JUICIO

Hoy parece que ha vuelto el frío. El cielo se ha vuelto híspido y los castaños del fondo parecen mucho más desnudos. Por los corrales veo ropa colgada, unas pocas horquillas de castaño, que desafían, cual muñones, el cielo, la paredes de adobe, el naranjo de Vitorino ya sin naranjas. Primavera en la sangre. Cielo que raya y cabriolea en la sangre. El gorjear de los pájaros: puro y repuro mediodía.
 
 
Bajo a que me dé un poquito el sol y allí me encuentro, entre otros, con el actor y director Antonio Campos, que me cuenta que está dirigiendo en el Teatro del Mercado deTriana, La voz humana de Jean Coucteau, con otro amigo mío, el singularísimo Antonio Dechent. Iré a verlos un sábado de éstos. Me apetece ver a Antonio en un papel tan sutil, tan coucteau, por cierto. Queda prometido.
 
Leo la entrevista que El País hace a Ruíz Gallardón. Una buena entrevista que saca las vergüenzas de este sinvergënza. Durante años este tipo me mantuvo engañado. Creí a pie juntillas que era de esa derecha razonable que mantenía a raya a la derecha cazurra y movimientista, filo opus y demás, pero no, veo que este tipo era en realidad un encapuchado, una especie de derechista del séptimo cielo, que iba de policía bueno y no era más que un facha con sentido de culpa. Un facha sin más. Su próxima ley del aborto es tan vomitiva como él y como todos esos epíscopes que están detrás de esa ley. Jamás entenderé cómo alguien puede legislar para coartar la libertad de la gente. Esta ley es la prueba de que el machismo sigue estando arraigado en determinados sectores conservadores de la sociedad aunque se esfuercen en ocultarlo de una forma tibia, agazapada. Por qué una mujer no va a decidir sobre sí misma, sobre su futuro y todo lo demás que la concierna como ella quiera. Por qué este señor sí puede decidir o incidir en la libertad de una mujer que ha decidido abortar. Quién carajo es él para oponerse a lo que es una decisión legítima y adulta y que sólo corresponde a quien tiene que tomarla. Es que la decisión de abortar no es suficientemente dolorosa y personal? En el fondo de todo esto observo una razón oscura: la decisión en la mujer es algo todavía problemático, no asumido por ciertos sectores de la derecha más rancia. Sí, ésa vasca que ante un caso de violencia machista suele aducir que algo habrá hecho la mujer para ser apaleada y vejada. La mujer, toda mujer es para ellos, peligrosa. Con la mujer se puede follar, pero no decidir. La mujer es un florero. Una sartén que necesita su mango. Es para hostiarlos vivos, de verdad. La mujer no está hecha para decidir, sino para obedecer, parecen decir estos bestias de la rancioderecha, esta sarta de reprimidos. Si quienes hubieran de abortar fueran los hombres, otro gallo cantaría. De modo que a este pijolumbreras le parece bien que una mujer no aborte por malformación del feto, con todo el dolor y todo lo que eso conlleva, pero al mismo tiempo recorta las ayudas precisamente a las madres que han decidido tener estos críos, abocando a la mujer a la pobreza, a la manumisión, a la dependencia. Qué bonito todo. Qué maravilla. Claro, que como ha pasado siempre, las mujeres ricas, no tendrán jamás niños malformados porque ellas se irán a Londres de compras y santaspascuas, como hicieron siempre. De vuelta se ponen a berrear en las manifestaciones antiabortistas y asunto concluido. Cuantísima hipocresía, dios mío.
 



JUICIO

Es conocida mi adhesión a la causa persa. No la negaré en este alto tribunal que hoy me juzga, porque quien vivió con virtud, ha de procurar morir con ella. Sí, es cierto, hubiera preferido que nos derrotaran los persas y ver al gran Darío entrando en la ciudad, a qué negarlo, pero sobre todo hubiera deseado que mi amado Sogdiano hubiera entrado con él y, a mi lado, recorrido estas calles y contemplado esta ciudad que tanto amo. Con él, estoy seguro, hubiera llegado la dicha y con él la resurrección. Nadie ha de reprocharme el pensar que Atenas junto a él hubiera sido cien veces más hermosa. Pero él cayó abatido en las playas de Marathon y ahora Atenas, perdonadme, no me parece sino una ciudad demasiado triste.

 

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