MO YAN

 Recuerdo un día de otoño de quizás hace 5 o 6 años, cuando muy cerca del palazzo de los Medici Riccardi en Florencia, frente a la librería Einaudi, medio adormilado entre los soportales, descubrí a un tipo que exhibía diez o doce libritos manoseados de ésos que regalaban los dominicales de los paises felices. Tal vez ese fuese todo su patrimonio. Entre ellos había uno de un tal Mo Yan. Me atrajo su portada y lo ojeé durante un breve instante. Dudé si cambiarlo por uno de Calvino, pero al final, quizás por lo curioso que para mí era encontrarme a un autor chino llamado Mo Yan, acabé comprando aquel librito. Lo leí aquella misma tarde en el tren hacia Cecina, alucinado por la carga poética, por la profundidad sicológica y por la absoluta novedad estilística que aquel libro producía. Por supuesto que había oído hablar de la película Sorgo rojo y toda esa poética dramática de campos de sorgo madurando al sol. Lo que no sabía era que detrás de esa historia estaba ese tipo Mo Yan que, como a nuestro García Márquez, le bastan unas líneas para proponerte un mundo distinto, una poética por decirlo en términos absolutos. Hay muy pocos autores capaces de conseguir eso y uno de ellos es Mo Yan. Recuerdo, y esto es divertido, que cuando recomendaba la lectura de Mo Yan a mis amigos, éstos me miraban con creciente sorna. Ya estás, me decían, con uno de tus heterónimos. Me pasa siempre igual: en cuanto hablo de algún autor trasnochado -y soy aficionado a ellos-, hay quien me mira como si le estuviera tratando de sablear veinte euros. Me pasó con Mo Yan. Hoy me alegro de que el Nobel, tan injusto casi siempre, haya acertado por fin. Sólo lo siento por Roth, otro figura. Murakami o nuestro Marías -sorry- están a años luz del chino. A quienes no lo hayan leído les prometo un festín. Un maravilloso e hipnótico festín. Decía Pessoa-Soares en su Livro que lo que más lamentaba en la vida era no poder volver a leer por vez primera los Papeles del club Pickwick. Yo lamento no poder volver a leer por primera vez esos cuentos de Mo Yan que me alegraron una inolvidable tarde florentina. Hay muy poco traducido en español, pero de aquí a unos meses, supongo que el panorama cambiará. Y eso, que ya es de noche, que del exterior rebotan los reflejos de esta habitación. Habrá nubes ahí, flotando en la oscuridad, pero yo ahora no las veo, sino infinitos campos de sorgo.

 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Este Mo Yan estuvo en una mesa redonda con escritores españoles el año 2007 en Pekín. Uno de ellos era tu primísimo Hipólito, el tio, con la Rosa Montero y la Fernández Cubas, salio en la web del Cervantes.