DE VINOS Y TORMENTAS

Durante los últimos días han aparecido por mi casa dos libros que he leido con un antiguo placer, el de la buena, necesaria literatura. Se trata de Vino amargo, un libro de relatos de José Quesada y Libre de las tormentas, un dietario de Javier Sánchez-Menéndez. Son, de entrada, dos libros notables, extraordinarios, que me han hecho disfrutar de la buena lectura.



Vino amargo es un conjunto de extraordinarios relatos en el lato sentido de la palabra, que hablan de los espejos y de las realidades especulares, pero también de la otra realidad, la más cercana, la que bulle detrás de las personas y los conflictos cercanos. Pessoa, Cortázar y tantas otras sombras estelares se dan cita en estas páginas bien escritas, precisas y bien trabadas. Me gusta la compañía, a qué engarlo. Todo el libro es de toda solvencia pero me quedo con piezas como "Con el mar de fondo", acaso el mejor relato que he leído sobre el alzheimer, construido con precisión de relojero y donde la atmósfera -verdadero puntal en los relatos de Quesada-, prepondera sobre todo lo demás, introduciéndonos en el texto y haciéndonos partícipes de él. Un relato sin duda importante, de los de antología. Todo el libro estaría justificado por ese relato magnífico. Otra pieza que me interesa mucho porque, aun alejándose de la escritura que prepondera en el libro, tiene una fuerza interior sobrecogedora es "La verdad de los papeles", un cuento de corte chejoviano donde aparece el peso de la vida en trazos sobrios, pero de una eficacia formal que a mí al menos me han impresionado. Pero hay muchos más relatos, casi todos ellos premiados, que sin duda merecen una lectura atenta y descubridora. Un libro recomendable, sin duda alguna.


CON EL MAR DE FONDO
José Quesada Moreno

Tan espesa es la niebla que imagina para sus versos y tan ligero y vaporoso se siente, que le parece habitar el interior de su propia metáfora, así que Abelardo toma a Cesárea de la mano y pasea con ella por la inefable atmósfera de puertos y barcos fantasmales que ha descrito en el papel. Es feliz así.  Una felicidad -Abelardo no se engaña- sucinta y algo falaz, pues cuando la enfermedad que le rumia la memoria no le permitra recordar cómo se mezclan las palabras o cómo se descifran los símbolos marinos, se encontrará con Cesárea en las sombras de  una noche aún más oscura y, como el barco imaginario que en la alta mar hace sonar su sirena al cruzarse con otro, se perderá para siempre en la bruma líquida del océano como si no hubiera convivido cuarenta años con ella, como si nunca la hubiera amado, como si nunca hubiera existido...




El segundo libro del que hoy quiero hablaros es Libre de tormentas, un diario de sensaciones y pensamientos, que tiene la virtud de ir siempre bordeando la tormenta y ese ir bordeando a cada paso la tormenta, ese estar al filo del precipicio, me recuerda a los paisajes de Fiedrich, donde todo parece que va a caer sobre nosotros de un instante a otro. Sí, el vértigo está asegurado en estas páginas. He leído otros dietarios de Javier, pero no sé si ha sido el ánimo, que me ha pillado en sintonía con el libro o qué, pero la verdad es que he sentido que sobre la piel del libro, había vetas que me empujaban a su interior, a identificarme tanto con el tono cuanto con la letra del libro. Nada que ver con esos diarios amarillentos, donde ciertos escritores parecen no hacer otra cosa que la colada con esos detergentes baratos del rencor y de la autocomplacencia. Un libro valiente, vibrante y vivo como pocos, porque en él se cuela la vida, las rendijas supurantes de la vida. Huele a vísceras, joder. Un libro donde las sombras de la existencia, el fluir de ese tejido inverosímil que es la puta existencia, hacen que uno se vea en él como algo propio, como nacido de las costillas de uno, y en eso, creo, que reside la gran literatura (este libro es gran literatura, no lo duden), en enfrentarte a la escritura sin tapujos, con esa verdad de hueso molido, de cartílago mordisqueado. En él, ya está dicho, se habla de la vida, de la poesía, de la verdadera poesía, de esa cosa ininteligible y falaz de los cenáculos literarios, de la voz de los grandes, de las asperezas y fluctuaciones de la vida cotidiana, de las separaciones, de los amores, de los imaginarios, de las derrotas, de las continuas derrotas. Uno querría haber escrito este libro, pero, joder, se nos ha adelantado Javier. Un libro para bordear las tormentas, para afrontar el desasosiego. Un libro de alto riesgo. Con dos cojones.

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