LLUVIA


Llueve. Obstinadamente. Sobre la lucerna del estudio repiquetea la lluvia. El cielo es de un gris pálido y lso tejados, ¡por fin! brillan de humedad. Ha entrado el otoño. Me gusta este repiqueteo, este ambiente, este olor a tierra mojada. Hoy, por fin, se mojarán lo árboles que sembramos el otoño anterior. Nunca antes me había preocupado tanto la lluvia como cuando empecé a sembrar árboles. A partir d entonces, casi sin darme cuanta, comencé a pertenecer a una tierra y a un paisaje que antes eran sólo el lugar donde me crié y dónde viví. La diferencia es capital. Hoy, hablando con la buena amiga Monserrat Rico, de Barcelona, me contaba que estaba aterrada con la corriente independista catalana. Nada tengo en contra de que quien no esté a gusto en casa, se marche, incluída Catalunya y La Rioja. El caso es que ahora, ese "problema" oculta el gran problema de fondo: el sacrificio de los ciudadanos, catalanes y españoles en ara a una politocracia autista, insolidaria y ciega. La España más caduca y rancia, la de los valores eternos, la de la pira y la cruz, va a hacer de este "conflicto" su estandarte durante los próximos meses o años, ocultando su pésima gestión de la crisis. Apelarán al músculo patriótico y el resto de cosas pasará a un segundo lugar. Los gestores actuales de Cataluña, mientras tanto, nos achacarán al resto de españoles su pésima gestión económica y así estaremos una buena temporada. Si es viable Eslovaquia, por qué no va a serlo Catalunya, si Bélgica es un país, por qué causa no lo podrá ser Catalunya. Pero que lo sea ya. Inmediatamente, porque a quienes nos duele la cabeza con la economía, no queremos que además nos duelan los juanetes de las independencias.


TIENEN sed los campos.
Ha llovido poco últimamente.
Pasaron las tormentas y no dejaron nada.
Sacaron a los ídolos y no vino la lluvia.
La lluvia viene cuando quiere.
No tiene su sazón hora fijada. Mucha o poca,
la lluvia jamás mide cuanto otorga,
ni prevé dónde será bien recibida.

Llueve con simpleza,
                                 simplemente.
Se deja llover por puro gusto.
No castiga la lluvia, no condena.
Es un don la lluvia, y no lo sabe.

 

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