LA CUENTA ATRÁS

Escoger un día como el de hoy para dar explicaciones ante el senado, es poco menos que un pliego de intenciones, aceptar que te han cogido con el carrito de los helados y que te acoges a la nocturnidad y a la alevosía. Mala cosa, tú. Hoy el congreso es menos, porque la gente está de caravana y Donma ha elegido precisamente este día en el que la vasca que puede está yendo de un sitio para otro, absorta en su propia suerte, para dar explicaciones. Donmá sólo quiere dar explicaciones a la menor cantidad de gente posible y eso es ya asumir que algo huele mal en Dinamarca, en su dinamarca particular. Pero es a la vez, como muy bien dice García Montero, un día  perfecto para la escenificación de la operación salida, en la que sin ningún pudor se nos ha enrocado Donmá. Hoy ha comenzado para él la marcha atrás. El tipo llegó cargado de maletas y de votos, y hoy apenas si le quedan las maletas y un puñado de hooligans que seguirían aplaudiéndole aunque lo vieran sodomizado por un rinoceronte. En fin, hay días en que lo mejor sería no levantarse, porque todo lo que puede pasar es que caigas, caigas y no sepas dónde vas a ir a parar. En cuantico pase el verano y se disuelva el azucarillo de los contratitos temporales, en cuanto los camareros y las heladeras agarren su cartilla y se pongan a la cola, los brotecillos verdes de que hablan estos soplagaitas, volverán por sus fueros y nos encontraremos una vez más ante la insostenible realidad y quienes aún sostienen a este mastuerzo comenzarán a refregar el miedo de sus culos por los escaños. Entonces sí que Donmá tendrá que dar explicaciones y penar por su indignidad. Desde sus propias filas. Casio, niño, has sido tú? Hoy, ha comenzado la cuenta atrás.






BICICLETAS

Cuando Ida pasaba por el puente en su vieja bicicleta, el agua del canal se detuvo y por un brevísimo instante, se detuvo el frío, el mecerse de las hojas de los álamos, el tañir de las campanas de Niew Kerch. Yo también me quedé como petrificado. Estaba en mitad del puente, observando por el visor, con el dedo anclado sobre el pulsor y de pronto, zas, todo en mí se quedó como pasmado. No era la primera vez que observaba la pura quietud o la suspensión de la realidad, de acuerdo, pero esa vez la inmovilidad me traspasó como una fina daga y fue como si por un momento Dios quisiera salir en la foto o saltara muerto de frío para proteger su cuerpo desnudo, mientras sonaba el chasquido del flash y todo daba como un terrible salto en la noche.

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