II)

Yo me la comía con los ojos, ella me comía con la mirada. Alzamos nuestras copas. El vino, chin-chín, ayudaba a digerirnos.





VUELOS


Cada día ella me esperaba muy al otro lado del mar, en un bosquecillo de alisos, junto a unas cuevas. Yo procuraba llevarle dulce de cerezas, gotitas de rocío, lágrimas de drago y a cambio ella me entregaba frufrús de colibrí, polen de hinojo, hojas dulces de su librito secreto... Yo la quería a rabiar y ella se apretaba a mí como si siempre en los alisos hiciera mucho frío. Y al llegar la noche cada uno volaba hacia su árbol y a su orilla del mar. Yo me pasaba el resto del día buscando la manera de perfeccionar mis vuelos, y ella se lo pasaba acechando a los colibríes o recogiendo polen de hinojo. Aquella última vez ambos nos quedamos dormidos uno dentro del otro y desde entonces (sin decirnos nada) nos pasamos el rato tratando de buscar una salida, porque yo echo de menos volar a su encuentro, y ella planear sobre el bosquecillo imaginando mi cara cuando saborease fresquito fresquito el frufrú de sus colibríes.






PUENTE AÉREO


Nos conocimos en el puente aéreo. Ella trabajaba para nosotros y al principio nos veíamos dos o tres veces en semana. Quedábamos en la cafetería y así, con el roce y los e-mails, acabamos enamorándonos. Llevamos doce años felizmente casados. Desde el principio yo me quedé con Rafael y ella con Luna, y ni yo conozco nuestra casa de Barcelona ni ella la que Rafa y yo compartimos en Madrid. La empresa que dirijo siempre se mostró satisfecha con sus servicios, por eso esta mañana ha de ser dura, muy dura para mí. Su vuelo llega dentro de quince minutos y ensayo frente a la tacita de café, la que será la intervención acaso más dura de mi carrera:
Lamento tener que informarle —le diré— que obligados por los nuevos recortes producidos en la empresa, hemos decidido cancelar el contrato que nos unía con usted desde hace quince años. No le oculto que a partir de primeros de enero comenzaremos a trabajar con una joven empresa alemana, con la que ya tenemos muy avanzado un acuerdo.
Eso le diré. Y que puede venir a visitarnos cuando le apetezca, y que saldremos adelante.





LA VIUDITA NEGRA

a Fernando Valls

Fue el mismo día que mi esposo me llamó rogándome que llamara cuanto antes a su papá porque lo habían... eso, secuestrado, que no me sale la palabra, y ahí se le entrecortó la voz. El mismo día que viendo despuntar la luna, aparecieron los tipos en el barquito y, tras negarme a darles toda la tela, primero me entregaron un brazo y luego su cabeza. El mismo día y la misma noche que yo te dije, chico, con lo que hemos sacado, tú y yo podríamos largarnos muy muy lejos de aquí, y tú me tumbaste contra el suelo y me dijiste, sí, perrita mía, sí, y yo te susurré, perrazo mío, guau guau me lo dice el corazón, más temprano que tarde tú bailarás bajo la misma soga, guau guau y yo me convertiré en tu viudita negra. El mismo día, ¿recuerdas? Y, ya ves, ahora eres tú el que me ruega que llame a tu papá.



MUSEO DE CIENCIAS NATURALES


Al despertar ya era otra vez Gregorio Samsa, pero seguía torpemente allí, observado por el niño que no se decidía a anotar en su cuaderno aquel nombre estúpido. No te haré daño, alcanzó a pronunciar, después de un primer escalofrío, al comprobar que él también, dios, él también seguía estando allí, escuchando cómo otro niño decía, ¡maestro, maestro!, ¿qué le decía yo?, ¿había o no había un dinosaurio?



EL PUENTE


Aquella tarde salí dispuesto a acabar con todo. Dios, había perdido el aprecio de los otros, el coche, la custodia y el respeto de mi hijo; pasaban veinticuatro horas desde que acabase el ultimátum del banco y, en fin, para qué, para qué seguir... No me quedaba otra cosa que lanzarme al vacío y esperar que no fuese demasiado doloroso. Pero antes de llevar a cabo una decisión de ese tipo me fui a ver a Laura para pedir, al menos, que me perdonara y, a la vez ponerla al corriente de mis intenciones. Nuestro hijo estaba fuera y a ella no le parecía oportuno atenderme en ese momento, además esperaba una llamada importante. Me pareció que lo mejor era no insistir. Mañana, pensé, lo leerá en el periódico y, bueno, quizás empiece a cambiar la opinión equivocada que tiene sobre mí.
Cuando de nuevo me puse a andar por las calles sentí un frío distinto al frío, un frío que me acompañaba como si fuese un perro.
No tardé mucho en avistar el puente. No me temblaron las piernas al acercarme, al avanzar sobre los gruesos listones de madera. Ya elegido el lugar, acodado en la barandilla, reflexioné largo rato. Marcharme a otro sitio para empezar de nuevo exigía una mayor confianza de la que estaba dispuesto a concederme. Ya me había estafado a mí mismo más de lo razonable y, bueno, iba siendo hora de poner las cosas donde siempre tuvieron que estar. El juego me había llevado primero a la separación de los míos y luego a la ruina física y mental. Tarde o temprano habría de afrontar aquella funesta situación, y puestos a elegir, mejor en este puente que había atravesado tantas tantas veces. Allí estaba y ese era el momento. Mejor, mucho mejor así.
El chico, a pesar de llevar una saca terciada al cuello donde sobresalían una buena cantidad de diarios, me pasó completamente inadvertido entre las decenas de personas que en ese preciso instante pasaban como si fuesen ya sombras a mi lado.
¿Otra vez? —me preguntó.
¿Cómo otra vez? —pregunté yo a mi vez, sorprendido por la voz vagamente familiar del niño.
Debe haberse tirado al río al menos doscientas veces. Se ve que le ha cogido gusto.
Estoy mirando el agua, simplemente —mentí.
Eso ya me lo volvió a decir usted ayer.
Deja de fastidiar, niño de los cojones —dije ya francamente irritado.
Lo dejaría, sí, si no tuviese que lanzarme nuevamente a salvarlo.




MENSAJES ENCONTRADOS EN UNA BOTELLA

Todos los mensajes aquí reproducidos forman parte del legado de Buenaventura Fernández, recogido en el Museo de La Palabra, en Fuenteheridos, Sala IV, Mensajes hallados en botellas, Sección I (español/portugués). 2ª Planta.


FH317 / Kenitra—2.12.1976. ¿Alguien sabe cómo se cogen las caballas a mano?


FH567 / Isla de Man— 13.1.1979. Estoy perdida. Creo que ha sido Ludwig. Sus sicarios, quiero decir.


FH815 / Bahía —14.3.1979. Se esta garrafa chegar às mãos duma pessoa boa e caridosa, por favor avisar Clelia a rapariga que trabalha no Texaco Girĺs, a cabritinha que quase não fala português, sim, essa mesma, e digam-lhe que tenho cumprido com a minha palavra.


FH1023 / Osaka—11.3.1992. S.O.S. ¿Alguien me podría enviar por el mismo medio la receta de la sopa de aleta de tiburón?


FH1301/ Cabo Polonio (Uruguay) —3.5.1992. No consientan que me entreguen a más niños.


FH1321 / Brest—6.9.1997. Todo, todito lo que te dije es cierto. Lügnut sólo fue un capricho.


FH1342 / Palermo—9.10/1998? En esta botella dejo mis últimas voluntades. Aurelio, ocúpate de ése, tú ya sabes.


FH1354/ Mijas—10.10.1998. Es un error. No fui yo, sino Casio. Pregunten a él.
*Original en latino. Es posible que se trate de un apócrifo. Se ha encontrado un mensaje similar en Capri, que figura con la nomenclatura CM0001267—Castellina Marittima, 13/10/.2002.


FH2124 / Bergen—31.4.2001. Sé que no lo merezco, pero por compasión ¿alguien podría venir a recoger a esta criaturita?


FH2297 / Puerto Soledad—2.9.2005. Me llamo Estéfano. Tengo quince. Los balleneros me han abandonado aquí. Hace mucho frío. No me voy a quedar mucho rato, pero iré dejando notas. Deseadme suerte.

FH3114 / Aracena— 3.10.2007. Se pintan cielos a domicilio.

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