ADIÓS ADIÓS A LA CULTURA

 

MUNDO DE JUAN LOBON, ELHace días que ando medio raro, preguntándome cosas que me conducen al túnel del hastío. Compro un libro de segunda mano de Luis Berenguer, autor de ese grandísimo libro que es El mundo de Juan Lobón, editado en 1967 por la vieja Alfaguara, y leo en su página de crédito, Primera edición, marzo, 5000 ejemplares, segunda edición, septiembre 5000 ejemplares. Busco otros libros de la época y leo más o menos lo mismo. Hoy un libro editado por las grandes editoriales raramente supera en su primera edición los 2000 ejemplares y aún más raramente se reedita. Lo normal es que la edición de un libro ronde de los 100 a los 1000 ejemplares. Cierto es que hoy es más fácil editar y se editan muchos mas libros, pero creo que la cosa exige una reflexión. Hoy el libro convive con otras cientos de formas de ocio, desde el móvil, las redes, los videojuegos, las series etc... pero sucede también que el crédito de la letra impresa ha sufrido una devaluación tremenda en las últimas décadas. Todavía recuerdo la esperanza férrea de mis padres para que nosotros, sus hijos, estudiáramos y nos labráramos -así se decía- un porvenir. ¡Un porvenir! La educación entonces, cuando se publicaba el Juan Lobón, estaba ligada a la esperanza y la esperanza viajaba a lomos de los libros y la educación. La generación de hombres y mujeres que habían sobrevivido a la guerra y a la posguerra tenían fe en la educación, en el saber. Aquella era una generación que le tenía verdadero fervor a los libros. Los libros eran vistos como un vehículo hacia la luz, contra la oscuridad. Hoy la visión ha cambiado drásticamente. Los jóvenes están en otra cosa. Tienen otras formas de afrontar el ocio y existe un evidente desprestigio de la cultura por ciertas ideologías que necesitan para sobrevivir desplazar a la cultura y el espíritu crítico que tradicionalmente se ha incubado en el ejercicio cultural. Hoy estamos en ese preciso instante en que el descrédito de la cultura se ha convertido en una consigna. Ser culto es para algunos una señal de perroflautismo, de progresía, con toda la carga ideológica que esos términos tiene para ellos. Y determinados intelectuales que huelen dónde está el mercado, y que no se quieren ver expulsados de él, le siguen el rollo. Pero hay más: hoy día, constato con cierta incredulidad que ni siquiera los llamados escritores leen demasiado. Escribir y publicar un libro se ha convertido en un acto frívolo entre las gentes de mi generación. Las editoriales se han convertido en mercaderes de papel, pero es lo mismo que éste sea higiénico, o secante, pues lo importante es el balance de resultados. Un buen editor no es aquel que edita un buen libro, sino el que es capaz de hacer rentable a un libro y esos dos conceptos son muy diferentes. Un libro como En busca del tiempo perdido, Manhattan Transfers o Tiempo de silencio, encontraía muy serias dificultades para ser editados. El Ulises, Rayuela, Paradiso, Larva o Florido mayo hoy no encontrarían editor, sencillamente. Hoy los libros mencionados estarían condenados al silencio crítico. Todo cuanto entrañe una cierta dificultad está condenado de antemano, todo cuanto huela a ligeramente ideologizante -y ya sabemos quién y cómo domina hoy el discurso ideológico- queda fuera de catálogo. Si no afirmas tus pies en esa cierta inopia ideológica o en ciertas modas, quedas fuera del mercado. No queda sino la autoedición a secas o la autoedición encubierta. Yo nada tengo contra la autoedición. Pessoa y Torga, Juan Ramón y Lorca se autoeditaron en su día. Sobre la autoedición encubierta tengo mis dudas, porque embarran el panorama. La autoedición encubierta se ha vuelto algo normal en nuestros días. Basta tener dinero para publicar lo que sea. Publicar es entonces como acudir al peluquero, como hacer esquí, como comprarse una cortadora de césped o hacerse un implante de pelo, sólo que publicar deja rastro, presenta todavía un cierto prurito. Así las cosas, me pregunto, ¿tiene sentido seguir publicando, tiene sentido creer en la escritura como elemento de reflexión, como catarsis, como viaje, como cosmo o intravisión? Y en eso estoy ahora, en esas reflexiones, en ese moridero, en ese desesperar, en esta cosa.


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