AÑO MARIANO

Un año ya desde que este cuatrero -me niego a pronunciar su nombre- entrara en el gobierno engañando a tanta gente de buena voluntad. En un solo año ha puesto de cabeza a todo el país. Se la pasa hablando de la herencia recibida, pero la verdadera herencia recibida es la que este "sinlucírni aprovechá" nos va a dejar a todos, en cuestión de pérdidas de conquistas sociales, económicas y de dignidad. El país hechos unos zorros y los más desfavorecidos cayendo hacia el abismo. Un elefante en una cacharrería, vaya. Supongo que hoy sus votantes -no sus botarates, que estos tocan el pandero a su paso- se estarán llevando las manos a la cabeza. Para qué carajo pagamos nuestros impuestos si tenemos que volver a pagar todo. Yo creía que los impuestos servían para compensar socialmente a los más desfavorecidos, pero resulta que no: los impuestos deben servir para otra cosa. Pagar deudas, etc... Deudas contraídas también por las administraciones gobernadas por ellos. Hablan, pues, de la herencia como si ellos no fueran parte importante de esa herencia. Lo que les ha pasado, claro, es que esta panda de niñitos pijorros creían que en un par dde semanas ellos iban a enderezar el país... Y lo que han hecho en un año es joderlo cien veces más de lo que estaba. No soy votante -nunca lo he sido- de los anteriores, así que no trato de eximirlos de culpas -que haberlas haylas, compadre-, pero, bueno, estos son unos depre-dadores sociales, unos chuloputas que sólo atizan a los más desfavorecidos. En su haber hay un millón más de marginados, gentes echados a los leones y a la miseria. Lo peor, con todo, es la mediocridad del santo padre y su camarilla de palmeros. La panda de mediocres que nos gobiernan. Si hasta parecen zorollos. Sí: entre el rey y este menda andamos listos. A ver si somos capaces entre todos de mandarlos a ambos para Botswana.



LA PUERTA



Vamos pall
á, se dice convencida, abriendo la manecilla, como si abriera la puerta del camerino del Teatro Oriente. A Carmelo le han dicho que la cosa está fastidiada y que tienen que cerrar el taller. Así que con cincuenta y dos años cumplidos, tiene un porvenir más negro que el tubarro de una Raiju, pero, chico, es lo que hay, se veía venir. La crisis, que se está llevando todo por delante. Así que al llegar a casa, se lava las manos, se quita el mono, coloca la peluca en el maniquí, desenvuelve la cajita, se sienta frente al espejo, y comienza a maquillarse. Nati, niña, qué te perece, al final vas a tener que ser tú quien me saque de ésta, le susurra él, acariciando la peluca, pero Nati, conmovida como una colegiala, no lo escucha. Está a lo que está. Se ve requeteguapa con esas mechas azules y las pestañas postizas. Ay, si te hubiera conocido diez añitos antes, so ladrón. Pero qué desperdicio de vida y de todo. Porque dentro de un momento, en el colmo de su belleza, Nati sabe que cerrará la puerta y abrirá la manecilla del gas.

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