EL CASO DE LUISGE, EL ASESINO Y ANAGRAMA
Yo soy de los que, siendo habitual comprador y lector de libros de
Anagrama, voy a boicotear a la editorial y, por supuesto al autor. He
tenido relación con él cuando dirigía Ñ, donde me publicaron
alguna cosa y creo que intercambié con él algún e-mail. Lo que quiero advertir es que no hay en mí la menor
animadversión contra este autor y contra esta editorial. Todo lo
contrario. He escuchado pacientemente ciertas reflexiones sobre el asunto precisamente
porque necesitaba tener el contrapunto a mi inicial punto de vista
sobre este caso. Se habla de A sangre fría. Yo he leído e incluso releído con mucho interés A
sangre fría. Lo hice hace cuarenta años y para mí no hubo la
menor diferencia entre ese texto y, pongo por caso, Desayuno en
Tiffanys´. Ambos eran pura literatura y ambos me gustaron. Hasta el punto que los he releído en más de dos o tres
ocasiones. La última vez hace un año porque escribí en este mismo blog una reseña
sobre Capote que puedes consultar. Eso para decirte que a mí el
actual caso me parece distinto. Y por qué es distinto, te
preguntarás como lector: porque conocemos el caso, porque es un caso vivo, es un
caso sangrante, es un caso concreto. El asesinato de los Clutter no
deja de ser para mí un asunto abstracto y lejano. Yo como lector no he podido
ponerme en el caso de ningún asesinado del rancho de Kansas, pues no los
conocía. ¿Debería rechazar un libro porque en él se viole a una
chavala, se mate a un individuo o se torture a un pobre muchacho
argentino o madrileño de los ´60? ¿Debiera rechazar la lectura de
Crimen y Castigo, debiera
dejar de leer al Boris Vian de Escupiré,
al DHammett de Cosecha
roja o incluso al Homero de
La Ilíada porque en sus
páginas se comentan crímenes nefandos? No,
claro que no. ¿Entonces dónde está la diferencia? Desde qué
punto debemos partir, dónde queda la divisoria. ¿Por qué el libro
de Hammett no nos produce controversia y éste sí? Querría que,
como he tratado de hacer yo, te lo preguntaras tú mismo, porque este
tema no se dilucida, como tantos en literatura, con respuestas, sino
con preguntas. ¿Por qué salgo a comentar esto en este libro
concreto y no salgo a hacerlo en el caso de un libro, no sé, de
Zúñiga o de Bolaño, que dedica algunas páginas a
los crímenes de Tijuana? ¿Son menos tremendos los asesinatos de
Tijuana que los de Córdoba? La respuesta es no, como no son menos
tremendas las muertes en el tsunami tailandés, que en la dana
valenciana, ni es menos tremendo el atentado de las Torres Gemelas de
NY que los atentados a los trenes de Madrid. ¿Por qué unos nos
conmueven más que otros si en todos mueren personas? Porque es una
evidencia empírica que los muertos de Valencia y de Madrid nos
conmueven más que los otros citados. Por el mismo conducto
psicológico que nos conmueven más los muertos
de ayer, los de la Dana de Paiporta que los de hace casi setenta años
del Tera, en Zamora. Y hemos llegado a la palabra clave,
conmoción. Este libro concreto apela más a la conmoción que,
como dice el autor y la editorial, al conocimiento del
mal. Este libro es un producto editorial, como se lee en el
entrelineado del comunicado de la editorial. ¿Se puede hacer una
novela igual de potente o lo que sea, sin apelar al caso concreto y
fehaciente, sin poner el foco en la herida punzante, sin apelar al
morbo, por decirlo con claridad? Sí pero no. Se puede hacer, sí,
pero vende menos. Claro que la literatura ha de llegar a describir
los límites de lo humano, claro que ha de tratar de la crueldad, de
la psicopatía, etc. pero ¿es que no lo ha hecho y lo ha venido
haciendo sin que los lectores avezados como yo enseñen las uñas
como es el caso? Me sorprende que en el suelto de
la editorial -no he leído la novela- no haya la menor referencia a
Ruth, la madre que sigue teniendo nombre y uñas, y a los niños que
este monstruo cuyo nombre no pronuncio siquiera asesinó. Y de eso se trata, de que en este caso (no en
el de Capote y oros que se nombran) no se ha tenido en cuenta el
dolor de Ruth, la madre de esos hijos. Lo prueba el comunicado
editorial. ¿Te has parado a pensar en la carga inneceria y adicional
de sufrimiento que la editorial y el autor han infringido sobre las
espaldas de esta mujer? ¿Era evitable esto, me pregunto (otra
pregunta)? Si el autor quería entrar en la "zona oscura",
como apela, por qué en vez de ir al asesino, por qué en vez de
empatizar con el asesino, no lo ha hecho con la víctima. ¿Y si
después de ir a la zona oscura ya ha cubierto su "curiosidad
intelectual y humana" por qué no ha dejado la novela en el
cajón y por qué no ha tenido la deferencia humana, por qué no ha
tenido elegancia y la empatía suficiente como para ponese en
contacto con Ruth? ¿Qué temía de esta mujer dolorosa que también
tiene derechos y también, como él, sentimientos y límites? ¿Es que no le ha
servido nada al autor el sufrimiento que le infringieron cuando niño
por su diferencialidad sexual? Porque ahí en el sufrimiento y en la visión de Ruth hay sin ninguna
duda una novela. Una novela como la otra. No me cabe la menor duda.
Pero no, el autor o la editorial no revelan la menor empatía por
Ruth. Su preocupación y sus límites son la derrota judicial. Si el
juez dice palante, la novela irá palante y empzará a dar dividendos. Tan crudo como eso. El
comunicado apela a la libertad de expresión y todo eso, pero no
apela al nombre de Ruth. Para ellos Ruth no existe, para ellos el
dolor de Ruth es, ¿cómo decían?, un dolor colateral y
prescindible. Y ahí, amigo, está el limite. Puedes escribir sobre
lo que quieras pero no causar un dolor innecesario y terrible sobre
alguien que ya ha experimentado el mayor dolor que se puede
experimentar en vida: la muerte de un hijo (en este caso de dos) de
manera violenta y por quien ha sido su padre. Quisiera que por un
instante, lector, te pusieras en el alma de esta
mujer, hoy, ayer. Yo perdí a un hermano con 11 años y casi puedo
imaginar lo que es el hondísimo dolor de una madre. Puedo asegurártelo.
Yo vi a mi madre cómo se moría en vida. ¿Le evitarías ese dolor
innecesario a una madre rota que sólo te beneficia a ti, a tu ego, a
tu cuenta corriente?
¿Por qué no te preguntas por qué el autor ha
tomado este caso y no el de un crimen similar en Croacia o Bolivia,
porque estoy seguro de que en Croacia y en Bolivia también hay
crímenes de este tipo y de querer entrar en las tripas del mal lo
mismo valdría un caso que otro con la enorme ventaja de que la mujer
Croata nunca sabría que alguien toca el piano con su dolor? En
España hay dos mil novelistas como éste, pero ninguno ha querido
hurgar en esa herida. ¿Te has preguntado el por qué? Son preguntas, más que respuestas las que aquí nos hacen caminar. La
libertad de expresión y la libertad de creación no tienen otros
límites que los que, nosotros, como creadores, queramos darles.
Nosostros, cada uno de nosotros, delimitamos el terreno de juego de nuestra indagación literaria. El
autor es libre de escribir sobre lo que le parezca, pero en esta
libertad, como en todas, hay límites de juego. Imagina por un
momento, que estuvieras escribiendo una novela sobre el
sufrimiento animal. Imagina que en uno de sus capítulos se diera la escena de despanzurrar un gato como
hace Murakami en Kafka en la orilla, ¿te ves despanzurrando a tu propio
gato para saber cómo se vive esa experiencia. ¿Dónde te pondrías
tú el límite o te dejarías convence por la libertad de expresión
y despanzurrarías a tu gato delante de tu mujer o de tus hijos para
que tu párrafo tuviera verdad empírica? Tú mismo
debes responder una y otra vez dónde quedan tus límites, en virtud
de los conflictos que te plantee el texto. Yo no haría según que
cosas y no haría una novela donde despanzurraría a una mujer que ya
tiene suficiente con lo que tiene, una mujer que ya ha recibido mucho
más dolor del que puede soportar y que merece descanso y olvido, y,
por dios, merece que nadie venga a hurgar en su herida. Y esta es toda o parte de mi mi reflexión.
Y como dice Magüi, tampoco le daría bola ni publicidad al asesino. Esto ya lo estudió Pessoa en Erostenes, el pirómano de la biblioteca de Éfeso.
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