No suelo colocar en este muro reseñas y demás, pero esta vez quiero mostraros la reseña del amigo José Antonio Saez, hermano en el campo de las letras. Gracias, tío..
"SALIDA DE EMERGENCIA", DE MANUEL MOYA.
Varios son los libros que el escritor onubense Manuel Moya
(Fuenteheridos, Huelva, 1960) ha sacado a lo largo de este año 2014,
entre relato y poesía. En ambos géneros ha demostrado una vez más su
amplio dominio de las técnicas de la escritura y sus innegables dotes
como escritor de sobrado talento, reconocido con premios de relieve en
el panorama de las letras hispanas. Su perfecto e innovador castellano,
destaca por la propiedad con que es utilizado, tanto en sus registros
cultos como en las hablas jergales , marginales y coloquiales.Viene esto
a cuento porque acaba de salir en la editorial sevillana La Isla de
Siltolá el último de sus libros de poesía, el cual lleva por título Salida de emergencia.
A primera vista es obra que parece estar en deuda con la poesía de
Luis Rosales, aquella con que el granadino pudo realizar su aportación
más personal y novedosa a la poesía española de posguerra, a través de
sus libros La casa encendida (1949), cuya edición definitiva se publicaría en 1967; y Rimas (1951). El libro de Manuel Moya debe más al primero que al segundo, pues La casa encendida
es un poema-libro escrito en verso libre y sin estrofas, donde Rosales
entremezcla lirismo y narración, existencialismo e imaginación,
racionalidad e irracionalidad, dando inicio a una nueva poética personal
que incorpora recursos de César Vallejo y de Antonio Machado:
"Como el náufrago metódico que contase las olas/ que le bastan
para morir,/ y las contase, y las volviese a contar, para evitar/
errores,/ hasta la última,/ hasta aquella que tiene la estatura de un
niño, y/ le besa y le cubre la frente,/ así he vivido yo con una vaga
prudencia de caballo/ de cartón en el baño,/ sabiendo que jamás me he
equivocado en nada,/ sino en las cosas que yo más quería" (Luis Rosales, Rimas, 1951).
Del poema citado hace uso Manuel Moya en su largo discurso lírico, tal
si fuera una extensa letanía versal o una tela urdida con fragmentos
mínimamente unidos o enlazados por una suerte de lógica ilógica, la cual
viene a estar representada por el llamado flujo de conciencia, recurso
muy utilizado en nuestra narrativa ya desde el pasado siglo. Haciendo
uso del mismo, el poeta deja fluir su pensamiento inconsciente y a la
vez su conciencia en aparente libertad. Y digo en "libertad aparente"
porque todo aquí está medido y bien medido, meditado y bien meditado
como corresponde a un poeta riguroso que sabe bien lo que hace. El libro
se convierte así en una especie de examen de conciencia y en un proceso
de consciencia, pues supone una catarsis que algo tiene que ver con el
psicoanálisis y la confesión más o menos deliberada, a través de la cual
el poeta vuelca su ser y estar en el mundo sobre la realidad y sobre
las emociones, a la vez que toma conciencia de las cosas que le rodean.
Se trata, en ocasiones, de hacer consciente lo inconsciente, de dejar
fluir el pensamiento para que aflore aquello que produce desazón
interior, dolor de ser y de existir. Y ello porque vivir es dolerse.
Salida de emergencia es, din duda, un título
revelador. En ese proceso interior de búsqueda se intenta encontrar
respuestas satisfactorias que permitan orientarse al poeta en un mundo a
la deriva y para el hombre deshabitado que anda en continuo tropiezo y
con serias dificultades a causa del "desorden" de ese mismo mundo. Ese y
no otro parece ser el signo de la literatura más comprometida con el
ser humano a raíz de las dos guerras mundiales. Toda la obra de Manuel
Moya, y también este libro, es expresión de un serio compromiso con el
ser humano y su dignidad.
Así este largo poema-río que fluye a lo largo de más diez años en que
se ha visto sometido a reelaboración, pues el poeta de Fuenteheridos no
da una obra por concluida aunque se encuentre publicada ya, tal y como
le pasaba a Juan Ramón Jiménez, quien sometía a su obra a una continua
revisión motivada por una especie de insatisfacción personal en lo
logrado. El fluir temporal, la evolución y la maduración de sentimientos
y emociones, de pensamientos y reflexiones se hacen notar aquí y el
lector no deja de tener la sensación de que se encuentra ante el proceso
de una obra en marcha, ante una persecución constante de lo inefable
humano.
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