LOS POBRES DE CHAVEZ

A Chavez le han ganado las elecciones los pobres. Los pobres de solemnidad. Esa panda de cabrones de panzas agradecidas a quienes ni el hambre de antaño logró diezmar. Los no tan pobres están que arden. Diez puntos en las urnas les parece casi un empate técnico. No se explican por qué carajo tienen que levantarse a votar los pobres y por qué ese empeño en joderles la cena. Pero la culpa la tienen ustedes. Ustedes, los ricos, me refiero. Las familias bien lloran hoy como opositores lo que no supieron defender cuando estuvieron en el poder. Y es que, dios santo, cómo se les ocurre entregar a un tipo como Chavez un país con tantos pobres. Un error histórico que ha mantenido y mantiene a Chavez en lo más alto, urna tras urna. Con un millón y medio de pobres menos, Capriles hubiera ganado las elecciones. En vez de gastarse ahora tanto en ganar las elecciones, tal vez debieran haberse gastado bastante menos en hacer que los beneficios del petróleo hubieran llegado a más gente, erradicando así la pobreza y el resentimiento de los pobres, eso por no hablar del propio Chavez, que ahora sería un comandante retirado que todo lo más haría carantoñas a los nietecicos. Tienen donde lamentarse. Pero no se preocupen, a este paso en los próximos años Chavez conseguirá que haya medio millón menos de pobres de solemnidad en Venezuela y entonces, entonces ustedes ganarán de nuevo las elecciones. Curioso que Chavez combata la pobreza, cuando le ha ido tan bien con ella y que la oligarquía fomentara la pobreza, esa clase que ahora no los quiere ver ni en pintura y que le hacen perder las elecciones vez tras vez. Quién entiende al mundo.






PARÁBOLA


 
a un anónimo italiano, a Eligio
Imagine que es domingo y se alza tarde. Que levanta la persiana y la luz barre su habitación, que abre las hojas de la ventana y percibe con toda claridad la bocanada de aire limpio que le llega desde la calle y que le anima a coger la bici y darse su paseo por las avenidas soleadas. Imagine que se prepara su vaso de leche con cacao, su naranja y se dirige a la sala de estar. Que enciende el televisor. Que en ese momento ponen unas noticias estremecedoras que hablan precisamente de su ciudad. Que a lo que parece, está siendo azotada por un terrible temporal que arranca los árboles y ha hecho desplomarse cientos de cornisas, por todo lo cual las autoridades aconsejan que, salvo por razones de extrema necesidad, se evite salir a la calle. Usted, asombrado, ve las imágenes y, es cierto, parece su ciudad. Es, de hecho, su ciudad, pero aun cuando las imágenes de la televisión no pueden ser más apocalípticas, usted abre las ventanas del salón y al sacar la cabeza hacia la calle, todo parece apacible y radiante. Un abuelo pasea con su nieto, un perro olisquea en un almez y un par de adolescentes se acomodan en un banco. Desde luego no da la impresión de que ningún temporal asole la ciudad, y nada ni nadie le privará de su paseo. Cuando al volver al cuarto para colarse el maillot, lo que ve por la ventana es un cielo soleado y, abajo, la mansedumbre de los árboles, apenas mecidos por una apacible, casi imperceptible brisa, no tiene dudas.
Imagine ahora que apaga el televisor que no deja de emitir imágenes del temporal, que usted toma su bici y, como hace en los buenos días, se dispone a dar una vuelta por las calles soleadas. Que atraviesa el pasillo, que quita los distintos cerrojos de su puerta y, que por prevención más que nada, toma el saquito con el impermeable de la percha y se lo ajusta a la cintura a modo de cinturón. Que baja confiado las escaleras y sin dudar acciona el interruptor que abre la puerta. Que ya sólo le queda girar el pomo y tirar de la puerta hacia usted.
¿Lo hará?

1 comentarios:

Anónimo dijo...

No lo hará. A la vista está que es un hombre precavido y temeroso del dios de las ondas hertzianas.Un abrazo. Pepe Quesada.