MITOS

Ayer anduvimos en Cumbres Mayores participando en el Club de Lectura que se reune en el Instituto de la localidad cada miércoles. Recorrimos juntos (lectores y yo) los intersticios de La tierra negra, mi segunda novela. La experiencia, como siempre, me resultó muy placentera porque posibilita que los lectores expresen sus puntos de vistas y sus interrogantes sobre la novela y sobre este oficio de escribir. Es interesante saber sus puntos de vistas, sus interrogantes, sus dificultades a la hora de enfrentarse con el texto. Toda una experiencia. Supongo que para ellos el hecho de que el autor del libro que acaban de leer les hable de los mecanismos ocultos, de las trastiendas de los textos que han leído y todos los alrededores, debe ser una experiencia interesante también. La verdad es que fue una velada muy muy amena y muy distendida. Me lo pasé bien. Comenzamos a las seis en punto y acabamos más allá de las ocho y media.

Cumbres Mayores, del pintor J.M Alares
Mientras me acercaba a Cumbres, iba contemplando el paisaje de las dehesas en invierno. La luz se desparramaba tenuemente sobre los oteros y la hierba menudeaba aquí y allá, plastificada sobre la tierra. Siguiendo las riberas, los chopos dorados, el rojo de las zarzas y las madreselvas, el ocre de las encinas quitaban frío a la tarde. Todo tenía su sazón, su luz rematada y antigua, su pequeña porción de serenidad y de belleza. Por fin Cumbres, de donde es originaria mi familia materna, apareció en lo alto de un otero. Su torre y su castillo se recortaban sobre el horizonte como en un dibujo infantil, acaso como una promesa a la que nos acercábamos sin prisas, sintiendo el madurar de la tarde.
La vuelta fue a través de la oscuridad. Aún retumbaba en mí cabeza la voz azul de las sierras y los océanos, el timbre de una voz tan azul que cortaba la noche.


Ayer, en Cumbres, hablábamos de los mitos. Concretamente nos concentramos en el de Antígona que el que se esconde tras el conflicto de La tierra negra. ¡Imposible huir de los griegos! La tortuga de Zenón siempre te alcanza, por más que te creas Aquiles. Hoy, consagramos al espacio del micro este otro que nos retrotrae a Ulises y su viaje.


El retorno de Ulises, Giorgio de Chirico
PENÉLOPE

No podía creerlo. ¡Con mi mejor amigo! Era ella. Perdón, quiero decir, que es ella, que sigue siendo ella, que es ella misma, vaya, a pesar de esa frialdad, de ese escupirme sus palabras. Mire, durante años he seguido su pista por todas partes. Bien, quizás no me porté bien. Quizás se tomó demasiado a pecho aquella aventura, aquellos malos modos. Usted, que es taxista, sabrá perdonar todas estas pequeñas veleidades domésticas. El caso es que de un día para otro me abandonó y desde entonces no he hecho más que buscarla. Portugal, Francia, Italia, Alemania... el mundo no tiene secretos para mí. Allá donde había una pequeña pista, allá que iba yo, con el corazón en un puño, dispuesto a hacerme perdonar. Once años dando tumbos es mucho tiempo, así que, decepcionado y sisn un céntimo, decidí regresar. Pero fue marcar el número de mi mejor amigo cuando, zas, se me apareció su voz. Dios, pensé, cómo no se me había ocurrido. Durante un par de segundos, dudé, pero no, no cabía la menor duda: era su voz. "Llama al número ********* -me dijo-. En este momento no podemos atenderle, pero si desea dejar un mensaje, por favor, hágalo después de oír la señal", añadió con maligna frialdad, pronunciando cada palabra como si me escupiera a la cara.

0 comentarios: