LUCES DE SAN LORENZO


Hoy, después de las soflamas anteriores, os dejo con una prosa poética.

LAS LUCES DE SAN LORENZO (BLUES)



Paisaje urbano de E. Hopper
Es casi primavera. Los abejarucos van soltando por ahí destellos azules, verdes, amarillos... y me he sentado a descansar al borde del sendero, camino hacia el buzón porque ayer, no sé cómo, me acordé de ti y no pude evitar escribirte unas palabras. Después de lo de Ida, ya lo sabes, vivo aquí. Me fui del pueblo, alquilé una casa en la ladera y he plantado un pequeño huerto donde siembro algunas cosas. Pocas cosas. Ida, quizás esto lo sepas, se marchó. Dijo que habíamos hecho juntos un largo recorrido y que ya iba siendo hora de volver a pensar en las luces de San Lorenzo. No supe a qué se refería exactamente, pero así fue como lo dijo y sin darme tiempo a contestar metió todas sus cosas en un bolso y se largó. Y no hice nada. Aún recuerdo su brazo oscilante desde el recodo de la calle, porque no fui con ella a la estación. Qué me hubiera costado acompañarla a la estación y ayudarla con el bolso y decirle desde el andén adiós adiós muy buena suerte. En vez de eso me eché sobre el sofá a la espera de que el sueño o el cansancio me vencieran, pero como el sueño no llegaba, dejé la casa y me vine a vivir aquí, a la ladera donde siembro papas, tomates y lechugas, cualquier cosa con tal de olvidarla y olvidar. Pero nunca se me ha dado bien lo de olvidar. Ida, ese fue su nombre. Tal vez siga siéndolo. Ella era así, no sé cómo decirlo, imprevisible, tibia, irisdiscente... Pero en fin, en fin, aquí sigo, sentado al borde del camino, mientras alrededor, confiados, laboriosos, vuelan los abejarucos y se anuncia ya la primavera. Siempre acabo por comprender cuando ya nada tiene remedio. También a mí me gustaría marcharme en busca de esas luces de San Lorenzo -así lo dijo-, pero dime entonces quién quedaría en la ladera para esperarla.

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