LAS BRONTË, UN PLAN DE FUGA

 

LAS BRONTE, UN PLAN DE FUGA (Nota de lectura)

 

Comencé con Anne y su inquilina de Wildfell, una novela algo impostada para el gusto actual, donde se advierten con mucha claridad las costuras, pero que resulta una novela honesta, una novela valiente (Anne es una escritora que afronta los retos de la época y que no palidece ante las convenciones), de manera que su lectura se hace amena aunque a veces inverosímil y muy dependiente de sus ideas. Se ve que Anne tiene todavía (cuenta con 30 años cuando la escribe) una cierta torpeza argumental y todo parece como demasiado inventado. Sin embargo es una novela altamente recomendable. Muy recomendable, de un protofeminismo evidente. Lo que caracteriza a Anne es su tono conmovedor, su alta sensibilidad. 

La segunda novela de Anne es Agnes Grey, quizas más popular que La inquilina y que trata de una chica que se hace institutriz para ayudar a su necesitada familia, de modo que va a dar con un par de casas nobles, donde impera la convencionalidad, el egoismo de clase y la estupidez, viniendo a hacerle la vida imposible a esta joven e inexperta institutriz, timorata de dios, poco agraciada, algo dubitativa, religiosa y perfectamente inocua. La temática es algo parecida a Jane Eyre (escrita depués que ésta, digámoslo ya) y su trama, por llamarla así, está basada casi enteramente en tintes autobiográficos. En efecto Anne fue institutriz y, acaso debido a su carácter o acaso debido al carácter de sus pagadores, su experiencia vital como institutriz resultó frustrante. Pero entremos en harina: más allá del voluntarismo de la autora, de lo que hay de crítica a la burguesía campesina de la época y todo lo que se quiera, la novela es una castaña, una pura castaña escrita con desgana, hecha con una tan alta desnutrición literaria, ejecutada con tan poco vuelo, y donde todo se vuelve esperable, con personajes en blanco y negro, con tramos tan pesadísimos y en el fondo tan definitivamene frívola -aun cuando una de las críticas de la autora radica en la frivolidad de la sociedad iburguesa- que uno camina por sus paginas con cierta perplejidad, como si no acabara de creer que una obra tan imperfecta, tan diletante, escrita por una aficionada tan incapaz de darle vida a los personajes, sea considerada un clásico y se siga traduciendo y reeditando. Mientras la leía es que no conseguía dar crédito a su mediocridad. Desde luego no es otra cosa que la obra de una principiante sin demasiado talento. Y fíjense que todo cuanto me inspira Anne es ternura, una ternura infinita. Nada que ver, obviamente, con Jane Eyre que también se mete bajo las faldas de una institutriz, pero en Jane Eyre hay momentos líricos, magníficas descripciones y el personaje narrador es mucho más creíble. Escrita a la par y en la misma mesa que Cumbres Borrascosas esta Agnes Grey es que no soporta la más mínima comparación. 

No sé dónde he escuchado que Anne, la menos conocida de las Brontë, es acaso la más interesane de las tres hermanas. Al menos en lo que a calidad literaria respecta, esto es radicalmene falso. Su obra está a años luz de sus hermanas, sobre todo de la de Emily. La suerte de Anne, creo yo, estriba en haber sido hermana de las otras dos, que la convierten en rareza biográfica. Difícilmente sus dos novelass soportan un análisis objetivo y literario. La literatura no se mide por las intenciones, sino por su acabado, por cómo está escrita la obra, por su definición literaria en definitiva, y Anne Brontë no deja de ser una chica voluntariosa e ingenua que, sí, pone en solfa a cierta sociedad de su època, pero ese bagaje es poco para considerar que sus intenciones llegaron a buen puerto. La historia detrás del mito de las Brontë


Luego me pasé a la relectura de Jane Eyre, de la mayor y más longeva de las hermanas, Charlotte. Jane Eyre está muy bien escrita y tiene momentos de una escritura deslumbrante. Todo en ella es creíble menos su final que me parece que estropea mucho la preciosa novela, porque trata de edulcorar y cerrar bien una historia que no tendría que cerrarse con un final emotivo y convencional. Y además es abrupto y muy traído al pelo. Estamos, claro, en el romanticismo y en una sociedad muy convencional, con lectores muy convencionales que al final de la lectura buscan una cierta satisfacción, una redención, abandonar el sofá y marchar al vitral a mirar si han florecido las rosas. En todo caso, Jane Eyre supera todos los obstáculos posibles de argumentación (salvo el mencionado, claro) con nota, porque su estilo es pausado y verosímil, trata las cosas con un cierto aliento poético y el personaje central al margen de interesante, es creíble. Muy creíble y entrañable. Jane es una chica bondadosa con un gran corazón y un sentido del bien innato. Incluso cuando lo pasa mal en el hospicio pone buena cara y lo que debió ser una experiencia terrible no cobra ahí dimensiones demasiado patéticas. Una gran novela sin duda. Con ella empieza ese personaje luego tantas veces aparecido en novela y cine: la loca del doblao, esa persona enigmática recluida en vida que va a tener un importante papel en la trama. De lo mejor para mi gusto el momento en que abandona la casa de Rochester y se lanza a lo que salga con 20 peniques y todo el dolor de su corazón. Páginas magistrales, con descripciones paisajísticas (y aquí, como en sus hermanas, el paisaje exterior se relaciona íntimamente con el paisaje interior).


Cumbres Borrascosas ha sido la tercera lectura, combinada eso sí con una bio instructiva pero no emulsionante. Creo que es la cuarta relectura de Cumbres, pero es una novela a la que siempre le sacas cosas nuevas y te está esperando con nuevos cuchillos afilados. La primera ya me enganchó de una manera tal cuando yo era adolescente y las hormonas están disparatadas y personajes como Heathcliff y Catherine te ponen a cien con su sed trágica y sus existencias incandescentes. Aquí no hay nada convencional, no hay el menor guiño al lector, no hay concesiones. Cada párrafo supera al anterior en lo que es una kermesse lectora, si bien una kermesse bastante agria, pero una pasada al fin y al cabo. Heathcliff debe ser uno de los personajes más rotundos de la literatura, un tipo shakesperiano - Shakespeare se aparece una y otra vez en la voz de sus personajes protagonistas- que ha pactado con el diablo, que vive el infierno en vida y que procura que su infierno no sólo llegue sino que devaste a los demás. Un personaje que se adelanta a Dostoyevsky y que lo supera incluso en su desmesura, y que delata también a Kafka y su imposibilidad de escapar a los infiernos de la imaginación. Se trata de una novela compleja, narrada quizás de la única manera que pudo ser narrada, porque uno imagina a Emily, ese ser áspero y cándidamente conmovedor, hija de un clérigo e hija de su tiempo y de una ideología castradora -una especie de Emily Dickinson en la abrupta Inglaterra de los páramos-, decía que uno imagina a Emily detenida ante los problemas argumentales que una obra como esta le deparaba de continuo y cómo su solidez, su genialidad le hacía siempre tomar el mejor atajo porque la historia -una de las mejores y más conmovedoras de la literatura- y los personajes de una hondura casi abismal se le imponían, de manera que tenía que improvisar tablados, puntos de vista y acciones excéntricas para que toda la tramoya le cuadrase y no se le cayese encima. Una novela escrita en estado de gracia espiritual e incandescente y en un estado infernal, casi volcánico porque lo que esa chiquilla, inexperta en la vida, enclaustrada y alejada del mundo, nos describe es el infierno en la tierra, el cómo se crea ese infierno y cómo, una vez las llamas nos atrapan, no podemos escapar de ellas. Una novela conmovedora, que a pesar de las relecturas te va doblando la espalda en cada página, que te va infestando en cada párrafo, que te va conmoviendo en la testarudez de esos personajes que aceptan su destino trágico y con ellos quieren incendiar cuanto les rodea. Cumbres es la enfermedad. La pasión y la enfermedad cuando se rozan, cuando una nace de la otra y las dos caen sobre un lago pútrido y esmeraldino a la vez. La belleza del mal. No hay descanso, no hay tregua, no hay redención posible. Emily llega mucho más allá que sus hermanas, yendo a buscar los materiales mucho más cerca, en el tumor de uno mismo. No se puede escribir después de Cumbres y Cumbres había acabado con ella. Emily no murió de tisis, murió porque había habilitado Cumbres, porque había vuelto de ese páramo y ya el mundo, el resto del mundo no tenía nada que decirle. Sólo por eso.

En fin, un viaje maravilloso al mundo Brontë del que no se puede salir ileso, tal como se entró.

1 comentarios:

Casilime dijo...

Aprecio la forma en que haces que temas aparentemente complicados sean fáciles de entender. ¡Gracias por simplificar la complejidad!