DON ERNESTO & DOÑA ANA MARÍA

Hace unos días me puse a releer los cuentos completos de Hemingway. Son muchas las veces que he tratado de leer a don Ernesto y siempre, salvo el fascinante El viejo y el mar, acaba por caérseme de las manos. I`m sorry. Un libro paradigmático para muchos, París era una fiesta, me resultó decepcionante y a mi juicio no soportaba una somera comparación con cualquiera de las obras parisíes de Miller. Mientras en Miller uno palpaba y celebraba a vida en todo su inestable equilibrio, el libro de Hemingway se diría que la atenuaba, que la resolvía a un mero expediente. El personaje no me interesó, ni me subyugaron sus conflictos. Las subsiguientes lecturas me enfrentaron a un Hemingway que me interesó poco y que siempre, salvo excepciones, me decepcionó. No había leído sus cuentos completos. Cierto que su teoría del relato es sugestiva, muy muy sugestiva incluso. Revolucionaria, si me lo permiten. Como en Moore, el hueco es para él más importante que la materia, lo que se calla debe trascender lo que se dice. Lo importante en el relato, como en cualquier tipo de seducción, no es tanto lo que se muestra, cuanto lo que se esconde. Y ahí don Ernesto la clava como teórico, pero en la práctica qué ocurre. Salvo media docena de cuentos realmente notables, como Los asesinos, El gato bajo la lluvia, Un canario como regalo o Las nieves del Kilimanjaro, donde sí hay materia literaria, y se cumple el programa, el resto te deja bastante igual y por mucho que busques, no ves casi nada. Ya sé que soy yo quien no da más de sí, pero al fin, digo lo que realmente pienso y hasta creo que sería bueno que los lectores del blog y yo mismo nos enfrascáramos en un sugestivo debate sobre el particular. Carver lleva la fórmula mucho más lejos, partiendo sin duda de Chejov, pero utilizando el bisturí de don Ernesto. Sí, Hemingway es a mi parecer un autor sobrevalorado. Lo siento.
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Ahora estoy leyendo los micros completos de Ana María Shua. Cazadores de letras (Ed. Páginas de Espuma). El cómo ha llegado por fin el libro a mis manos ha constituido una pequeña odisea, digna de un micro de la argentina. Bien. Temía que en las casi 900 páginas de vellón, me iba a encontrar de todo y daba por descontado que por muy buenas referencias que tuviera de la escritora, casi 900 microrrelatos son muchos microrrelatos y la cantidad no suele armonizar con la calidad. Eso vale para casi todos, pero no para la Shua. Su capacidad de sugestión, su aliento poético, su precisión y su prodigiosa imaginación, no sólo fascinan, sino que parecen inagotables. Uno se interna por sus mundos como un Livingstone por esos ríos africanos, donde igual te encuentras con un unicornio, que con una bacteria, con una tostadora de pan asesina o con una mujer fascinante como La Que no Está... Leerla es tomar un avión y viajar a un mundo donde todo es posible gracias a la magia del lenguaje. Leerla es tomarse unas vacaciones de la soporífera realidad, pasear por un museo casi excesivo de 900 cuerpecitos vivos donde son ellos, los cuadros, los que giran en torno a uno. Sin duda uno se quedaría a vivir en sus mundos y no dudaría en presentarse a un casting para ser personaje suyo y comprarse un adosadito con vistas al mar de su imaginación. No deja de ser fascinante que en los casi cuatrocientos micros que he leído hasta ahora, no haya encontrado ni media docena de ellos que no me hayan maravillado y releído con deleite. Es un milagro esta mujer. Una ilusionista. Maneja cientos de trucos y todos con sugestión y precisión. Te deja ver sus trucos como aquel buen mago argentino (era manco) pero, como él, su mera lentitud hace más prodigiosa su magia. No dejen de visitarla y de recomendarla. Nos vemos en sus páginas.
Una muestra de la Shua encontrada en la red:

CONVIVENCIA IMPOSIBLE
El hombre pinta bien, de eso no hay duda, pero bebe mucho ajenjo, es violento, caprichoso y se hace muy difícil compartir su vida. Tomando una resolución extrema, de un solo tajo decidido, la oreja se separa definitivamente de Van Gogh












Piranesi

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