HUELVA, DE LA INSULARIDAD AL EXTASIS




Hace algo más de diez años publiqué en la madrileña revista El invisible anillo, dirigida por Agustín Porras, un texto sobre la poesía onubense durante el siglo XX. Por razones de espacio pasé por Juan Ramón de puntillas y no dediqué el espacio que debiera haber dedicado a las vanguardias, en concreto a Rogelio Buendía, pero en realidad yo quería tratar la poesía onubense tras la guerra civil. En fin, creo que no me costaría mucho actualizar el artículo y seguro que lo iré haciendo poco a poco. Ahora, pues, me limito a vertirlo como lo escribí en aquellas fechas, con alguna nimia precisión.



MAPA POÉTICO ONUBENSE,
DE LA INSULARIDAD AL ÉXTASIS

Manuel Moya

Juan Ramón Jiménez
La figura miliar de Juan Ramón Jiménez, este no es ningún secreto, ha definido y condicionado gran parte de la poesía hispánica a lo largo de todo el siglo XX. Su fulgurante obra ha supuesto uno de los más grandes paradigmas de nuestra literatura para las últimas tres o cuatro generaciones, siendo su huella acaso la más fértil y rastreable de todo nuestro ámbito lingüístico. El sólo estudio de sus aportaciones, la reseña de sus libros y los comentarios acerca de su figura, ofrecen un aparato bibliográfico devastador, pero, si bien es cierto que la obra del andaluz universal está imbuida por la luz moguereña y por la presencia recurrente del mar de su infancia, la presencia física y real de Juan Ramón en Huelva no es demasiado relevante, lo que de ningún modo significa que su obra no haya representado el tendido eléctrico por donde fueron discurriendo las corrientes literarias onubenses a lo largo de todo el siglo XX, y esto tanto por activa como por pasiva.


LAS VANGUARDIAS

Rogelio Buendía
Quien sí mantuvo una relación muy intensa con Huelva fue el médico y poeta Rogelio Buendía (1891), autor, entre otros, de los libros La Rueda de color (1923), o Naufragio en tres cuerdas de guitarra, ilustrado por Salvador Dalí (1928), tempranamente adscrito al ultraísmo hispalense a través de la revista Grecia (1916-1918), y amigo del carismático viajante de maquinaria agrícola, Adriano del Valle, que se van a convertir en fervorosos publicistas de los movimientos de vanguardia que se abren paso en nuestro país a partir de 1915. En efecto, tanto el médico Rogelio como el viajante de maquinaria agrícola Adriano se convierten en fervientes paladines de las nuevas corrientes estéticas del momento, fundando revistas, agitando las dormidas conciencias estéticas y manteniendo una intensa correspondencia y hermandad con vanguardistas franceses como Valery, Larbaud o Apollinaire, con los futuristas italianos, Marinetti a la cabeza, y con los llamados modernistas lusos (paulistas, interseccionistas...), entre los que cabe destacar al “crítico” Pessoa y al poeta interseccionista Campos como principales referencias1. En 1927, enterrados ya los miasmas del ultraísmo, Rogelio y Adriano (casado éste con una onubense y con residencia en la capital del Tinto), junto al ganadero-poeta Villalón, quien ha tenido sus más y sus menos con los poetas sevillanos de Mediodía, deciden poner en marcha la revista Papel de aleluyas (Huelva 1927-1928 Sevilla), abierta a las nuevas corrientes estéticas, y en la que participan algunos de los más relevantes escritores de la época, tal es el caso de Guillén, Bergamín, Cernuda, Diego, Alberti, Giménez Caballero, Altolaguirre, Ayala o Moreno Villa.


Durante el periodo republicano, Huelva -una pequeña ciudad de provincias en la que se vive bajo un régimen no lejano al colonialismo, debido a la presencia tutelar de la compañía inglesa de minas- experimenta un desarrollo cultural y artístico impensable, dando lugar a una nueva y prometedora generación de poetas y plásticos, como Jesús Arcensio, Pepe Caballero, Rafael Manzano, Xandro Valerio, Antonio de Salas Dabrio... que mantendrán vivas, junto a instituciones como el Ateneo o los tres diarios provinciales, las expectativas artísticas del entonces poblachón andaluz. Será, no obstante, José María Morón (Puebla de Guzmán, 1898-1966 Madrid), un poeta adscrito emocional y vitalmente a la cuenca minera, quien en 1933 consiga sorpresivamente el premio Nacional de Poesía con el libro Minero de estrellas, de una dura denuncia social que, recogiendo la experiencia de los mineros de la cuenca riotinteña, viene a reflejar los conflictos de clase latentes en la sociedad española de la época, cada vez más polarizada. El éxito inesperado de su libro viene a refrendar el cambio de sesgo que por entonces comienza a manifestarse en la poesía española, que pasa del formalismo exacerbado de los poetas “gongorinos” (recordemos el Perito en lunas, de Hernández), los experimentos surrealistas, o la llamada poesía pura, en la línea de Juan Ramón, a una progresiva toma de conciencia ideológica, fruto de las graves tensiones sociales que se dirimen en España y en Europa y de la que gran parte de los autores no puede ni quiere enajenarse. Uno de los poetas que van a propiciar esta nueva visión conflictual en el panorama español será, sin duda alguna, José María Morón. El ejemplo de Morón no tendrá una continuidad clara e inmediata en la lírica tartésica (aunque sí, curiosamente en la plástica, con Vázquez Díaz, Labrador, Pepe Delgado...), si bien obras posteriores como la de los también mineros Juan Delgado o Rafael Vargas, seguirán en cierto sentido su ejemplo y ninguno de ellos olvidará en sus discursos el ascendente social, que el primero mezcla con lo existencial y lo telúrico y el segundo adscribe a una poesía que se imbrica en el tejido autobiográfico. Aunque más diluida, su impronta reaparece en poetas finiseculares como Eladio Orta y Antonio Orihuela. Cabe a Morón, como también a Ciges o Concha Espina, ser los precursores de una literatura de problemática social, que en los años 50 y 60 del pasado siglo, en pleno franquismo, va a tener un protagonismo esencial, que reaparece guadianescamente a finales de siglo a través de poetas como Riechmann o Falcón, cuyas referencias provinciales más claras son los citados Orta y Orihuela a los que cabría sumar el Antonio de Padua de Poemas de diario, Eva Vaz, María Gómez o Violeta c. Rangel.

Jesús Arcensio
Durante los años inmediatamente anteriores a la guerra civil el ambiente literario de Huelva es muy interesante. Suplementos literarios como Letras, dirigido por Julio Palacios y Jesús Arcensio nos hablan de una variopinta nómina de jóvenes y entusiastas poetas que lamentablemente no tendrán la oportunidad de “cuajar” en un ambiente propicio. Este es el caso del cachonero Luis Pérez Infante, que en tal periodo estudia filosofía y letras en la Universidad Hispalense, donde ejerce el poeta y profesor Jorge Guillén, que impregnará al alumno de una visión purista frente a códigos literarios más combativos, tal y como evidencia la revista Nueva poesía que Pérez Infante funda en otoño de 1935 junto a los compañeros de facultad Francisco Infante Florido y el jerezano Juan Ruiz Peña. Los escasos poemas de Pérez Infante publicados en esas páginas nos colocan ante un artista prometedor, muy bien dotado formal e intelectualmente, que ya ha entroncado con los poetas mayores como Juan Ramón, del que escribe una virtuosa y entusiasta reseña crítica. Cuando estalla la sublevación de corte fascista protagonizada por Franco, el joven poeta cachonero cuenta con 24 años y se halla en Madrid, alejado de su familia, donde ha ido a presentarse a unas oposiciones, quebrándose para siempre sus prometedores comienzos. No muy distinto es el caso de Jesús Arcensio, que en los meses anteriores a julio del 36 ejerce de profesor en Ayamonte aunque hay datos que desmienten tal afirmación. Arcensio, que publica con cierta regularidad en revistas de dentro y fuera de la provincia también ve rota de forma drástica su progresión.


EL PERIODO OSCURO

La guerra civil viene a suponer una rotunda e insalvable sima para la poesía onubense. Algunos de sus más importantes cultivadores, como Juan Ramón, Pérez Infante (Galaroza, 1912-1968 Montevideo) o Miguel Pizarro (Alájar, 1897-1956 Nueva York) marchan al exilio americano del que no regresarán; si bien el maestro moguereño retomará su actividad artística con nuevos bríos, evolucionando hacia una poética mucho más profunda, personal y rica, los prometedores jóvenes Infante y Pizarro, cuyas actividades previas y relativas al período bélico han sido relevantes, quedarán definitivamente destrozados sicológica y creativamente, hasta el punto de que no verán publicados sus poemas hasta años después de haber fallecido. El otrora infatigable Rogelio Buendía y José María Morón, se auto-recluyen en Elche y Madrid respectivamente, donde sus obras irán languideciendo; los más jóvenes, que, más por razones de oportunidad geográfica que ideológica, se encontraron en el lado nacional, se dispersan también por el territorio peninsular, de manera que la ciudad, expuesta a una feroz represión, queda convertida en un auténtico hontanar cultural.

Acabada la guerra, el prometedor Jesús Arcensio (Galaroza 1911-1992 Sevilla), regresa a Huelva tras un breve y frustrante paso por Madrid, para hacerse cargo del Cabaret Bahía. El Bahía, situado en la nocherniega y rufianesca calle Gran Capitán, se convierte desde el principio en un antro de extraordinaria agitación social, donde vienen a coincidir los personajes más atrabiliarios del poblachón onubense, con los artistas en ciernes y con los espíritus más esquivos al régimen y todos ellos con los rudos marineros que Xandro Valerio (Moguer, 1910-1966 Madrid), poeta reciclado como gran letrista, recoge en su monumental copla Tatuaje. El Bahía fue durante los tempranos años cuarenta el antro más singular e interesante de toda Huelva, regentado por un personaje con aspecto de gentleman inglés, tras el que se escondía una personalidad bohemia y torturada por los costurones de la guerra y de la represión: Jesús Arcensio. Personaje novelesco donde los haya, que ofició de espía alemán durante la segunda guerra mundial, montó en 1942 la revista Chabola, junto a Leopoldo de Luis y Rafael Manzano. Su primer número está dedicado nada casualmente al poeta soriano y falangista Dionisio Ridruejo, cuya deriva política nos recuerda a la de Arcensio, falangista convicto y desesperanzado como él. Más allá de la pequeña isla que supone el Bahía, el ambiente choquero es purulento e irrespirable, debido a la atroz represión franquista y a la monstruosa corrupción moral de las nuevas autoridades, lo que conduce al poeta de Galaroza, que se ve a sí mismo perdido, vacío, marginado y solo, a un primer intento de suicidio. Su poesía, sustentada hasta entonces en el soneto de raíz clásica con tímidas pinceladas vanguardistas, deriva hacia el versolibrismo vallejiano, con cambios abruptos y una cada vez más evidente tensión dramática y existencial. A partir de entonces, Arcensio se convierte tanto en un fantasma de sí mismo, cuanto en el referente un poco hastiado de las nuevas generaciones. Su escasa obra editada en vida se publica en su ocaso, reduciéndose a 30 sonetos (1975) y 12 poemas (1992), cuyos meros títulos nos dan a entender el escasísimo interés que este hombre descorazonado sintió por la difusión de la propia obra. Tras su fallecimiento, José Baena Rojas, publicó su Poesía completa (1997), a la que hay que añadir la antología Sueño y costumbre (2002), editada por la Asociación Huebra.
José Manuel De Lara
La desconexión de la poesía onubense con la nueva realidad poética española data de los primeros años de la posguerra y no se verá parcialmente restablecida hasta mediados de los años 80. Tras la guerra, Huelva se viene a convertir en una ínsula cultural, desgajada del resto del territorio. Sus poetas raramente publican y cuando lo hacen se encuentran con un helador silencio exterior. No será hasta mediados de los 50, cuando una nueva promoción de poetas comenzará a dar un cierto aplomo literario a la ciudad dormida. El baudelariano Salas Dabrio, los más clásicos José Manuel de Lara, Manuel Sánchez Tello, el más tarde novelista José Luis Terrero y el incorregible Diego de Figueroa, formarían el efímero grupo La Rueda (1954-1955). Estos jóvenes habrán de ser los encargados de dinamizar la vida literaria de una ciudad que aún no se ha sacudido el vendaval de la guerra y que vive exclusivamente del puerto, de la pesca y de la administración. En 1955 aparece la revista La Niña, con el inagotable José Manuel de Lara, Pedro Bargueño, Figueroa y el propio Arcensio, que parece renacer de sus infiernos. Ninguno de ellos, como queda dicho, se adscribe a los cánones críticos de la llamada generación del 50 y se percibe en ellos un tono clásico y tradicionalista, quebrado sólo por el acento existencial de Arcensio y por el decadentismo bohemio de Figueroa. Con todo, J. M. de Lara (Motril, 1929), uno de los más activos del grupo y su referencia natural, es un poeta de un pellizco humano, con una cierta tendencia natural a la melancolía y al clasicismo. Otro poeta muy interesante de esta época es Fco. Garfias (Moguer 1921), que pronto seguirá los pasos de su paisano Xandro Valerio, tomando el camino de Madrid, integrándose así en la nueva realidad poética española. Su libro La duda recibirá en 1971 el Premio Nacional de Poesía. Garfias, gran estudioso de su paisano Juan Ramón, es un poeta sobrio, ensimismado, zurbaranesco, de una verdadera y rica religiosidad, cercano en sus preocupaciones existenciales a Leopoldo Panero o Vivanco.

LOS DIFÍCILES 60 Y 70

Manuel GarridoPalacios
A principios de los años 60 se va a producir un hecho de capital significación en la historia de la ciudad estuaria: la ubicación en sus exteriores del Polo Químico. El Polo, verdadera catástrofe ecológica y paisajística para la ciudad, va a transformar para bien y para mal el perfil de una población que en la década de los cincuenta apenas si superaba los 50.000 habitantes y que a finales de siglo, viene a triplicar este número. Todo el resurgimiento cultural que se produce en Huelva en este periodo, mal que bien, es inexplicable sin la revolución económica y demográfica que supone la implantación del entramado industrial en una ciudad que hasta entonces había vivido básicamente de los sectores primarios, de la actividad purtuaria y de la burocracia. Muchas personas llegadas de otras tierras españolas, recalan en Huelva, trayendo consigo nuevo aliento a la ciudad y abriéndola al exterior, de tal modo que en la década de los sesenta se advierte un creciente impulso cultural y político coincidente con la lucha clandestina. En 1962 se forma el llamado Grupo Santa Fé, al que suele denominarse también grupo puente, pero que toma su nombre de la conocida taberna homónima del popular y céntrico Paseo del Chocolate, donde se reunían, a veces escoltados por números de la policía, cuya sede era frontera con la popular taberna; compuesto inicialmente por los pintores Manuel Crespo, J.M. Seisdedos, y los escritores Paco Pérez, M. Garrido Palacios y el pronto desaparecido Manuel Pizán, irá abriéndose a figuras como Ricardo Bada o José Mª Franco, acogiendo más esporádicamente a personajes como Víctor Márquez Reviriego, J.M. de Lara, Enrique Montenegro o Jesús Hermida. El grupo, integrado por poetas, músicos, periodistas, plásticos y diletantes, se desgaja en 1964. El Santa Fé, muy activo política y culturalmente mientras duró, llegó a editar una interesante colección literaria, la primera en Huelva después de la guerra civil, con el significativo título de Litoral. Los últimos años de la década serán de una desconocida animación cultural, gracias, sobre todo, a las actividades de algunos miembros del ya escindido Santa Fé y a la paulatina incorporación de otro grupo emergente El Atalaya (1966-1970), o de la ruptura, en el que se integraban los entonces jóvenes creadores José Manuel Gómez y Méndez, José Baena Rojas, Juan Antonio Guzmán Camacho, Juan de Mata Rodrigo, Juan Drago, Juan Andivia, Abelardo Rodríguez, Félix Morales o José Antonio Antón, y cuyas actividades van a prolongarse hasta la llegada del régimen constitucionalista. Fruto del impulso cultural y político que supone el Atalaya, nacerá el grupo folk Jarcha, cuya canción Libertad sin ira se convertirá, como se sabe, en uno de los referentes icónicos e ideológicos de la transición española. El mérito del grupo Atalaya, muy dinámico, fue incorporar los nuevos lenguajes musicales, teatrales, cinematográficos y sociológicos inspirados por los movimientos contraculturales del 68, que por esos momentos inundan y transforman España y que, a la postre, prepararán el terreno de la transición. El Atalaya, sin embargo, tampoco consigue vencer las barreras provinciales, a pesar de su espíritu rupturista e innovador. Muchos de sus miembros, sin embargo, van a tener una importancia decisiva en la producción literaria de los 70 y los 80.
Juan Delgado López
Mención aparte merece el poeta de Campofrío, Juan Delgado (1933-2010), cuyas primeras entregas salen a la luz en estos años. La tardía publicación de sus libros nos impiden inscribirlo en la llamada generación del 50, con quienes, evidentemente, comparte estética y vivencias; dueño de una obra sólida y singular de corte existencialista, Delgado comienza con un libro de temática amorosa, para proseguir con El cedazo (1973), un texto agrio, muy en la línea de Morón, que alude a la feroz represión sufrida sobre sus propias carnes en los sufridos pueblos mineros; a este libro le siguen otros de fuerte contenido telúrico como De cuevas y silencios (1988) o existencial, como Tiranía del viento (1998), que convierten a este poeta radicado en Riotinto en una referencia obligada de la poesía onubense del segundo medio siglo, tanto por su sólida concepción formal, como por la hondura existencial de su obra. Juan Delgado, es un poeta de senectude, y será cuando el poeta advierta la lejana sombra de la muerte, que su verso se haga más tenso y más necesario. Libros finales como Habitantes del bosque, uno de sus hitos líricos, Cancionero del Tinto o Sueño de una noche de ginebra encierran tal vez lo mejor y más ineludible de su obra y todos ellos hablan del compromiso con la vida, pero también de la presencia cada vez más evidente y cercana de la hora de esa verdad que para el poeta es la muerte. En sus últimos años, el poeta, alejado de los ruidos procedentes de un exterior que cada vez parecen interesarle menos, se recluye en la Naturaleza, de la que en cierta forma se siente excluido y a la que va a retornar. A Habitante del bosque cabría interpretarlo como la llamada de esa naturaleza y la necesidad que el poeta siente de fundirse en ella, como si la vida hubiese puesto entre la Naturaleza y el hombre una barrera infranqueable que el poeta, consciente, quisiera franquear de una vez por todas. Será la muerte la que habilite esa frontera. Sueño de una noche de ginebra, su último libro, incide sobre esta visión del mundo, pero en él existe ya una intención de despedida y en cierto sentido cabría interpretarlo como un juicio a sí mismo y al mundo que lo ha acogido.



LOS 80

Rafael Delgado
Los últimos setenta, con una normalización democrática que trae consigo nuevos intereses y derivas culturales, son años fértiles en el activismo literario de la provincia. Así, de un primer reagrupamiento de los viejos integrantes del Santa Fe y Atalaya, nace el Club de Escritores Onubenses y, de él, la colección Alazán, donde publican sus primeros libros poetas como Drago o Guzmán Camacho. En 1982 se instituye el Premio Hispanoamericano Juan Ramón Jiménez y la fundación del mismo nombre, en un intento de apertura a la realidad poética española. En 1981 nace en la capital del Odiel un nuevo proyecto cultural, Celacanto, que editó tres números de la revista homónima dirigida por Jesús Díaz, y otra nueva colección poética donde fueron encajando los nuevos valores. En la revista Celacanto (1983-1986) colaboran escritores de ámbito nacional, lo que supone un primer intento de reconectar la poesía onubense con la española, de la que se había desgajado, como queda dicho, a principios de los años 40. Por esas mismas fechas aparece, bajo el respaldo de la Diputación Provincial, la revista Con Dados de Niebla (1984-2000), dirigida por Juan Cobos, que, a pesar de un acusado solipsismo, refuerza los vínculos con las nuevas estéticas que campan por el resto de la península, mérito que comparte con el suplemento literario El fantasma de la glorieta. Esta última revista tuvo su nacimiento en 1984 y fue originariamente editada como suplemento del diario Odiel, y posteriormente de La Noticia de Huelva para, de ahí, ya como publicación de carácter autónoma, pasar a la Diputación Provincial, renaciendo una vez más en el año 2001, en formato web, de la mano del que siempre fue su director: Félix Morales. Por este curioso y accidentado suplemento pasaron algunas de las voces más notables de la emergente literatura española de los primeros ochenta. Otro proyecto literario que obtuvo por estos años una gran significación fue el riotinteño Pliegos de Mineral (1982-1985), colección de libros y plaquettes, dirigida por el poeta Juan Delgado: el ineludible Juan Ramón, Bergamín, García Montero, Juan Rabades o el propio Delgado, son algunos de los autores que conformarán esta interesantísima colección.
Abelardo Rodríguez
Los ochenta suponen para Huelva un lento crecimiento económico y una voluntad política por intervenir en las estructuras culturales y sociales de la ciudad, de manera que las instituciones se ven en la necesidad de afirmar un tejido cultural aún inconsistente, para lo que se crean cauces y apoyos a la creación, sobre los que se asentarán las nuevas iniciativas y voces literarias. En sentido opuesto, la intervención institucional traerá consigo un cierto y cada vez más acusado desajuste entre la cultura oficial y la independiente, que en esos años, y por reacción, comienza a abrirse camino. Los años 80, pues, vienen a significar en la aún aislada lírica onubense un paulatino acercamiento a los lenguajes poéticos del resto del país, si bien con un acentuado retraso. Félix Morales, Juan Cobos, Abelardo Rodríguez, Nieves Romero, Ramón Llanes, Rafael Delgado, Juan Drago, José Juan Díaz Trillo, Carmen Ciria o Diego Ropero, cada cual desde su impronta personal, se acercan a la poesía de los novísimos, o del lenguaje, dando una importancia estelar al paisaje y a la luz del viejo Tartesos y, sobre todo, subrayando su afinidad con la poesía juanramoniana, paradigmática para los poetas mencionados. De todos ellos, quien más rotunda y obsesivamente reproducirá la tensión paisajística será el ya fallecido Abelardo Rodríguez (Huelva 1948-2005 Sevilla), poeta, filósofo y pintor esencialista de tan significativos títulos como Océano (1975), Marismaire (1991), Añilaire (1995), Celestología (1996) o Azulario (1998); Juan Cobos (Riotinto, 1955) se instala en un cierto neo-barroco, muy en la estela de Mestre, Pérez Estrada o la Rossetti, aunque sus últimos libros evolucionan hacia una cotidianidad, lastrada acaso por un lenguaje ampuloso y carente de una verdadera fuerza interior; Rafael Delgado (Huelva, 1949) es, seguido muy de cerca por Félix Morales, el poeta más singular del grupo, con una obra intuitiva y siempre conflictual; Félix Morales se ha sentido atraído desde sus inicios por una poesía fuertemente inspirada por las vanguardias, aunque sus últimos libros, La belleza es el ángel del misterio (2003) y El mar tiene hoy color de estar pensándose (2004), se detienen en el paisaje atlántico; Nieves Romero (Galaroza 1961), que ha cambiado la literatura por la jardinería, representa junto a Carmen Ciria la aportación onubense al fenómeno de la poesía femenina, aunque Nieves, a diferencia de Ciria, se centre más en la interiorización y la abstracción del paisaje, que en la identidad femenina, tema que en Ciria es nuclear. Diego Ropero (Moguer, 1954) es un poeta formado en la capital hispalense, y participa más de una visión culturalista y serena, cercana ya a los postnovísimos. Junto a ellos, es necesario mencionar a los muy interesantes Juan Drago, Paco Pérez y Guzmán Camacho, que, aunque mayores en edad, participan de las maneras y de la evolución del grupo. Drago, autor premioso pero de sólida obra, es acaso uno de los poetas más notables del actual mapa poético huelvano, con libros como Con un río en los brazos (1984) o Ámbito de la diosa (1986). Una ya larga enfermedad lo mantiene fuera del movimiento literario onubense, pro su obra es sólida y sus inéditos son interesantes. Paco Pérez, autor que se escora hacia la narrativa, es un fantástico creador de atmósferas, como revelan sus últimos libros. A todos estos poetas de los 80 les cabe el indudable mérito de haber elevado el nivel obsoleto de la lírica onubense en unos años en los que la capital comienza a urdir su nuevo tejido cultural, impulsando actividades y proyectos del calado de las revistas Volandas y las citadas Con Dados y El fantasma o la puesta en marcha de las colecciones institucionales. El grupo, que acaso por las claras desavenencias internas nunca llegó a fraguarse como tal, observa rasgos extraordinariamente afines, al menos en sus inicios, cuales son el ya citado interés por el paisaje, la concepción del poema como artefacto lingüístico y el común magisterio del moguereño Juan Ramón de Animal de fondo o Espacio. En la actualidad todos ellos siguen en activo, exceptuando al fallecido Abelardo, cuyo último libro es Deriva (2004), y Nieves Romero, que recogió toda su obra en Poesía reunida (2004).


LOS POETAS URBANOS DE LOS 90

Bar 1900, Huelva. Centro poético onubense desde los 90.
La década de los 90 supone para Huelva cambios drásticos que afectan no sólo al urbanismo, transformador de la fisonomía de la ciudad, sino también a la propia realidad social, económica y cultural, como es el caso de la puesta en marcha de la Universidad Onubense, que proporcionará a la vieja capital estuaria un dinamismo juvenil desconocido. Huelva, que presentaba a mediados de los 80 un aspecto urbano realmente desazonador, a medio camino entre una ciudad agrícola e industrial, logra a lo largo de los noventa cerrar su tejido urbanístico, aunque para ello, como es obvio, tenga que enterrar parte de su pasado más reciente. 1992 será un año de profundos cambios en la poesía onubense. Una mañana de octubre, el viejo poeta Jesús Arcensio toma el tren hacia Sevilla y allí, en uno de sus más emblemáticos jardines, se dispara en el pecho. Unos meses antes comienza a funcionar en la calle Garci Fernández la Tertulia 1900, que obtiene el nombre del bar en el cual se reúne todos los jueves. Su instigador es Uberto Stabile, un valenciano que ese mismo año se radica en la capital estuaria y que con el tiempo se convertirá en el catalizador de los movimientos literarios de la provincia, exceptuando los oficialistas, con los que mantendrá frecuentes y agrias disputas. El éxito fulminante de la tertulia anima a sus integrantes a instituir una colección de cuadernos que será el germen de una producción bibliográfica creciente. La Tertulia 1900, fundada, entre otros, por el propio Stabile, Fco. J. Reyes, Pedro Javier Pedros, María Gómez, Antonio de Padua Díaz, Francis Vaz, Ángel Poli o Antonio Mª Jiménez, dueño del bar y continuador actual del proyecto, se convertirá en la década de los 90 en un irradiador cultural de la ciudad y en el pretexto para encontrarse con poetas y artistas de otras latitudes que se acercan a Huelva. Puede decirse que todos los creadores literarios de la provincia han pasado por el 1900 y muchos son los que allí han leído por vez primera sus versos. 

Uberto Stabile
De la Tertulia 1900 nacerá el proyecto de los encuentros de editores independientes (hoy EDITA), con sede en Huelva, Palos y finalmente Punta Umbría, donde se ubica en la actualidad y donde ha quedado definitivamente consolidado. Variopinto, singular y enriquecedor, EDITA se ha erigido en un foro nacional de propuestas alternativas, así como en un referente de las corrientes más marginales, laterales o decididamente cimarronas del arte y la producción literaria española de los últimos años. Ambos proyectos, consolidados en el tiempo, han venido a contribuir de forma decisiva para avivar los contactos personales entre los distintos creadores y tendencias de la provincia, lo que ha derivado en un movimiento sinérgico y plural, de un claro carácter combativo y urbano, que ha facilitado el acceso de casi todos ellos a las nuevas y minoritarias editoriales del resto de España, lo cual supone una novedad nada irrelevante para la creación poética onubense, tradicionalmente arrinconada y desconocida. Uberto Stabile, poeta cercano a los postulados neo-beats de la escritura y de la vida, contagia a la finisecular lírica onubense de un cierto gusto por el prosaísmo, por la cruda realidad social y un interés específico por los espacios y la identidad urbana. Paralelamente a los movimientos e iniciativas literarias surgidos en la capital, nacen otros movimientos en el resto de la provincia, como el ayamontino Crecida, un grupo combativo e ideológicamente muy comprometido, con Eladio Orta, Mada Alderete, Antonio Miravent y Diego González como principales integrantes; es importante también el grupo serrano que comienza con la publicación de la revista Sin embargo (1994-2000), de la que derivará el grupo Huebra, que tiende a presupuestos poéticos más abiertos, y que agrupa a todos los escritores de la serranía onubense, entre ellos a Rafael Vargas, Juan Antonio Muñiz, Felisa Zarza, Ernesto Martín, Mario Rodríguez, Thassio, Glez Flores, Carlos Sánchez, Elías Hacha, Ignacio Garzón o Manuel Moya; el capitalino Madera Húmeda, nacido de una escisión del 1900, hasta fechas recientes no ha acabado de crear y consolidar su propio espacio. Junto a ellos, emergieron grupos menores que no se llegaron a consolidar, como es el caso de La Palmera en la comarca del Condado o Aljife, que acabó integrándose en Huebra. Con todo, el colectivo poético del 1900, tiene la virtud de aglutinar a los demás movimientos dispersos, o al menos a sus integrantes más cualificados, entre los que cabe mencionar al propio Stabile (Valencia, 1959), Eladio Orta (Ayamonte, 1957), Antonio de Padua Díaz (Huelva, 1962), Eva Vaz (Huelva, 1972), Ángel Poli (Madrid, 1964), María Gómez (Isla Cristina, 1964), Antonio Orihuela (Moguer, 1965), Diego González (Ayamonte, 1962) o Manuel Moya (Fuenteheridos, 1960) y su heterónima Violeta c. Rangel. 


La actividad editorial de todos ellos ha sido y es considerable, estableciendo estrechos vínculos literarios a lo largo de todo el país y aún fuera de él. La irrupción de estas nuevas voces supuso hacia 1995 no pocas controversias con el grupo anterior y más concretamente con los poetas más institucionalizados, con los que, además, manifiestan divergencias estéticas evidentes. Y es que los poetas del 1900 centran más el texto en la realidad que en el lenguaje, habiendo en sus discursos un compromiso social e ideológico del que carecían sus predecesores. La suya, por tanto, es una poesía de menos recursos lingüísticos, pero de una expresión más viva y directa, que no se centra ya en elementos abstractos y metaliterarios, sino en la visión concreta del hombre y sus conflictos temporales. Otra diferencia fundamental es que, en tanto el grupo del paisaje apenas si publicó en los estrictos moldes provinciales (con alguna excepción, sin embargo), los poetas realistas se han integrado plenamente a las corrientes literarias y editoriales del país, de forma que es fácil encontrarlos en antologías, estatales o colecciones de primer nivel. Pero centrémonos en los poetas concretos del 1900: Uberto Stabile, practica una poesía de acento urbano y beat (la revista que dirige ostenta el nada aleatorio marchamo de Aullido en una no oculta referencia a Allen Ginsberg), deliberadamente prosaica en libros como Perverso (1997) o Empire Eleison (2000); el controvertido Francis Vaz, director de Tranvía e integrante de Madera Húmeda, se escora hacia un discurso más nihilista y escéptico, como se percibe en su libro Artistas por supuesto (2003); Eladio Orta, poeta y activista ecológico, eje del grupo Crecida, es dueño de una poética mucho más visceral y fresca, con un lenguaje deliberadamente bronco y salvaje en el que priva la denuncia social (Leche de camello, 1999) o su frontal lucha contra la desorbitada especulación inmobiliaria que sufre su tierra costera; Antonio de Padua Díaz, director de la extinta Océano, es un poeta versátil, con una carga incendiaria menor que los anteriores, pero de un evidente interés por lo cotidiano, como refleja en su hasta ahora mejor libro, Diario del paseante (1993) o también en Poemas de diario (1998); la poesía de Eva Vaz, ex-Cacúa, la más joven del grupo, deriva hacia un feminismo que no se aleja del realismo sucio, con registros cercanos a David González o Violeta c. Rangel; Ángel Poli (Madrid, 1961), integrante también del subgrupo Madera Húmeda, junto a F. Vaz y Fco. Ruano, es acaso el poeta de menor carga ideológica, aunque paulatinamente ha ido derivando de un acusado intimismo hacia una poesía de tono realista e irónico, cercano quizás a Antonio de Padua, como demuestra en su caluroso Vecinas en verano (2005); 
Eva vaz
María Gómez representa acaso la voz más cálida, pero en su discurso predomina el elemento ecológico y la identidad femenina, menos radicalizada, eso sí, que en Eva Vaz o Mada Alderete; el moguereño Antonio Orihuela, director de los anuales Encuentros Poéticos de Moguer es, de todos, el más politizado y el más consistente ideológicamente, y esto tanto en sus textos de naturaleza discursiva cuanto en los de naturaleza visual; Diego González, ayamontino de Crecida, el otro poeta visual del grupo, deriva hacia la crítica social y el consumismo; Manuel Moya, director de la desaparecida Sin embargo y, en la actualidad, codirector junto a R. Vargas de la revista virtual Hwebra y de la colección de libros Biblioteca de la Huebra, transita entre una poesía de corte humanista y esencial con libros como Las islas sumergidas (1997) o Salario (1999), a otra radicalmente urbana y salvaje, de un profundo nihilismo y causticidad en su heterónima Violeta c. Rangel, autora de La posesión del humo (1997); Santiago Aguaded, Javier Pedrós, Josefa Virella, Rodolfo Barón... cierran una nómina que es bastante más extensa. Por último cabe mencionar al ayamontino radicado en Sevilla, Abel Feu (1965), cuya adscripción al grupo 1900 resulta problemática, pues su poesía es más cercana a la llamada poesía de la experiencia, de la que toma su acusado rasgo irónico en textos de una gran sabiduría formal, como corrobora en su libro Feu de erratas (1997).


LA POESÍA QUE LLEGA

Miguel Mejía
El principio del nuevo siglo toma a Huelva empeñada en un excesivo frenesí urbanístico y en un flujo inmigratorio desconocido. Por estos años, surgen jóvenes valores con obras ya maduras y llenas de proyección, como es el caso de Antonio Portela (Huelva, 1978), Daniel Salguero, (Huelva, 1974), Miguel Mejías (Huelva, 1976), Nacho Vallejo (Sevilla, 1977), Adrián González da Costa (Lepe, 1979), Ignacio Garzón (Puerto Moral, 1967) o Teresa Suárez (Huelva, 1976), por referirme sólo a quienes ya tienen algún libro en los escaparates. Entre ellos no existen afinidades manifiestas ni, salvo excepciones, vínculos grupales. Se da la circunstancia de que, excepto D. Salguero y T. Suárez, todos viven fuera de la capital, en destinos como Salamanca, Sevilla, Alemania, Rusia, Francia... Todos, eso sí, cultivan una poesía exenta de paradigmas ideológicos, y, en términos generales, presentan un mayor interés por el formalismo. 

Adrián Glez de Acosta
No deja de ser curioso que ninguno de estos jóvenes haya establecido un vínculo con los poetas del 80, con quienes guardan ciertas similitudes de tipo estético, ni estén respaldados por revistas o colecciones poéticas, y aunque la mayoría son aún autores de un solo libro, se atisba en ellos un futuro prometedor. Es el caso del Adonais Adrián Glez. Da Costa, de gran tensión formal en Rua dos douradores (2003);de Nacho Vallejo, un tipo inquietante y brillantísimo, en la línea de Leopoldo Mª Panero, que sorprendió en los acerados versos de El culpable (1996); de Antonio Portela, autor de ¿Estas seguro de que nos siguen? (2003) que practica un verso limpio, de acendrado eclecticismo, muy en la estela de J.A. González Iglesias; de Miguel Mejías, acaso el más maduro del grupo, que publica Volver (2004), un libro denso, de gran fuerza y cromatismo lingúístico, en la estela de Luis Rosales o Claudio Rodríguez; de Daniel Salguero (Primeras palabras, 2001), un poeta decididamente insular, que no desdeña el cultismo ni las tonalidades menos amables e híspidas de la existencia; de Teresa Suárez, también pintora, que desemboca con La mentira de Lilith (2002), en un discurso en el que lo femenino se manifiesta en toda su crudeza y sensibilidad; de Gustavo A. Romero, poeta levantisco, cercano al realismo salvaje de Orta o la Rangel. Junto a ellos es necesario mencionar a otros poetas que aunque no han editado todavía sus obras, lo harán en el futuro próximo, como es el caso de Rocío Bueno, Javier Barrero, Enrique Zumalabe o Teresa Ollero, todo ellos, como Salguero, integrantes de la tertulia del New Classic, o de Manuel Arana y Manuel Glez., miembros de la revista Chichimeca y socios de Madera Húmeda.

AQUÍ Y AHORA

En el actual mapa poético onubense se mezclan varias generaciones, aunque es cierto que son los poetas emergentes, generalmente los más jóvenes, quienes desarrollan un papel más activo. Revistas, tertulias, encuentros, publicaciones o revistas, dan fe de un ambiente dinámico, cambiante, colorido y abierto no sólo a nuevos horizontes, sino a nuevas concepciones estéticas.
María Alcantarilla
Como se ha dicho, la Tertulia del 1900 juega un papel estelar en la Huelva literaria desde los 90. Ubicado en la céntrica Garci Fernández, el 1900 es un pub de estética cowntry y motera que junto al Argantonio o el Ibiza vino a remozar el viejo parque tabernario y nocherniego onubense, para convertirse en una especie de continuador del mítico Bahía, el feudo arcensiano. Desde 1992 se viene desarrollando ininterrumpidamente (salvo en la fechas veraniegas) un ciclo de lecturas y programaciones artísticas por donde han leído sus versos y presentado sus novedades plásticas no sólo casi todos los creadores del ámbito onubense, sino también una nutrida nómina de poetas y artistas españoles y extranjeros. En su etapa fundacional, presidida por Uberto Stabile, e integrada por Fco. J. Reyes, P. Javier Pedros, Mª Gómez, Antonio de Padua Díaz, F. Vaz, Á. Poli o A. Mª Jiménez, se gestó un movimiento de calado, con unas claves éticas y estéticas muy definidas y publicaciones propias, que no sólo vinieron a romper con las derivas anteriores, sino que abrió definitivamente el panorama tartesio a nuevas realidades y espacios, así como a nuevos ámbitos territoriales y editoriales. Casi todos los grupos surgidos tras el 1900, le deben a éste gran parte de su identidad y de la infraestructura que ha ido generando. Proyectos como EDITA, los Encuentros Poéticos de Moguer, colecciones como Las noches del 1900, editados por la misma tertulia, Crecida, Huebra, Tabula rosa, Cacúa, revistas como Océano, El imperiódico, Aullido, Chichimeca, Hwebra... nacen del camino abierto por el 1900, que se ha convertido en un auténtico rompeolas donde han venido a fundirse (o a reaccionar) todas las dinámicas literarias y artísticas de la provincia en la última década y media. En la actualidad, y fiel a su costumbre, La Tertulia 1900 se sigue reuniendo todos los jueves sobre las nueve de la noche. El actual programador es Antonio Mª Jiménez y sus planteamientos son similares a los iniciales, si bien, los tiempos cambian y, junto a las viejas caras, suelen aparecer por allí los jóvenes creadores, en busca de un ambiente alentador y casi siempre propicio. En la actualidad, sigue siendo el lugar habitual de lecturas, exposiciones, presentaciones de libros, fanzines, revistas y otras manifestaciones contraculturales.
A primeros de 1994, y como primera escisión del 1900, surge el grupo Madera Húmeda, formado inicialmente por Paco Ruano, Francis Vaz y Ángel Poli, al que se sumarían los más jóvenes poetas de la ciudad, como Vallejo, Eduardo Infante o Mejías, provenientes en su mayoría del Instituto Rábida -donde estudiara JRJ- o los maristas, feudo de Ruano. Inicialmente se reunían los sábados por la noche en el Pub Ottawa, en la popular calle Concepción, muy cerca del 1900, pero sus sedes fueron cambiando a medida que los bares cerraban o fueron transformando sus estéticas. Pasaron así, por El Milenio, el Archi y otros baretos nocturnos, para acabar actualmente en el Savoy, en la popular plaza de San Pedro, a dos pasos del desaparecido Santa Fé. En el Savoy se reúnen los viernes por la noche. En su primera y más larga etapa, la del Ottawa, había no sólo una programación cultural fiable en la que se intercalaban poetas del grupo e invitados en un diálogo fluido y abierto, sino que se programaban lecturas mensuales y grandes eventos culturales para la ciudad, además de editar varias antologías de jóvenes e invitados. Nunca tuvo el grupo, es cierto, una voluntad estética o política definida, pero allí, entre volutas de humo y cerveza negra, se formaron poetas tan interesantes como Vallejo, Pantoja de Ory, Raquel Moscoso o Mejías. En 1999 y tras varias disensiones internas, Madera Húmeda se fue desgajando, pero dos de sus miembros más jóvenes y activos, Manuel González y Manuel Arana, estudiantes universitarios, la hicieron resurgir de su cenizas y montaron la revista-fanzine Chichimeca (editada en papel y en formato web), que en sus tres números publicados hasta la fecha observa una visión muy abierta, con monográficos sobre Cuba, Colombia o la traducción. “En la revista -se dice en su primer número- se pretenden mostrar las diversas tendencias literarias que van surgiendo, y especialmente aquéllas que nacen de la mano de los nuevos creadores de nuestra comunidad autónoma. Es a su vez un lugar de unión de las artes, donde también tienen cabida dibujos, fotocomposiciones, obras de arte digital, que muestran el panorama juvenil artístico andaluz”.
De una escisión de Madera húmeda, con quienes comparten experiencias y amistad, surge una tertulia a quienes sus miembros se empeñan en innominar, pero que se reúne todos los sábados a eso de las nueve de la noche en el bar New Classic, en la calle Los Mudéjares, una nueva zona de ocio, oficinas y servicios, con una de las improntas arquitectónicas más notables y vanguardistas de Huelva. Los tres miembros fundadores fueron Miguel Mejías, Víctor Vélez y Fco. Javier López. Al principio se reunían en un estudio cercano a la plaza de toros, para luego deambular por otros lugares, como el Malkate, el Ottawa, el Croxan, Ambos Mundos... hasta recalar en el New Classic, que, de momento, resiste, después de dos años de tertulias. Al New Classic, bastión de la nueva Huelva, apenas si le separa un tiro de piedra de la vieja calle Gran Capitán, otrora santuario de trasuntos eróticos y facas briosas, donde el gentleman Arcensio montara el Bahía, su babel particular. En el New Classic se dan cita regularmente algunos de los poetas más jóvenes de los contornos, como M. Mejías, D. Salguero, Rocío Bueno, Teresa Ollero, Mª Luisa Oliveira, N.Vallejo, E. Zumalabe, J. Barrero, el diseñador y comiquero Juan Luis González, alias Juanluzzz. De momento, cuentan, no tienen ni se plantean editar revistas, libros o nada que se le parezca, aunque últimamente han acabado por asumir la edición del fanzine La cinta de moebius, una interesante propuesta de Ernesto Feria (hijo del filósofo Ernesto Feria Jaldón) y Eduardo Fuentesal, organizador de un importante certamen de música vanguardista. En el New Classic, hablan de literatura, se divierten, leen sus textos, rescatan y estudian a autores insulares u olvidados, para luego, cuando la noche se pone pelleja, nomadear por las calles aledañas de la Merced o Pablo Rada, que es donde a esas horas se vende el pescado.
De otra escisión de Madera húmeda surgió el proyecto Tranvía, una magnífica revista de narrativa dirigida por Francis Vaz y Pantoja de Ory, donde publican narradores españoles y extranjeros. Sin salir de la capital, hemos de referirnos a la labor de la editorial Cacúa, con el también narrador Marcos Gualda a la cabeza. En su incipiente pero ya nutrido catálogo editan jóvenes escritores como Teresa Suárez, Eva Vaz, Mario Marín, Agustín Corrales, J. Mª Hernández, Antonio de Padua Díaz... en una estética cercana a los presupuestos realistas del 1900, donde muchos de ellos se han formado. Especial relevancia es la relación que los cacúas mantienen con la población costera de Punta Umbría, feudo actual de Uberto Stabile, pues allí han inspirado la colección En punta.

Repartidos por la provincia existen varios grupúsculos que, si bien no se reúnen regularmente, sí que mantienen una actividad literaria habitual. Los más notorios son Crecida, en Ayamonte, Huebra en la Sierra de Aracena, y Volandas en Punta Umbría. El más longevo de ellos es Crecida, formado en 1984 por E. Orta, M. Alderete, D. González y A. Miravent, todos ellos muy implicados contra la presión constructiva que sufre la costa onubense y, más en particular, la desembocadura del Guadiana. Es, por tanto, un grupo muy comprometido y eso se nota en unos textos de gran denuncia social y en su línea editora, cercana al realismo sucio y a la poesía de Riechman. Por su colección han pasado poetas como Antonio de Padua, David González, Violeta c. Rangel, Eladio Orta, J. Riechman, A. Orihuela, etc... creando un espacio propio y una manera de entender la literatura y la vida. El grupo Volandas, radicado en Punta Umbría, parte de la revista del mismo título que nació en la localidad costera en la década de los 70 y que pasó por distintas fases hasta su lenta desaparición. Sus componentes originarios fueron Rafael Delgado, Abelardo y Ana Rodríguez, los hermanos Ávila, Félix Morales... En los últimos años, y tras un parón de más de una década, ha retomado su publicación un grupo del que forman parte Agustín Corrales, J. Mª Hernández y U. Stabile, que sigue llevando su espléndida Aullido y dirigiendo EDITA, que cada año tiene lugar en Punta Umbría. Por último, es necesario mencionar a la prolífica Asociación Literaria Huebra, nacida en 1999 de la extinta revista Sin embargo, por un lado, y del grupo Aljife por otro; los asociados no presentan rasgos comunes, aunque sí una clara vocación de hacer llegar la voz de los escritores de una tierra tradicionalmente relegada. Sus componentes originarios fueron Gerard Illi, músico suizo, Ignacio Garzón, ex-aljife, y Manuel Moya, ex-Sin embargo, a los que se unieron gran parte de los escritores serranos, como Rafael Vargas, Juan Antonio Muñiz, Carlos Sánchez, Ernesto Martín, Felisa Zarza, Rodolfo Recio, Vicente Ortigoso... Han publicado ya medio centenar de libros y rescatado obras perdidas o autores desconocidos como José Nogales, J. Arcensio, M. Pizarro, Pérez Infante, Gª Gill, Félix Lunar, junto a otros más conocidos como Arias Montano, Aquilino Duque, Bergamín, C. Muñiz... sin olvidar tampoco a los escritores noveles de la tierra, a quienes se les facilita la publicación de sus primeras obras. Paralelas a la asociación pero independientes de ésta, se editan Hwebra, revista en formato web, con Illi y Moya como directores y Tabula rosa, colección de cuadernillos eróticos dirigida por este último.
Para resumir, el actual panorama poético onubense es nutrido, intenso y muy abierto. Después de décadas enteras de aislamiento, los jóvenes creadores han traspasado las fronteras provinciales y normalizado una situación que se antojaba difícil. Con todo, se observan ciertas carencias críticas y unos movimientos acaso demasiado compulsivos y nómadas que tienden a desmantelarse con facilidad, sin llegar a fraguar en proyectos de calado. En el debe hay que situar a instituciones como el ayuntamiento capitalino o la recién creada Universidad, que simplemente no apuestan por la cultura literaria onubense; la Diputación edita, sí, colecciones literarias, pero éstas quedan cada vez más y más alejadas de los jóvenes creadores con apenas obra publicada, que son a mi juicio, quienes debieran inspirarlas y nutrirlas. En todo caso, en apenas 15 años se ha pasado del aislamiento al éxtasis, que no es poco.

Manuel Moya



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Es necesario recordar que las primeras noticias que se tienen de Pessoa en España provienen de los ultraístas sevillanos, a quienes cabe el mérito de ser los primigenios traductores del genial lisboeta al español. Una carta personal de Fernando Pessoa a propósito de un libro de Rogelio Buendía, será a la postre la primera traducción de un texto pessoano a la lengua de Nebrija. El diario huelvano la Provincia, vinculado a la familia Buendía, verterá por vez primera al castellano un poema pessoano, Inscriptions, perteneciente a su ciclo inglés.

2 comentarios:

Amigo Manuel: Navegando por el internet me encuentro este tu blog. En primer lugar, lo que te agradezco, me sorprende verme citado, cuando nunca nadie me ha hecho el más mínimo puto caso. Que me califiques como "el poeta más singular del grupo" lo tomo como un halago que también cuenta con mi gratitud. No estoy de acuerdo, sin embargo, con que yo esté en la estela de Rafael Delgado, al que por otra parte, guardo todo mi afecto y respeto. Tampoco con que haya yo pertenecido a ningún grupo. Siempre fui un francotirador. Y a "Volandas" menos. Colaboré en algunos números de esa revista y ya está. No haces ninguna referencia a "Rasputín", revista que fue importante. Y sólo una alusión figura en tu artículo a José Antonio Antón, uno de los más importantes filósofos españoles actuales que si, como poeta, su obra es bien breve, vale lo que un kilo de oro comparado con diez kilos de cobre. En otra cosa que disiento es en que me situes entre los seguidores de Juan Ramón Jiménez. No lo soy. Lo lamento. Mis versillos van por otros derroteros. En fin, gracias por hacer alusión a este que quiso ser poeta y se quedó en ermitaño que escribe algo parecido a versos. Una noticia. Parece que el libro dedicado a la historia de "El Fantasma de la Glorieta" al fin se va a editar. Estoy corrigiendo pruebas. Un fuerte abrazo. Y que Dios o los dioses o las energías cósmicas o la vida o aquello que sea en lo que crees, te sean propicios.

MANUEL MOYA dijo...

Félix, cuánto celebro que pases spor estas páginas. Como no suele haber comentarios, yo tampoco suelo entrar en ellos o comentarlos. Este sí que me parece objeto de comentario. El artículo es un artículo muy panorámico: no me ha dado lugar a definir cada una de las estéticas y singularidades. Me interesan aclarar dos cosas: quizás me haya expresado mal en lo de la "estela", no pensaba ni pienso que tú vayas a la estela, sino que estáis ambos en una visión semejante con respecto al lenguaje. No hay aquí maestro y discípulo o al meno yo nunca lo he visto a sí, y acaso la frase resulte ambigua e incluso equívoca. Lo lamento profundamente, puesto que nunca he tenido esa impresión. Si algo me gusta de Paco Pérez, tú, Delgado y Manolo López es vuestra singularidad, vuestra independencia estética. La de todos. Otra causa es la no aparición en esta panorámica de JA Antón pacheco, un poeta magnífico, del que me olvidé en ese artículo. Lo lamento. He leído poco a JAAP pero lo poco que he leído es fantástico, llevas toda la razón. Figúrate si lo considero que mi hijo Julio que estudió Filosofía tomó una asignatura con él a instancias mías. Creía que era un buen tipo para su formación. Lamento mucho su exclusión, que no es exclusión, sino lapsus u olvido. En tercer y último lugar, hay revistas o proyectos que no conozco: me limito a nominar aquellos que he conocido y cuyo recuerdo o mención me han hecho otros so he visto escritas. No hay en ello más que desconocimiento y vuelvo a pedir perdón pro eso. Sobre tu "JRamonismo" es simplemente un marchamo de "grupo". Tanto tú como Delgado sois a los que más lejano os queda la figura del moguereño, sin duda. Espero que estas notas, sirvan para precisar un poco más las cosas. En todo caso, gracias por tus notas.