FRAN

Bueno, hoy parece que ha vuelto la luz. Hace frío pero el cielo azul y sereno lo preside todo. De cuando en cuando escucho el gorjeo de algún pájaro de los que creo que aún se refugian en el naranjo de Vitorino, ese universo de planetas anaranjados. Poco más abajo, tras los cordeles vacíos de Dolores Marín, en un pequeño solar vacío, parece que están constuyendo una casa. De ella procede todo el ruido que llega hoy a esta ventana. Es el curioso ruido de los palustres. Estamos solos el mundo y yo. En el fondo siempre es y fue así. Quando si muore si muore solo, que decía el cantautor italiano.




MUSEO DE CIENCIAS NATURALES

Al despertar ya era otra vez Gregorio Samsa, pero seguía torpemente allí, observado por el niño que no se decidía a anotar en su cuaderno aquel nombre estúpido. No te haré daño, alcanzó a pronunciar, después de un primer escalofrío, al comprobar que él también, dios, él también seguía estando allí, escuchando cómo otro niño decía, ¡maestro, maestro!, ¿qué le decía yo?, ¿había o no había un dinosaurio?


E. Hopper. Automat 1927. La portada de Apuntes del natural tiene
mucho que ver con este excepcional cuadro de Hopper.
Os dejo con un poema dedicaco a Pilar (su madre) y a Fran, un niño que nos dejó. Pertenece al libro de poemas Apuntes del natural, que saldrá para mayo y que días atrás premiaron con el HH Machado.




APUNTE PARA UN NIÑO MUERTO
A Fran y a Pilar, su madre

Dulces son las praderas y los azules días del verano,
el peso de la brisa y el olor de la lluvia en los pinares.
Dulce es el agua que mansa corre por la acequia
y el corazón de quien ríe y la voz cuando susurra.
Fran estuvo aquí y es la pradera, un día azul de estío,
la acequia, los pinares, la voz amarilla del susurro.
Se marchó sin saber de las nubes que manchan el otoño,
sin ver el óxido en los muros, el batir de las puertas,
la oscuridad de los pozos. Azul era su pecho,
y llenaba de azul los almanaques,
las manos, los jardines, los domingos,
mientras un lento escarabajo trepaba hasta sus labios
enloquecido de luz y de inocencia.
No hay nada más tibio ni nada hay más amargo
que la voz de un niño
que, como un tren, hace temblar nuestra memoria.



 

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