Reúno aquí una serie de postales turísticas (o no, qui lo sa) de varias ciudades que me ha sido dado visitar a lo largo de los años.
POSTAL DESDE LA HABANA (1)
La Habana es como esa mujer vieja y un poco loca
que en su juventud fue hermosa -tal vez demasiado hermosa- que sale a
la calle pintarrajeada y destruida y tras extender la mano temblorosa
donde sobresale un manojo de billetes fuera de circulación, pide
amor, un poco de amor, sólo un poco de amor para seguir viviendo.
POSTAL DESDE LA HABANA (2)
¡Cómo cantaba aquella mujer, dios mío! Su voz
atraía el polvo desde el Golfo de México, las flores vencidas de
los flamboyanes, el casposo glamour de los viejos hoteles y el
salitre que devora los capiteles corintios de Centro Habana. ¡Cómo
sonreía! Diríase que su sonrisa se llevara todo el malecón con sus
maniseros, sus doncellas tropicales y las dulces e ingenuas
canadienses atrapadas como solitarios osos de peluche ante la
incandescente visión del Caribe. ¡Dios, cómo gozaba!
POSTAL DESDE LISBOA (1)
Ayer nos pasamos la
tarde en el muelle de las Colunnas. Muchos extranjeros se agolpaban
junto a nosotros viendo cómo el sol era una vez más tragado por el
mar. Pero cuando ya todo acabó, un sol vencido doró por un instante
las fachadas que teníamos a nuestras espaldas. ¡Las hubieras visto!
Después, sólo un instante después, todo regresó a una especie de
tristeza muda y contenida, como si esas mismas fachadas, antes
doradas, parecieran ahora súbitamente conscientes de su propio peso.
POSTAL DESDE LISBOA
(1)
Ontem
passámos a tarde no Cais das Colunas. Muitos estrangeiros
aglomeravam-se perto de nós, olhando o sol que seria mais uma vez
engolido pelo mar. Mas quando tudo cessou, um sol vencido dourou por
um instante as fachadas nas nossas costas. Estavam tão lindas!
Depois, só um instante depois, todo voltou a uma espécie de
tristeza muda e contida, como se essas mesmas fachadas, antes
douradas, fossem ainda assim conscientes do seu próprio peso.
POSTAL
DESDE LISBOA (2)
Lisboa te deslumbra una primera vez y ya nunca deja
de deslumbrarte. Es como si el pasado -ese territorio mítico del que
me temo no formar parte- se resistiera a marcharse y aquí, por estas
calles, tratáramos secretamente no tanto de buscar los rincones de
la ciudad, sino esas paredes ya definitivamente descalichadas de
nuestra memoria.
LISBOA (3)
Es ir
atravesando el puente y entrar en esa corriente sanguínea de
intrincadas colinas, tejados encendidos, fachadas blancas. Pareciera
que el sol hubiera desfallecido entre sus calles y a sus restos, ya
semipodridos, acudieran los gatos, las palomas y los pobres. Las
nubes corretean confusas y primerizas casi sin mirar hacia abajo. La
sirena de un barco te regresa a una realidad de intrincadas colinas,
de encendidos tejados y ahora sí, de fachadas blancas y cuajadas de
azulejos y cansancio.
POSTAL DESDE AMSTERDAM
Se llamaba Ishba y creo que era noruega. La conocí
en la Rembrandtplein y la invité a unas cervezas y unos arenques con
mayonesa. Nos hicimos muchas fotos en los canales y casi nos dormimos
en un portal, cercano a unas compuertas. Ya habíamos desfogado
nuestra pasión en una placita cuando al pasar un puente nos
sorprendió ver a una mujer sentada en la ventana de un tercer piso
en disposición de saltar sobre el canal. Parecía borracha y
desesperada. Se llamaba Ishba y creo que era noruega.
POSTAL DESDE ESTAMBUL
Hoy hemos recorrido el Bósforo de punta a cabo.
Yo estaba muerta, pero Felipe ha vuelto entusiasmado, con no sé qué
del Cuerno de Oro o vaya a saber qué de los antiguos otomanos. ¡Sus
cosas! No sé, a mí se me cerraban los ojos y no podía pensar más
que en lo de ayer con Cemal, pero esperaba más, no sé qué pero
más. A mí las mezquititas esas me dejan no sé cómo decirte. Si
uno ha visto Solimán o la Azul, como que las demás… A ésas, cómo
te diría, que vayan los turcos si tanto les gusta. Yo, la verdad,
estaba loca por regresar al Karakoy y ver a Cemal para lanzarme sobre
él como una loba pero estaba hecho un lío y no sabía qué excusa
buscarme hasta que entonces, tú te figuras, Felipe va y me dice que
está tan cansado que mejor que salga yo solo esa noche a cenar y si
acaso le traiga unos sanwichitos y le dije que sí, que faltara más,
qué le iba a decir, Cemal de mis entrañas.
POSTAL DESDE SEVILLA
Ayer por fin pude contactar con El Peluca, flaca.
A pesar de todo me ha parecido como dicen acá, un buen tío. No le
vi ni malos modos ni rencor. Decía que bueno, que tú. Cosas.
Sonseras. Como no conocía la ciudad, me la ha enseñado. No hizo
nada, sintió como una abejita en el costado, se agarró a mí, dobló
las rodillas, me miró como sin comprender o como si lo hubiera
comprendido todo, y ahí se le fue acabando la bencina al pibe.
Pobre. Sentí que es una pura lástima pero ya nunca podré volver
(ni siquiera con una mina como vos), porque como dice el manual,
nunca se sabe si algún ortiba podría algún día, tú ya me
comprendés y además, flaca, uno será un maula, pero tiene su cuore
y su cosa. Y, bueno, ahorita me he ganado el que por fin me digas qué
te hizo.
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