PAPEL EN BLANCO

A lo largo del día son infinitas las cosas que se me van ocurriendo para anotar en el blog, pero luego, cuando me pongo aquí, frente a la pantalla, no sé que ocurre que todo se oscurece. Es, creo una situación de pudor. Qué carajo le importan a un lector argentino, pongo por caso, mis digresiones sobre la situación política española, o sobre los libros que leo, o sobre cualquier estupidez que se me ocurra. Esto me paraliza mucho. Muchísimo. Hoy, por ejemplo, advierto que allá a lo lejos, tras las últimas casas del pueblo, los castaños están tomando una coloración amarillenta. En pocos días todo estará dorado, preciosamente dorado. Ya hay nueces y castañas por los campos (el domingo iré a recoger nueces) y todo, poquito apoco, va a ir tomando esas tonalidades ocres y amarillas del otoño.
Desde hace varias semanas estamos asistiendo a una brutal campaña del actual gobierno según la cual estamos saliendo de la crisis. Y, claro, después de tanto insistir, hay mucha gente que lo cree, aun viendo que la realidad contradice la desproporcionada euforia del gobierno, que así huye hacia adelante y gana tiempo para hacer menos amarga el nuevo apretón al cuello que da a los jubilados. Esto me recuerda al cuento que un fresador toscano me contó a la salida de Papacqua, un restaurante de Castellina Marittima y que ya he incluido varias veces en este blog, la última no hará más de quince días, hablando de Berlusconi (Ved la entrada: Eppure si muore). Y no, no por mucho que digan, no por mucho que intoxiquen, la euforia le va a quitar un ápice de dramatismo a la terca realidad. Lo sabe todo quisque: ni hemos salido de la crisis ni vamos a salir en mucho tiempo. Eso lo sabe todo hasta el recalcitrante facha y maleducado Montoro). En parte por la inepcia de quienes nos gobiernan, en parte por la inepcia no menos terrible de quienes andan en la oposición, sorteando escándalos y envueltos en una guerra interna tan irresponsable como baldía. En entradas anteriores he tratado de evaluar el desastre de las políticas suicidas de un gobierno que sigue como un niño de párvulos el cuadernillo de la ideología neocom para poner patas arriba un país y que de seguir así, va a arruinarnos a todos, de manera que no saldremos de ésta en al menos una generación. El problema, además, es que los ciudadanos no vemos solución en el partido socialista. No lo digo yo, lo dicen las tercas encuestas. Y es que cuando han gobernado lo han hecho según los dictados de la derecha, y es que cuando se le detectan escándalos de corrupción reaccionan de la misma manera que la derecha: espantando moscas, diciendo a mí que me registren. Qué diferencia hay entre ambos, se pregunta el personal. La contestación es obvia: ninguna. Los mismos perros con distinto collar. La derecha, con todos sus defectos, con todos sus malolientes escándalos y demás, sigue sus propios dictados ideológicos. Pero qué dictados ha seguido hasta ahora el PSOE. Me temo que ningunos. Remar al viento, buscar el acomodo de los suyos, chupar del bote, crear un clientelismo que repugna a casi todos los que no están en ese clientelismo. La derecha es aún peor, no lo olvidemos, pues la derecha hace lo mismo pero sin pudor, pero ninguno de sus acólitos se lo tiene en cuenta: la derecha ha sido así siempre, y lo seguirá siendo, porque ese es precisamente el meollo de su ideología. Por esa razón la cosa sorprende y repugna mucho más en los partidos de izquierda, que desoyen los valores de la izquierda tradicional.
En todo caso estamos en el descrédito del partidismo. Esto infecta y paraliza hoy día a toda nuestra sociedad. No hay nada más triste para una sociedad que no poder fiarse de sus regidores. El estado y sus administradores están, con toda razón, bajo sospecha. No sólo se lo han llevado calentito, sino que no han sabido atajar la hemorragia económica y social que los rodea. Y esto es porque los partidos políticos responden a  un mundo periclitado y difunto. Hoy los partidos políticos son maquinarias, agencias de colocación VIPS, excrecencias, máquinas de tergiversar y roturar la realidad, expertos en mirar para otro lado. Los partidos políticos no están regidos por ideas o valores, sino por egos. No por la ideología sino por los caretos. Pero en el fondo lo que está hoy en entredicho son las reglas del juego que deben observar los partidos políticos. Es necesario reinventar todo este tinglado en el que los partidos son jueces y parte, los verdaderos privilegiados del sistema y aquéllos que lo envenenan en beneficio propio. El voto, por poner un ejemplo de corrupción del sistema, no es un papel en blanco. El voto es el compromiso libremente expresado de un ciudadano con una idea del país, pero el voto es también un compromiso del partido político con el ciudadano. Un gobierno no sólo es legítimo por el hecho de ganar unas elecciones, lo es por aplicar y atenerse al programa que ha presentado en las elecciones. Un programa electoral debiera tener consideración de contrato, porque de no ser así, podría volver a pasar lo de ahora, que nada de cuanto se prometió o dijo en las elecciones tiene valor hoy. Muchos, probablemente millones de votantes se sienten hoy engañados, víctimas de una estafa electoral, maniatados en su voluntad y lo que es peor, cómplices de situaciones y decisiones que no les gustan nada y que son contrarias a su visión de las cosas. De haberlo sabido, estos votantes hubieran tomado otras decisiones. Hoy el gobierno no está legitimado para gobernar y no porque a nosotros (que no les votamos) no nos guste nada, sino porque ha traicionado la voluntad de sus votantes, tergiversando su programa y haciendo lo contrario de cuanto su programa electoral prometía. Lo mismo podríamos decir de la última legislatura de Zapatero. Los votantes no le perdonaron la traición a la clase trabajadora y a los principios de equidad social que le habían hecho ganar las anteriores elecciones. Que estábamos al borde del precipicio, bien, pero uno se debe hasta el minuto final a sus votantes. Ahora, claro, la credibilidad del partido socialista está por los suelos y esta credibilidad no va a mejorar hasta que no vengan nuevas voces y asuman y condenen los errores del pasado. Pero la política, me temo, no se juega ya a las ideas sino a los egos. Y así nos va.



PUENTE AÉREO


Nos conocimos en el puente aéreo. Ella trabajaba para nosotros y al principio nos veíamos dos o tres veces en semana. Quedábamos en la cafetería y así, con el roce y los e-mails, acabamos enamorándonos. Llevamos doce años felizmente casados. Desde el principio yo me quedé con Rafael y ella con Luna, y ni yo conozco nuestra casa de Barcelona ni ella la que Rafa y yo compartimos en Madrid. La empresa que dirijo siempre se mostró satisfecha con sus servicios, por eso esta mañana ha de ser dura, muy dura para mí. Su vuelo llega dentro de quince minutos y ensayo frente a la tacita de café, la que será la intervención acaso más dura de mi carrera:
—Lamento tener que informarle —le diré— que obligados por los nuevos recortes producidos en la empresa, hemos decidido cancelar el contrato que nos unía con usted desde hace quince años. No le oculto que a partir de primeros de enero comenzaremos a trabajar con una joven empresa alemana, con la que ya tenemos muy avanzado un acuerdo.
Eso le diré. Y que puede venir a visitarnos cuando le apetezca, y que saldremos adelante. 

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