EL BOSQUE DE LA MEMORIA/EL TELÉFONO

Hace un calor del copón. Acabo de venir de regar las plantas que sembramos este año. Una sequoya, un alerce, un gingo, un platanero, un haya, una encina y también el membrillero, el caqui, algunos cipreses, los cedros, el abedul, los carpes... qué le vamos a hacer, me ha dado por la botánica. Quiero ir concibiendo un bosque de la memoria. Cuando viajo a alguna parte traigo semillas que siembro en la azotea. Tengo cipreses toscanos, del Alto Espino soriano, de la acrópolis ateniense, de Knosos, de la Alhambra, de Itálica, del cementerio de Moguer, de la vieja Éfeso, del cementerio de Praga, pinos de Phaestum, de Viznar, del Capitolio romano, de Pisa, del cementerio de Fuenteheridos. Quizás dentro de unos años viva dentro de ese bosque de la memoria, memoria yo mismo de unos tiempos últimos que se han llevado tantas y tantas cosas. Qué nefasta generación, dios mío, la que arrambló con todo, la que nada dejó, la que todo quiso llevárselo por delante, como diría Gil de Biedma. Ya no hay hierba en El Rodeo, ni hay caballos, sólo la tierra seca, el sol en lo alto, los manzanos viejos cargados de manzanas, las avispas zumbando por doquier, la yedra, los bardales y los cimbarones cuajados de rosales silvestres, de espinas agudas y terribles. Eso y la memoria de quienes ya no están, vagando de rama en rama, corriendo por los caminos y las lievas, dejándose ver en las paredes de piedra, en los montes -casamontes-, en el paisaje todo.

Acabo hoy con un micro titulado El teléfono. Todos, creo, hemos tenido madres así

EL TELÉFONO
Cada vez que suena el teléfono me vuelvo literalmente loca. Enseguida pienso, enseguida el corazón, etcétera. Tengo gente repartida por todas partes. Hijos, tíos, sobrinos, parientes lejanos... ¿Alguien cree que me llaman para anunciarme algo bueno: un nacimiento, una boda, una plaza en las oposiciones? No. A mí sólo me anuncian accidentes, situaciones deplorables, llamadas de socorro. Pero hoy va a ser todo distinto. Hoy me he prohibido levantar el auricular.
Suena el teléfono. Una, dos, tres veces. Me ha costado la misma vida, pero he conseguido no levantarme... aunque ahora que lo pienso, ¿mi sobrina Julia no daría a luz uno de estos días? Dios, ya está, seguro, segurito, como si lo estuviera viendo: no han podido detenerle la hemorragia...

1 comentarios:

tesela dijo...

¿Qué madre/padre no es así? ¿Quién dijo que el amor no es egoísta? El miedo lo descubres con los hijos.
Me has hecho pensar y sonreír. Gracias.
Rosa