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Cumbres Mayores, del pintor J.M Alares |
La vuelta fue a través de la oscuridad. Aún retumbaba en mí cabeza la voz azul de las sierras y los océanos, el timbre de una voz tan azul que cortaba la noche.
Ayer, en Cumbres, hablábamos de los mitos. Concretamente nos concentramos en el de Antígona que el que se esconde tras el conflicto de La tierra negra. ¡Imposible huir de los griegos! La tortuga de Zenón siempre te alcanza, por más que te creas Aquiles. Hoy, consagramos al espacio del micro este otro que nos retrotrae a Ulises y su viaje.
El retorno de Ulises, Giorgio de Chirico |
No podía creerlo. ¡Con mi mejor amigo! Era ella. Perdón, quiero decir, que es ella, que sigue siendo ella, que es ella misma, vaya, a pesar de esa frialdad, de ese escupirme sus palabras. Mire, durante años he seguido su pista por todas partes. Bien, quizás no me porté bien. Quizás se tomó demasiado a pecho aquella aventura, aquellos malos modos. Usted, que es taxista, sabrá perdonar todas estas pequeñas veleidades domésticas. El caso es que de un día para otro me abandonó y desde entonces no he hecho más que buscarla. Portugal, Francia, Italia, Alemania... el mundo no tiene secretos para mí. Allá donde había una pequeña pista, allá que iba yo, con el corazón en un puño, dispuesto a hacerme perdonar. Once años dando tumbos es mucho tiempo, así que, decepcionado y sisn un céntimo, decidí regresar. Pero fue marcar el número de mi mejor amigo cuando, zas, se me apareció su voz. Dios, pensé, cómo no se me había ocurrido. Durante un par de segundos, dudé, pero no, no cabía la menor duda: era su voz. "Llama al número ********* -me dijo-. En este momento no podemos atenderle, pero si desea dejar un mensaje, por favor, hágalo después de oír la señal", añadió con maligna frialdad, pronunciando cada palabra como si me escupiera a la cara.
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