ARDE ROMA

Hace una semana que no paso por el blog. El viaje a Huelva, donde conocí a John Harold Dávila, un cantautor realmente bueno llegado de Colombia, a la también paisa Silvana Tobón (qué bueno el vino naranja, comadre), al pintor Alberto y a otros compañeros del Encuentro Iberoamericano, como los lusos Manuel Ribeiro, Afonso Cruz y Margarida do Vale Gato o los españoles Luis Vicente Mora, Alejandro Luque o Inma Luna, que estrena título de abuela..., decía que el viaje a Huelva me ha dejado un poco fuera de juego. Después vino el día que pasé junto a Lalle y las dos Pilares por esos castañares de dios buscando tanas y auscultando la niebla. Un día espléndido. Después la abulia y un relato que tengo entre manos y que tiene como protagonista a mi primo Jorge, proficuo seguidor de cables. Una semana extraña donde siguen llegando cadáveres a la isla italiana de Lampedusa, donde a Obama se le ve el plumero en la cosa esta del espionaje o donde la caverna está que trina porque el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo ha fallado en favor de la excarcelación de la etarra Pilar del Río, en lo que ellos intoxican como un presunto oscuro complot del anterior gobierno, cómo no (sólo falta que le atribuyan las viejas pirámides o la guerra de secesión americana). Y mientras esto sucede, no deja de llover. Desde mi ventanuco veo, muy a lo lejos, cómo el verde de los castaños pasa a tonalidades amarillas. Ayer, camino de Cortegana, los chopos ya estaban dorados, lo que contrastaba con ese color virginal de la hierba en la otoñada. El cielo tiene hoy un color ceniciento, tristón y la humedad y la lluvia dejan en los cristales gotas del tamaño de cerezas. Suena una versión en directo de Dazed and Confused en el aparato y me siento disperso, como embutido en la abulia.

Pero hoy quiero, aunque sea desde mi dispersión mental, hablaros de la esperanza. Sí, desde luego, merece la pena hablar de la esperanza. O de la desesperanza, no sé. O del negocio y la desvergüenza de la esperanza, no sé si me explico. Una cosa es arrancar de a poquito lo que la gente ha ido conquistando con el tiempo, dejar a la sociedad sin oxígeno económico y moral, a base de recortes y medidas injustificables (la crisis no puede servir de coartada a la involución social y moral que nos han inducido) y otra intentar alentar en esas mismas gentes el germen de la esperanza cuando para la inmensa mayoría de ellas no existe, al menos a corto plazo, ninguna clase de esperanza. Cómo decirle a los jubilados que el país abandonará la recesión mientras desciende su poder adquisitivo, cómo decirle a la peña con menos recursos que el país despierta cuando se recortan las becas, las prestaciones de sanidad, los sueldos y todo eso, cómo decirle a la clase media que las malas noticias han terminado, cuando siente sobre sí todo el peso de los impuestos, cómo decirle a los funcionarios que se ve luz al final del túnel, cuando por cuarto año consecutivo se le congelan los salarios, cómo referirnos siquiera a quienes perdieron su empleo y no tienen la menor esperanza de volver a conseguirlo. Si es jodido especular con nuestro presente, es de verdaderos canallas hacerlo con la esperanza y la ilusión de las gentes. No, es radicalmente mentira, que estemos saliendo de la crisis. Si el gobierno creyera realmente en esto, desde luego que hubiera dado un respiro a los jubilados, pongo por caso. Mientras se golpea y se golpea al personal, no se puede hablar de recuperación. Es una simple cuestión de sensibilidad social, si bien éstos la sensibilidad social y la otra se la pasan por el forro. ¿Recuperación para quiénes? Cuando siguen bajando los sueldos y los nuevos contratos son pura basura, cuando los jubilados y funcionarios cobran menos, cuando hay más de dos millones de familias en las que no hay nadie que trabaje... cómo coño se les ocurre hablar de recuperación. Para los especuladores claro que se ha acabado la recesión, si es que alguna vez transitaron por ella. Ellos están comprando a precio de saldo el país, pero eso no significa más que están comprando a precio de saldo el país, no sé si me explico. Hoy, es obvio, invertir y especular con nuestra economía es una bicoca, pero de ahí a que veamos brotes verdes, valles encantados y bellas vistas junto al mar media un abismo. Los españoles no saldremos de la crisis hasta que, como mínimo, se restablezcan las conquistas perdidas en esta legislatura y parte de la anterior. Y no porque uno se ponga del lado del escepticismo, sino porque el consumo no se pondrá en marcha hasta que la economía familiar vuelva por sus fueros y las amenazas laborales y los sueldos permitan que la gente pierda el miedo a consumír, a prestar y a fabricar. Hoy seguimos viviendo en una sociedad esencialmente acojonada, aturdida, destrozada sicológicamente. Y lo peor es que se mire a donde se mire, los motivos del acojono son objetivos, claros, inapelables. Noexiste crédito, ni consumo, ni ahorro, ni empleo... y sin estos ingredientes no puede haber sino más recesión, es decir más angustia y más sufrimiento. Es, pues, una tremenda irresponsabilidad insinuar que hemos salido de la crisis, porque eso parece más bien un mantra, una consigna para satisfacer a los más cercanos y movilizarlos de cara a las siguientes elecciones. Una cortina de humo, un spot publicitario, una inmoralidad. No. Los que se dedican a vender cosas no venderán más cosas y los que se dedican a fabricarlas no fabricarán más. Así de simple. Quizás los especuladores internacionales, los que se ensañaron hace meses con la prima de riesgo, hayan encontrado en el saldo español su bicoca, pero a nosotros, a los españolitos de a pie, la crisis nos seguirá golpeando duro. Y éstos, ya lo ves, tocando la lira mientras Roma sigue ardiendo.



MY GENERATION

Yo fui de esa generación que alucinó con El retorno del Jedi, que se ponía hasta el culo de  hierba y que se follaba a todas esas pavas frente a los muros del arsenal, que no le fue difícil encontrar un trabajo de reponedor en un hipermercado y meterse de cabeza en una hipoteca. De esa generación, sí señor. Entonces merecía la pena vivir, ya lo creo. Pero las cosas se tuercen, qué se le va a hacer. Muchas de las pavas que nos follábamos en el arsenal se casaron o se murieron de sida, y yo quise a una o dos de ellas, El retorno del Jedi, vista hoy, es una mierda, y un día de éstos me iban a echar de mi casa porque desde hace meses no tengo con qué pagar la hipoteca. Así que ya me dirán si hice bien o mal tomándome esos tres botes. Hace un rato que se turnan para ver si me encuentran el pulso, mientras yo, se lo juro, estoy a punto de entrar en la órbita de Endor, dispuesto, ahora sí, a vérmelas a solas con La estrella de la Muerte.



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nuestros "crecientes trastornos mentales" pueden manifestarse en síntomas neuróticos. Estos síntomas son claros y causan una zozobra extrema. Pero "huyamos-dice el doctor Erich Fromm- de definir la higiene mental como la prevención de los síntomas. Los síntomas no son como tales nuestro enemigo; donde hay síntomas hay conflicto y el conflicto siempre indica que las fuerzas siguen combatiendo todavía". Donde cabe hallar a las víctimas realmente incurables de la enfermedad mental es entre quienes parecen los más normales. "Muchos de ellos son normales porque se han ajustado muy bien a nuestro modo de existencia, porque su voz humana ha sido acallada a edad tan temprana de sus vidas que ya ni siquiera luchan, padecen o tienen síntomas, en contraste con lo que al neurótico sucede." Son normales, no en lo que podría llamarse el sentido absoluto de la palabra, sino únicamente en relación con una sociedad profundamente anormal. Su perfecta adaptación a esa sociedad anormal es una medida de la enfermedad mental que padecen. Estos millones de personas anormalmente normales, que viven sin quejarse en una sociedad a la que, si fueran seres humanos cabales, no deberían estar adaptados, todavía acarician "la ilusión de la individualidad" (y digo yo: que ésta fuera una individualidad fraternal) pero de hecho han quedado en gran medida desindividualizadas (y continúo:en un sentido gregario y equívocamente egoísta, por mera protección personal y como reacción al miedo). Su conformidad está derivando hacia algo que se parece a la uniformidad. Pero "uniformidad y libertad son incompatibles (: cuando esa uniformidad no está al servicio del otro como igual, lo que dista de ser, por omisión de la fraternidad, uniformes). Uniformidad y salud mental son incompatibles también... El hombre no está hecho para ser un autómata y, si se convierte en tal, la base de la salud mental queda destruida".

NUEVA VISITA A UN MUNDO FELIZ de Aldous Huxley

Saludos, Manuel

C.S.G.

MANUEL MOYA dijo...

O lo que es lo mismo: Madrid sigue siendo una ciudad con un millón de muertos, que diría el poeta.
Por cierto que el otro día volvimos al mismo camino que hicimos en el verano pasado. Recus.