Después de varios días navegando en un permanente estado de casi duermevela vírica, hoy por fin me asomo a esta ventana. Afuera continúan las tormentas. Un cielo de Turner se asoma ante mi vista. Sin embargo, todo bajo su telón de grises parece en calma. Me siento débil, un intruso casi en ese espacio bronco. Durante días he estado sometido al imperio de las fiebres y de los sueños recurrentes. Soñé con un zorro plateado al que todos (incluído yo, creo) le impedían salir de un determinado sitio. Otro día soñé recurrentemente que había descubierto el nexo con la otra realidad y que escribía una larguísima carta donde describía cómo era esa otra realidad. Cosas así. Ahora, cuando aún siento sobre mí la flaqueza de la gripe, me siento torpe, lento, obtuso, demasiado constreñido.En Plasencia me pilló la presentación del libro de Alvaro Valverde, Plasencias, un libro machadiano, que habla de esos hitos delo cotidiano, de la empalizadadonde se hunden nuestros recuerdos. Yo que he leído casi todo lo de Valverde y que es un poeta de referencia por muchos motivos, creo haber adivinado estas Plasencias en todos sus libros anteriores. El libro no es más, entonces, que su plasmación: la cristalzación de algo que ya era, que ya estaba. Como cuando tras tirar una piedra en el estanque, esperas que al remansarse el agua volverás a ver el fondo y el fondo era exactametne el mismo que antes de haber lanzado la piedra. Perdonen el símil. Ya digo que ando un poco perdido.
1 comentarios:
Mis más efusivas felicitaciones, maestro. Te lo tienes bien merecido, aunque tu talento está más allá de los premios. Fuerte abrazo,
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