UN PLACER, PAPÁ

Ha muerto mi padre. Lo ha llevado con dignidad. Sin dolor. A mí me ha dejado una paz interior desconocida. Siento ahora esa paz. Su rostro mostraba la vida cumplida. Los días cumplidos. No hay nada que dé más que eso. Su rostro parecía el rostro de un mujik. Quiso morir en su casa, fundirse con su tierra y eso hizo. A su manera se despidió de todos y luego se dejó deslizar por la pendiente hasta el embarcadero. Él no creía en un más allá. Yo tampoco. Un día uno viene y otro se va. Eso es todo. Fue honesto, cabal y risueño. Un gran tipo. Me gustaría ser como él, pero sólo soy como yo soy, que es lo que habría querido. Quisiera al menos que al marchar deje la paz que en mí deja. No lo lloro. Sólo me doy cuenta de cuánto  su ser caló en nosotros. Valió la pena su vida No hizo daño conscientemente. Llevó la dignidad de los viejos campesinos, la risa y la entereza de los campesinos y quiso llevárselas (las traía prestadas), porque con ellas había tapado la desnudez de su existencia. Papá, fue un placer. No creo que volvamos a juntarnos. Tampoco tú lo creías. Eso ahora no me hace más infeliz. Hoy hace un maravilloso día azul.

AMPLIACIÓN DEL TEXTO ANTERIOR

Se nos ha muerto mi padre, nuestro padre. Lo ha llevado con dignidad. Sin dolor. A mí me ha dejado una paz interior desconocida. Siento ahora esa paz. Su rostro mostraba la vida cumplida. Los días cumplidos. No hay nada que dé más paz que eso. Su rostro al despedirse parecía el rostro de un mujik. Quiso morir en su casa, fundirse con su tierra y eso peleó y eso hizo. A su manera se despidió de todos y luego, serena, elegantemente, como todo en su vida, se dejó deslizar por la pendiente hasta el embarcadero. El viernes día once de julio, a las veintitrés y veintitrés. Él no creía en un más allá. Yo tampoco. Creía en el campo, en esa unidad que sienten quienes saben leer cabal y profundamente en el alfabeto del campo. Un día uno viene y otro se va. La hierba que nace por marzo se agosta en junio, en el tiempo de las cerezas; durante unos días fulguran sus cuerpecillos granates y cantan los mirlos y bajo su canto maduran las brevas... Eso es todo. Fue honesto, cabal y risueño, como lo fueron sus mulas, a quienes tanto quiso. No soportaba el dolor en los animales. Le dolía que no lloviera porque sentía el sufrimiento de la tierra. Arrancó árboles secos y plantó nuevos árboles en su lugar. Nunca se jactó de ello: era lo que tenía que hacer. Su trabajo era su placer. Junto a mi madre vivió momentos de miseria y nunca se quejó. Era libre, se sintió libre. Demasiadamente libre. Un gran tipo. Me gustaría ser como él, pero sólo soy como yo soy, que es lo que él habría querido. Quisiera al menos que cuando a mí me toque embarcar dejara la paz que él en nosotros deja. No lo lloro. Sólo me doy cuenta de cuánto su ser caló en nosotros. Valió la pena su vida No hizo daño conscientemente. Llevó la dignidad de los viejos campesinos, la risa y la entereza de los campesinos y quiso llevárselas (las traía prestadas), porque con ellas había tapado la desnudez de su existencia. Papá, fue un placer. No creo que volvamos a juntarnos. Tampoco tú lo creías. Eso ahora no me hace más infeliz. Hoy hace un maravilloso día azul. Tú hubieras dicho que ya has tomado el camino de Valdelamadera. Ahora estás junto a los restos de tu hijo Octavio. Mamá, no llores. No llores.


Os dejo con unas letras que recopiló mi padre y que hoy, rebuscando por aquí y por allá, han aparecido. Desde luego en ellas queda bastante recogido su espíritu:
Esta primera la atribuye a Silverio Franconetti, pero en realidad des de Federico García Lorca (Cante jondo). Es obvio que Silverio debió cantarla:


Que muerto se queó en la calle
que con una puñalaíta ener pesho
que no lo conosía naide.

La segunda a Manuel Torre:

Que no pierdah la ehperanza
que si er posito ehtá seco
la soguita mía eh máh larga.



Soleares:

La mujé que a su marío 
le toma aborresimiento
o ehtá loca der sentío
o eh que quiere un inhtrumento
que le dé mejor sonío.


Me tiró por por la ventana
er cobertó d'osho duroh
y la manta jeresana.

Dejo la puerta entorná
por si argún día te diera
la tentasión d'empujá.

Que toh ehtamoh marcaoh
por er jierro de la muerte
como se marca er ganao.

Dehgrasiato er que come
er pan en manita ajena,
siempre mirando la cara,
si la pone mala o güena.


Muralla fortalesía
sin fartarle loh simientoh
ar suelesito cayó,
la curpa la tuvo er tiempo.


Seguiriya

Diseh que no la quiereh
que no quiereh vel'la
pero la verita de tu casa
l'asera no cría yerba.

Yo no sé qué tiene
la yerbagüena de tu huertesito
que tan bien me güele.


Tonás

Pa qué pegarme esoh paloh
qué daño tee jecho yo,
que me' queao dormío
y er sueño rinde ar león.

Ventisinco calabosoh
tiene la carse de Utrera,
venticuatro llevo andaoh,
er máh ohcuro me quea.


 Nota final: las aproximaciones fonéticas son mías.









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manuel moya

5 comentarios:

Ignacio dijo...

Cuántas alegrías, y eso es lo bueno de la vida, reflejas en esta página y, sin embargo, ¡qué pena queda siempre por dentro! Te mando un muy fuerte abrazo.

Rocío Rubio dijo...

Me han emocionado las palabras que le dedicas a tu padre. Ahí va un abrazo desde Sevilla a esa maravillosa Sierra, y te dejo estos versos juanramonianos de “El viaje definitivo”:
“Todas las tardes el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando, las campanas del campanario.”.

kalikatres dijo...

Y la "Natura" nos habla sencilla y llanamente a través de la luz, los sonidos, los seres, el viento y el agua, y nos cuenta todos los misterios de la vida... pero sólo los seres sencillos de ojos bien abiertos son capaces de leerla y amarla.

Emocionante, sabia, ejemplar, profunda, y no sé cuantas cosas más podría decir de la vida de tu padre. Ha vivido como un elemento importante, fundido en la naturaleza, mirando la tierra para los que venían detrás, sus recuerdos sólo os puede dar paz y alegría, es un orgullo poder contar estas cosas de un padre. Un abrazo Manuel

Mª Angeles dijo...

Qué precioso lo que le has escrito a tu padre, Manolo. Más que el pésame, te doy la enhorabuena por haber tenido un padre maravilloso, y por haber sabido verlo. Me ha emocionado hasta las lágrimas, y también me ha hecho reír a carcajadas, lo de la mula.
Qué lección me das de tomar al padre, de admirarlo y respetarlo tal y como es, y de sentirte orgulloso de ser de él. Este fin de semana voy a Fuenteheridos, miraré a mi padre con más amor, gracias a ti. Un abrazo verdadero.