TEMA DE LOS TIRITITEROS (GORA AZKATASUN)

Un inciso necesario en los cuentos. El viernes 5 de febrero fueron encarcelados dos titiriteros granadinos en Madrid por supuesta apología del terrorismo, cuando simplemente estaban ejerciendo su profesión. El motivo de su detención y encarcelación fue por supuestamente enaltecer al terrorismo. Hoy, seis días después los dos cómicos ya están en sus casas, pero cada día han de fichar en una comisaría próxima, lo que hace imposible que puedan ganarse la vida; tampoco pueden salir de España. Estos son los hechos. Ahora la opinión.










I
Para hacérnoslo mirar: un país que mete en la trena a titiriteros es un país al borde de un ataque de seriedad necrológica.

Si con todo lo que cada día cae los únicos que van al trullo son los cómicos, yo me bajo aquí.

En fin, si no podemos vivir sin inquisiciones e inquisidores, pero sí con corruptos de toda laya, lo mejor es desintegrarnos como país y empezar de nuevo.

Cómo nos va a extrañar que aquí nuestros dictadores se nos mueran en la cama o que este país fuera el primer exportador mundial de lana merina, beh, beh.









 II
 Con la libertad de expresión no se juega. El aplauso a los pirómanos es la gasolina de las inquisiciones.

Y la caverna está loca por la pirotecnia.

Atento, pues, con cederles un milímetro.















 III
Mucho me temo que cuando se encierra a los cómicos alguien quiere reírse de nosotros.

Primero la ley mordaza, luego la prisión de los piquetes de huelguistas, ahora la galera para los teatreros... ¿alguien me puede indicar cuál es el cruce para Caracas o Teherán?



Si no somos capaces de sacudirnos el fascismo encubierto, no las van a dar todas en el mismo sitio. Esto es como el cuento aquel en el que decía el cabrito que viene que viene el lobo hasta y todos decían, nada, el lobo no existe, es mentira el lobo, hasta que el lobo apareció y acabó por comerse al cabrito. Así nos comerán a nosotros y a todo en lo que hemos acaso cándidamente creído. No es por ponerme estupendo, pero prefiero morirme a seguir legando un mundo así a mis hijos. Yo quizás me merezca este mundo, pero ellos desde luego que no.







IV

GORA ASKATASUN (LONG LIVE FREEDOM)



Ahora, cuando los cómicos por fin están en la calle, parece que todo el asunto está resuelto y que las libertades han regresado como por ensalmo a nuestras vidas. Pero no, nos nos engañemos: lo que ha venido ocurriendo durante estos días con los titiriteros no es sólo es triste, sino serio, tan serio que no debiéramos dejar que pasasen los días sin reflexionar profundamente sobre el particular.
Lo que estos días se ha venido produciendo es una pedrada a los cristales de la libertad de expresión, base de cualquier sociedad democrática. Con el criterio de la caverna -de las cavernas- mediática, que hoy por hoy rige la opinión pública en España, Berlanga no podría haber dirigido casi ninguna de sus películas, ni podría, pongo por caso, haber salido a la calle una cinta tan inocente políticamente como Ocho apellidos vascos, por poner sólo un ejemplo. Sobre esa base, tal vez yo no podría haber publicado Cenizas de abril, donde aparece un grupo terrorista, ni tanta otra gente se hubiera expresado con libertad. En fin, la cosa es muy seria. Al tiempo que los tertulianos gritan en la televisión, a los ciudadanos se nos va atando más en corto. Manifestaciones artísticas que eran perfectamente tolerables hace 10 años, hoy permiten encarcelar a sus autores. Si en la ficción, en la pura ficción o en una mera chirigota no se puede decir lo que se quiera este mundo democrático que, al parecer, todos defendemos, se viene abajo. Una sociedad sin libertad de expresión y con una ley donde se restringe la libertad de manifestación comienza a parecerse a una dictadura, sin paliativos. La cosa no es sólo llamativa, cuando son los medios de comunicación (otrora los garantes de la libertad de expresión) los primeros en denunciar a quienes se expresan en libertad. Claro, que los medios de comunicación son rehenes de los intereses económicos, los mismos que hoy atan a los partidos políticos.
Todo esto no es inocente, como es obvio. Por un lado asistimos a una sociedad que pretende romper ciertos tabúes políticos, una ciudadanía que ya no admite esas inercias que han acabado por corromper los mismos cimientos de la sociedad democrática, mediante la apropiación por parte de los partidos y sus cúpulas de las instituciones y de la realidad (a través de la corrupción y del control mediático que ejercen) y por otra a los medios tratando de atar en corto esas libres manifestaciones para acallar así a una sociedad harta y que se siente no sólo engañada, sino explotada, extorsionada.
No hay que viajar hasta Venezuela para percatarse de todo cuanto hemos perdido desde hace 6 o 7 años. Y me estoy refiriendo, por ejemplo, al control laboral, digno de dictaduras, al recorte de los derechos de salud o educación, pero también al control social, a la burda adhesión al mercado (ese ente que no paga impuestos y que al tiempo, cínicamente, nos impone políticas concretas y gobiernos tecnocráticos, como ocurrió en Grecia e Italia y ahora ocurre en no sé qué país del Este), que es en última instancia quien controla la opinión y las decisiones políticas.
Acabo ya: cuando se coarta la libertad de expresión, se está coartando la capacidad de una sociedad para aceptar o rechazar aquellos conflictos o retos que tiene ante sí. Pero es que, además, con estos "gestos" lo que verdaderamente se persigue es la autocensura, esa gangrena que acaba por asfixiar a una sociedad. Me pregunto cuántos censores institucionales han nacido a raíz del affaire de los tirititeros, cuántos artistas que necesitan comer de sus composiciones se lo pensarán a la hora de abordar un tema "conflictivo" que los condenará a la cárcel o a esa otra pena de prisión preventiva que es el ostracismo. Ahora más que nunca es necesario, absolutamente necesario e imprescindible, ser incorrectos, aunque sólo sea por recobrar el terreno perdido en estos días aciagos para la libertad de expresión. GORA ASKATASUN.

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