TEATRO DE CENIZA, SAPOS EN EL JARDÍN







Caravaggio, detalle de El Desprendimiento
Hoy presento en Higuera de la Sierra el último libro de Rafael Vargas, Sapos en el jardín (Editorial Bohodón, 2012) . Rafael es un poeta directo, machaconamente directo, que habla siempre de su propia encarnadura. Un verdadero poeta de la experiencia, cualquier cosa que esto signifique. Él habla siempre de su experiencia sobre La Tierra, de su esperanza, de su dolor, de la pérdida, pero sobre todo habla de ese mundo construido humanamente, dignamente, osadamente. Ha vivido una vida dura, desde aquellos comienzos en el 39, cuando su padre, minero al fin, tenía que buscarse la vida entre la vileza de los vencedores y su madre moría en el hospital de Sevilla, en un país destruido y avasallado. Una vida así no puede construir una obra inicua, descomprometida, aséptica. Él se hace en cada verso, muere en cada verso. Todo en él es incandescente, todo en él se presenta en carne viva. En este libro incluso ha abandonado esas preciosas metáforas, deudoras de las escuelas surrealistas, que jalonaban algunos de sus libros anteriores. Con franqueza, las he echado de menos, pero en todo caso Rafael apuesta cada vez más decida y deliberadamente por la sencillez y por la claridad, como si le estuviera hablando al hijo que no ha tenido. Porque él habla para los hijos de la tierra, los que caminan por ella con una carga suplementaria de dolor.



Edward Hopper, Domingo.
HIPÓTESIS DE BOREL
micro de  Manuel Moyano (Teatro de cenizas)

Después de incontables generaciones de monos golpeando teclas al azar durante miles de años, uno de ellos consigue por fin escribor El rey Lear. Hace tanto tiempo, sin embargo, que el idioma inglés fue completamente olvidado, que los sucesores del experimento no encuentran lógica alguna en aquel mazo de papeles y lo arrojan sin vacilar a al trituradora.
Acabo de dar por terminado también Teatro de ceniza, de Manuel Moyano (Editorial Menoscuarto, 2011), un espléndido libro de microrrelatos y un prosista brillante, inspirado, capaz de sorprendernos en cada una de las piezas (y son 100). El libro realmente es un catálogo de perplejidades, un bestiario al modo de Borges o de Perucho, una summa de laboriosos desencuentros y vislumbres de la realidad. Manuel Moyano -no confundir con un servidor- consigue en este libro espléndido rastrear con rigor en la cara B de las cosas, en las grietas, en los subterfugios, en esos psuntos G de la materia gris. En un teatro de ceniza, cualquier teatro de cenizas, nada puede ser lo que parece. Este mundo, como cualquier otro mundo, se caracteriza por la porosidad y la pilosidad y así comparte corredores, perspectivas, simetrías con esos otros mundos a los que a veces el miedo, la fiebre, el sueño, el símbolo, la esperanza o la imaginación, nos empujan. Todo en este libro es cuestión de perspectiva. La realidad -cualquier cosa que sea la realidad- es una cuestión de perspectiva.

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