BYE BYE COSMOPOETICA

Acabo de volver de Cosmopoética. He pasado unos días fantásticos por esa Córdoba que siempre, siempre consigue cautivarme. Se hace de noche. Las nubes, rosas, se ocultan bajo los tejados. Duele morir y esta tarde se está muriendo de a poquito. Por eso ese duelo rojo y rosa. Magnífico. Helena, la buena de Helena, con su bici nueva y la gente de su piso, Anabel, Paco y la chica nueva. Días inolvidables y muy muy pesados... Bueno, nos hemos encontrado con viejos amigos como el impagable Antonio Luis Ginés, Paco Gálvez que presentó junto a Lanz y Merlo, Antorcha de paja, Joaquín Pérez Azaústre, con ese porte de torero, eficacísimo y como siempre, generoso, Eduardo García, con el que hablamos de los cambios de paradigma y de estos cacharros diábolicos (los blogs), José Daniel García (niño, que charleta nos marcamos el domingo), Alfonso Font, Ricardo Reques y Ramón Rguez con quienes tomamos unas cañitas que supieron a gloria, con Pisco, joder, Pisco Lira, a quien no veía desde hacía un año y que sigue con sus maravillosos estilemas, con Alejandro López Anglada, el casi hermano de pueblo y sombra, con Manolo Gahete, viejo caballero cordobés con el que siempre sacamos unas risas, con Pablo García Casado (qué cenica más guapa, compadre), con Balbina Prior y Paco Carrasco casi de pasada, con el maestro en bondad y sencillez Pablo García Baena, con Federico Abad con quien cené una noche amigablemente, con ese niño hermosamente extraño que es José Luís Rey, y otros muchos poetas llegados de ese universo mundo hasta Córdoba. Me quedo con algunos de estos nombres trovados de otras latitudes, como Ignacio Elguero, compañero al que no pude ver recitar (me ocurrió otro tanto con Álvaro García), Javier Lostalé, en el buen sentido de la palabra un hombre profundamente bueno que me pasó su último libro, Jesús Aguado, pedazo de poeta y al que prometí la traducción de Libro del desasosiego (va pallá compañero), el gilipollas de Juanito Cobos, que no es más tonto porque no entrena; Adolfo Cueto (un poeta que no conocía y al que quiero leer), Javier Vela, un interesantísismo joven poeta, el divino Ángel Rodríguez Abad, que hizo una presentanción hermosa (oh, sicópata indolente), la grieta del Orive, Antonio Taravillo con quien hablamos de Melilla, los Panero y otras yerbas, Jordi Doce un tío realmente interesante, Manolo Vilas con quien compartimos risas y Amsterdam, Ángel Pestisme, un tío cabal donde los haya, Jesús Jiménez Domínguez, un poeta que quiero leer en breve, Jesús Hilario Tundidor al que vi leer sobre el claustro y tenía -lo juro- pinta de Góngora redivivo, Juan José Lanz, el crítico español que más me interesa (se lo dije con cierto sonrojo, porque no suelo decir las cosas así). Y claro, luego los foráneos, como el vallejiano Javier Bello, con quien coincidí en todas las lecturas (y creo que no le gustó nada lo que yo hice) con ese lenguaje vitalista del modo y el gusto de la potente y selvática literatura hispanoamericana, Ahmad Al Sahawui que nos devolvió por unos instantes la voz árabe a las fuentes cordobesas, Antonio Miranda, alto poeta, Hu Xudong, con quien, oh sorpresa, hablé en portugués de Pessoa, John Burnside un gran poeta que andaba un poco descuadernado y acaso cocido, o José Ramón Ripoll y Jesús Fernández Palacio, que hablaron del gran Ory... Leopoldo María Panero hablando desde las sombras, antes de ver por enésima vez El desencanto, esa joya. Y supongo que me habré dejado a alguien en el tintero. La cosa sigue, muchos más chicos y poetas seniors pasarán estos días por allí. Que la ciudad y las mussas les sean propicias.

 

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