LADRIDO

Ladra un perro. Su ladrido, grave, estriado, llena todos esos corrales. De pronto se detiene. Va cayendo la noche. Nubes blancas y largas vetean el cielo que va cayendo lentamente. Después de unos días de pocas lluvias, vuelve el color reseco a las cosas. Hace falta que llueva. Mucha, mucha falta. Pero ya está ahí el otoño, mostrando sus dientes. Hablo con María. Está, cómo lo diría, triste. El tiempo, excesivo, lo va barriendo todo. Nada se tiene. Uno no puede estar fijo en ninguna parte. Las cosas llegan, llegan los ríos desbordados, las nubes blancas. Queremos vivir sin que nada ocurra pero eso no puede ser. De pronto se presenta el toro de la enfermedad, el gladiolo perverso y hermoso del amor, la dulce sonrisa del fauno, un tren de mercancías, esa obstrusa realidad que se nos echa encima y nos saca de la carretera. Nada se tiene. Vivimos en un carrussel, en un barco azotado por el oleaje. Quizás hoy el dia sea benévolo con nosotros, mañana quizás nos enseñe sus dientes o su gladiolo encendido.

Un avión avanza ahora por el cielo. Abajo miles de abetos, fiordos, casas de tejados puntiagudos. Valles apenas hollados por el hombre. Fyresdal se ovilla sobre sí mismo. Nace Fyresdal de las orillas del lago. Todo está lleno de semillass, de verdes briznas de hierba esperando el invierno.


Este poema podría caber también en un cuadro de Hopper




[QUERRÍA]

 
Quería escribir este poema, pero no sé cómo empezarlo.
Porque, cómo lo diría, todo cuanto ha de haber en él
debiera ser leve como tú
mientras mezclas harina y agua para hacer una pizza,
esa manera tuya de saber que estás, que eres desnuda desde dentro y desde fuera,
ese estar conforme contigo y con las cosas,
con la harina y con las gambas, por ejemplo,
con la miel que dejas derramar sobre la masa,
con ese mancharte de las cosas,
ese hacer que las cosas vivan y sean vivas en tus dedos,
y querría escribir este poema, tan desnudo como tú,
mezclando harina y agua, alcaparras, miel,
y no pedirle nada más al mundo
sino ser consciente de mí mismo en este mundo,
saber que el tiempo existe mientras escribo este poema,
que existes tú mientras mezclo todas estas cosas,
y tomar en mis manos miel y letras y alcaparras
y saber que la vida, toda vida, cabe en eso,
en una mujer desnuda escribiendo un poema,
en unos dedos que nunca se cansan de ser dedos,
en la harina de estas letras torpes
manchadas de dedos y de vida.

0 comentarios: